"Los cuentos crueles" es creación del poeta, dramaturgo y escritor Auguste
Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889). Pocos autores como este francés han logrado
alcanzar un estilo tan torturado y violento. "Tortura por la esperanza" es uno
de los cuentos de esa obra. En 1950 es llevado a la ópera por Luigi Dallapiccola
(1905-1975), con el nombre de "El prisionero". La pieza narra la cara más
repugnante de quien juega con las expectativas ajenas, la crueldad de la
violencia psicológica que significa crear falsas esperanzas premeditadamente: un
tipo de tortura altamente refinada y para la que seguramente habría que recibir
cierto tipo de entrenamiento, o seguir los dictados de alguien que por alguna
razón está dominado o chantajeado por otra.
El rabino Aser Abarbanel es el personaje principal del cuento "La tortura de
la esperanza". Se trata de un judío aragonés acusado de usura. Aser era terco y
se negaba a abjurar de su filiación. Un día el inquisidor Pedro Arbués de Espila
se le acercó y le dijo que se alegrara, pues "si al ver tanta obstinación" había
debido permitir, "con gran dolor", que fuera víctima de rigores, "mi misión de
corrección fraterna tiene sus límites", le dijo. Asegurándole que era "la
higuera reacia que, habiendo sido hallada tantas veces sin fruto, corre el
riesgo de ser cortada", pero que solo a Dios le corresponde eso. Al rabino se le
dijo que la puerta quedaría abierta para que escape. Así lo hizo, llegó al campo
abierto y bajo el cielo estrellado sintió una presencia, era su carcelero, su
verdugo. Fue la última tortura: hacerle creer que sería libre y no moriría en
prisión.
Pocas artes como la literatura ayudan a comprender mejor la condición humana
y la realidad (que a veces supera a la ficción). Ayer, por ejemplo, el
presidente Ollanta Humala decidió no usar su facultad presidencial para zanjar
el tema del indulto al ex presidente Fujimori. Está en todo su derecho de
decidir que no proceda, pero se abstuvo y se guio por las recomendaciones de la
Comisión de Gracias Presidenciales. Lo correcto -constitucional, legal y
éticamente- hubiese sido atreverse a usar su prerrogativa presidencial para
negar el indulto pues al "abstenerse", el presidente Ollanta Humala no ha
recapacitado que por sus pésimos asesores (o alguien que lo quiere mal)
simplemente ha llevado el tema a un nuevo limbo. Si el indulto no va, no va y
punto, pero para eso no puede abstenerse.
"Nadie me ha solicitado el indulto", decía hasta que los hijos de Fujimori lo
solicitaron, pero, como el rabino de "La tortura de la esperanza", cayeron en la
trampa. ¿Urdida por Siomi Lerner?, se preguntan ahora algunos.
DECISIÓN. Ayer, por ejemplo, el presidente Ollanta Humala decidió no usar su
facultad presidencial para zanjar el tema del indulto al ex presidente Fujimori
El Comercio, 08 de junio de 2013
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