Barack Obama ha sido visto por una gran mayoría de sus votantes como la "esperanza negra" de la clase media que traerá la paz y reanimará la golpeada economía estadounidense. Habría ya que empezar a reconocerlo y comprenderlo como la "esperanza verde" para este planeta cuyos glaciares se derriten y sus patrones climáticos mutan de manera inexplicable, que pierde bosques y especies a ritmos alarmantes y que sucumbe ante los humos tóxicos y metales pesados que algunos nos quieren vender como sinónimo de "progreso" y "desarrollo".
"El ambientalismo --ha dicho el flamante presidente electo de Estados Unidos-- no es asunto de un grupo de privilegiados, ni tema de blancos o de negros, no es un asunto del sur o del norte, del este o del oeste. Es un tema en el que todos tenemos que participar. Y si yo puedo hacer algo para asegurar que no solo mi hija sino cada niño de Estados Unidos tenga pastizales verdes donde correr, aire limpio para respirar y agua limpia para nadar, entonces eso ocurrirá porque trabajaré esforzadamente para que sea una realidad".
Detrás de esa sonrisa que cautivó a millones de votantes, detrás de ese orador sagaz y carismático hay pues un hombre cuya gran preocupación es la conservación del ambiente en que vivimos, en definitiva la defensa de la vida, y de la calidad de vida.
Sus detractores buscaron indicios de que su posición era meramente un asunto de oportunismo político. Pero luego de vanos intentos debieron reconocer que este hombre "tiene un corazón que sangra verde". No había ningún esqueleto en el clóset y si más bien un activismo comprobado, un compromiso público y privado.
Su preocupación 'verde' se remonta a cuando era estudiante en la Universidad de Columbia. Ya entonces impulsaba proyectos de reciclaje entre jóvenes estudiantes de Harlem. Trabajando con comunidades de base al sur de Chicago, batalló para la reducción del plomo en un vecindario pobre y tras graduarse de abogado en Harvard, elegido ya en 1996 para cargos públicos, se convirtió en un reconocido líder de temas medio ambientales y de salud, con capacidad de desarrollar las políticas más adecuada para el bienestar de la población.
Entre sus logros figuran haber prohibido juguetes cargados de mercurio que amenazaban a los niños, establecer estándares de calidad de agua y aire, sacar adelante proyectos de conservación de los grandes lagos y otras áreas silvestres. Ha apoyado además toda iniciativa que de prioridad a la calidad y limpieza del aire, del agua y de los suelos, base de la vida.
Estamos frente a un político moderno y sensible, capaz de comprender y expresar abiertamente que las políticas y leyes de protección ambiental no están ni tienen por qué estar reñidas con las necesidades del pueblo estadounidense a gozar de un ambiente saludable y sostenible con crecimiento económico. Una convicción que esperamos sea asumida por los líderes de este terruño nuestro.
John F. Kennedy, uno de los demócratas más lúcidos del convulsionado siglo XX escribió: "Cada generación tiene que luchar de nuevo con los saqueadores, con la tendencia a utilizar los recursos públicos en beneficio propio y con la inclinación a preferir las ganancias a corto plazo a las necesidades a largo plazo". No cabe duda que a Obama le tocará enfrentarse a esa rapiña de la que hablaba JFK, y con ello nos enseñará el camino hacia el verdadero desarrollo.
El Comercio, 08/11/2008
"El ambientalismo --ha dicho el flamante presidente electo de Estados Unidos-- no es asunto de un grupo de privilegiados, ni tema de blancos o de negros, no es un asunto del sur o del norte, del este o del oeste. Es un tema en el que todos tenemos que participar. Y si yo puedo hacer algo para asegurar que no solo mi hija sino cada niño de Estados Unidos tenga pastizales verdes donde correr, aire limpio para respirar y agua limpia para nadar, entonces eso ocurrirá porque trabajaré esforzadamente para que sea una realidad".
Detrás de esa sonrisa que cautivó a millones de votantes, detrás de ese orador sagaz y carismático hay pues un hombre cuya gran preocupación es la conservación del ambiente en que vivimos, en definitiva la defensa de la vida, y de la calidad de vida.
Sus detractores buscaron indicios de que su posición era meramente un asunto de oportunismo político. Pero luego de vanos intentos debieron reconocer que este hombre "tiene un corazón que sangra verde". No había ningún esqueleto en el clóset y si más bien un activismo comprobado, un compromiso público y privado.
Su preocupación 'verde' se remonta a cuando era estudiante en la Universidad de Columbia. Ya entonces impulsaba proyectos de reciclaje entre jóvenes estudiantes de Harlem. Trabajando con comunidades de base al sur de Chicago, batalló para la reducción del plomo en un vecindario pobre y tras graduarse de abogado en Harvard, elegido ya en 1996 para cargos públicos, se convirtió en un reconocido líder de temas medio ambientales y de salud, con capacidad de desarrollar las políticas más adecuada para el bienestar de la población.
Entre sus logros figuran haber prohibido juguetes cargados de mercurio que amenazaban a los niños, establecer estándares de calidad de agua y aire, sacar adelante proyectos de conservación de los grandes lagos y otras áreas silvestres. Ha apoyado además toda iniciativa que de prioridad a la calidad y limpieza del aire, del agua y de los suelos, base de la vida.
Estamos frente a un político moderno y sensible, capaz de comprender y expresar abiertamente que las políticas y leyes de protección ambiental no están ni tienen por qué estar reñidas con las necesidades del pueblo estadounidense a gozar de un ambiente saludable y sostenible con crecimiento económico. Una convicción que esperamos sea asumida por los líderes de este terruño nuestro.
John F. Kennedy, uno de los demócratas más lúcidos del convulsionado siglo XX escribió: "Cada generación tiene que luchar de nuevo con los saqueadores, con la tendencia a utilizar los recursos públicos en beneficio propio y con la inclinación a preferir las ganancias a corto plazo a las necesidades a largo plazo". No cabe duda que a Obama le tocará enfrentarse a esa rapiña de la que hablaba JFK, y con ello nos enseñará el camino hacia el verdadero desarrollo.
El Comercio, 08/11/2008