sábado, marzo 20, 2010

Tiempo de proteger un líquido y vital tesoro


Si alguien cree que el agua para beber nos sobra porque tres cuartas partes del globo están cubiertas por ella, se equivoca. Esa agua es salada y por ahora las técnicas de desalinización siguen siendo bastante caras como para pensar que, en el corto plazo, la sed será calmada con agua marina procesada. Así las cosas, queda claro que dependemos de ríos, lagos y aguas subterráneas, entre otras fuentes de agua dulce. Menos del 1% del agua existente es dulce y accesible. Y la realidad es que cada vez hay más personas y menos agua limpia disponible. Los futurólogos ya vaticinan que en un mañana no muy lejano las guerras por ella serán comunes. En ese posible escenario bélico por el agua vale la pena recordar que casi la mitad de las reservas de agua dulce mundiales se encuentran en América del Sur, en nuestro subcontinente. Y a estas alturas ya no sabemos si esto es una bendición o una amenaza.

Pasado mañana lunes 22 de marzo se conmemora el Día Internacional del Agua bajo el lema “Agua limpia para un mundo sano”, y es que en pleno siglo XXI más de 1.500 millones de niñas y niños menores de 5 años enferman y mueren anualmente por la mala calidad de esa perfecta combinación de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno (H2O) del que depende la vida toda.

La búlgara Irina Bokova, directora general de Unesco, sostiene: “El deterioro de la calidad de las aguas en ríos, arroyos, lagos y mantos freáticos tiene consecuencias directas sobre los ecosistemas y la salud humana. Esta situación constituye una tragedia humana indescriptible y un obstáculo importante para el desarrollo. Para que los grupos humanos y los ecosistemas puedan prosperar, esa agua debe ser limpia, permanecer limpia y, más importante aún, debe estar al alcance de todos”.

Algo de lo que estamos bastante lejos de lograr. Nuestros principales ríos y lagos sufren los embates de la contaminación minera, agrícola, industrial y doméstica. Cada vez es más difícil el acceso a fuentes de agua pura y cada vez, también, el proceso de potabilización se hace más complejo por la cantidad de impurezas y metales pesados que deben removerse. Enfermedad y pérdidas económicas es lo que se deriva de nuestra irresponsable actitud frente al agua.

“El agua es como la libertad, solo la echamos de menos cuando nos hace falta”, escribió Antoine de Saint Exupéry (1900-1944), aviador y novelista francés, autor de “El Principito”. Razón no le falta. El agua nos rodea, está en todas partes —desde la nube que pasa hasta el charco en nuestro camino— y quizá por eso no pensamos en ella hasta que nos es esquiva. La maltratamos, la ensuciamos y derrochamos. Baste un ejemplo: una fuga en nuestro water significa la pérdida de más de ¡83 mil litros de agua potable por año! Y esto a sabiendas de que no tenerla haría nuestra vida miserable, sucia, imposible.
El Comercio, 20 de marzo de 2010