El cine tiene origen francés, por donde se lo mire. Ya sea como arte,
industria, espectáculo, medio publicitario, invento tecnológico, los primeros
balbuceos del lenguaje cinematográfico y el uso de efectos especiales. El cine,
como el Champán, nació en Francia.
Todo empezó en Francia a finales del siglo XIX gracias a la creatividad de
los hermanos Lumière. Aunque algunos hayan querido atribuirse la paternidad del
cinematógrafo, fueron ellos, y solo ellos, los verdaderos inventores.
Su mismísimo apellido, Lumière (luz en castellano), tiene una carga de
predestinación; después de todo, ¿qué otra cosa es el cine sino, para empezar,
la sofisticada domesticación de la luz? Auguste (1862-1954) y Louis (1864-1948)
eran hijos de un fotógrafo, y en el taller paterno batallaron incansablemente
contra la imagen estática, experimentando cómo liberarla para darle movimiento.
Y no pararon hasta lograrlo. Cumplieron así el sueño de diversas generaciones
que infructuosamente trataron de darle vida propia a las imágenes y la de aquel
anónimo artista rupestre que trató de crear la sensación del movimiento
plasmando un jabalí de ocho patas, en la cueva de Altamira (España, curiosamente
bastante cerca de la frontera con la actual Francia).
CUIDADO CON EL TREN!
Para finales del siglo XIX, los Lumière proyectaron en París "La llegada de
un tren a la estación de La Ciotat". Sobra recalcar que los espectadores
saltaron despavoridos de sus butacas creyendo que la locomotora se saldría del
ecran y los arrollaría, a toda máquina. Después de todo, nunca antes se había
visto una imagen real, de gran tamaño, moviéndose aparentemente hacia uno. Para
los historiadores esa accidentada proyección es la partida de nacimiento del
llamado séptimo arte. Pero los Lumière, como quien no quiere la cosa,
descubrieron también que ese movimiento era parte de un lenguaje nuevo. Estos
curiosos infatigables filmaban de todo y fue cámara en mano, recorriendo Venecia
en una góndola, que nos regalaron uno de los fundamentos del lenguaje
cinematográfico: el movimiento en la relación objeto-cámara, en este caso era la
cámara la que se deslizaba captando construcciones estáticas: fue el primer
"travelling" de la historia.
A LA LUNA
Si bien durante los siguientes años creadores de todo el mundo comenzaron a
experimentar con el invento de los Lumière, en Francia nacía un nuevo aporte y
un nuevo género cinematográfico: los efectos especiales y el cine de ciencia
ficción. Todo esto ocurría en los dos primeros años del siglo XX, gracias al
mago del cine, el genial Georges Méliès, con su película "Le Voyage dans la
Lune" o "El viaje a la Luna" (1902), inspirada en la novela homónima de Julio
Verne.
Méliès (1861-1938) desarrolló además otros aspectos técnicos y narrativos que
influyeron fuertemente en este arte y sus posibilidades expresivas. Descubrió
que podía detener la filmación y, sin mover la cámara, colocar otro elemento en
el lugar de la imagen filmada (Stop trick); cosa que hizo en "El viaje a la
Luna" (donde vemos la Luna dibujada y luego la misma Luna con expresión de
dolor, pues tiene un cohete estrellado en un ojo). Este parisino usó además la
exposición múltiple, la fotografía cuadro por cuadro en un determinado lapso de
tiempo, la disolvencia para marcar el paso de tiempo o de una secuencia a otra y
la técnica de colorear a mano los fotogramas.
Si los Lumière quisieron que las imágenes se movieran, Méliès aspiró a darles
color y a alejarlas lo más posible de la realidad, para crear visiones irreales,
oníricas, extravagantes e imposibles, dándole con ello categoría de arte a lo
que pudo quedarse en simple invento técnico. A estos nombres hay que sumar los
de Gaumonto, Pathé y tantos otros.
LA SECRE Y EL ESTUDIO
En 1895, se funda Gaumont (hoy por hoy la productora más antigua del
planeta), impulsada por el ingeniero e inventor León Gaumont (1864-1946). Esta
empresa francesa sigue operando con marcado éxito, desde que empezó a producir
cortos comerciales en 1897 para promover los proyectores que vendía. Y fue allí
que, en 1896, una mujer se transformó en directora de cine. Alice Guy-Blaché fue
una secretaria que la historia reconoce como la primera cineasta con su película
"La Fée aux Chaux". Esta pionera fue jefa de producción en Gaumont, desde 1897 a
1906, y responsable de más de 400 películas; su carrera continuó en Estados
Unidos.
Para fines de la década del 30, Jean Renoir -hijo del afamado pintor- dirigió
lo que se considera la primera gran obra maestra del cine francés: "La Règle du
Jeu" o "La regla del juego" (1930). Y el resto es historia.
Si los Lumière quisieron que las imágenes se movieran, Méliès aspiró a darles
color y alejarlas lo más posible de la realidad, para crear visiones irreales,
oníricas, extravagantes e imposibles.
El Dominical, 14 de julio de 2013
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