sábado, junio 12, 2010

Dolor de mar


Ayer se ha recordado el centenario del nacimiento del oceanógrafo, explorador, inventor, oficial naval y documentalista francés Jacques Cousteau (1910-1997). Este hombre se sumergió en todos los mares, recorrió la mayoría de ríos, llegó hasta un nevado arequipeño para enseñarle al mundo dónde nacía el Amazonas y alguna vez dijo: “La felicidad de la abeja y la del delfín es existir. La del ser humano es descubrir esto y maravillarse por ello”. Cousteau dedicó su vida a recordarnos que “el mar, el gran unificador, es la única esperanza del hombre. Ahora, más que nunca, aquella vieja frase tiene un sentido literal: estamos todos en el mismo barco”.
¿Qué diría el comandante frente a lo ocurrido en el Golfo de México, la mayor tragedia ecológica jamás registrada? Desde hace casi dos meses más de cuarenta mil barriles de petróleo diarios —recién ahora se sabe la cifra exacta— fluyen desde el fondo marino por la desidia de la British Petroleum y el relajo ambiental del gobierno de Barack Obama. Ese petróleo mata todo a su paso y genera pérdidas multimillonarias a los pescadores artesanales y a la industria turística de al menos tres estados. Las autoridades estadounidenses han solicitado, por segunda vez en menos de un mes, ayuda urgente a la Unión Europea (UE) ante el evidente fracaso de sus esfuerzos por contener el imparable chorro de crudo. Y todo esto a días de haberse “celebrado” el Día Mundial de los Océanos, bajo el lema “Nuestros océanos: oportunidades y desafíos”, lo que francamente a estas alturas suena a broma de mal gusto.
En la coyuntura de preocupación mundial por la gravedad de lo ocurrido en el Golfo de México el Gobierno Peruano ha aprobado la exploración petrolera frente a las playas limeñas (desde Huacho a Cañete). “Muchas personas atacan al mar, yo le hago el amor”, decía poéticamente Cousteau y nuestro queridísimo gobierno, sin dosis alguna de poesía y más bien con alevosía, viola abiertamente nuestro mar, amenaza nuestra tranquilidad playera y prepara un escenario en el que puede desembocarse un desastre mayor que el generado por la British Petroleum en aguas estadounidenses.
¿Ante esa tragedia ecológica, la más grande de la historia, no era lógica una moratoria para tales actividades, habida cuenta de que nuestra costa central es un área altamente sísmica? Pero como bien decía el explorador francés: “La gente protege aquello que ama”, y estos son, lamentablemente, tiempos de desamores y dolores.
Pero la naturaleza se comunica constantemente y solo hay que tener el corazón abierto para entenderla. Ayer, como poderoso símbolo de la agonía de los océanos, una ballena jorobada (yubarta) de 25 toneladas y algo más de diez metros, yacía muerta en la orilla de la playa de Jones Beach, Nueva York, muy lejos de la zona del desastre petrolero. Quienes la vieron no deben haber podido pasar por alto su poderoso mensaje.

La Amazonía o la ilusión del conocimiento


Para las postales somos la sierra con sus picos nevados, sus praderas de ichu pacidas por vicuñas y sus pueblitos de callejuelas empedradas, coloridas por los ponchos de sus pobladores arreando llamas. Según los censos, somos costa, pues la mayor parte de la población —cerca del 60%— se concentra cerca del mar. En términos de espacio nuestro país —Perú se llama, por si lo han olvidado quienes actúan como los hijos mejores de otras tierras— es esencialmente amazónico. Más del 70% de nuestro territorio es Amazonía, así con tilde en la “i” para evocar “lejanía” y no porque la palabra —no castellana— lo requiera. El año pasado los sangrientos sucesos en la Curva del Diablo desembocaron en el “baguazo” y visibilizaron a nuestra selva y a sus problemas de modo irreversible.
“Tres cosas hay extremadamente duras: el acero, un diamante y el conocimiento de uno mismo”, escribió Benjamín Franklin (1706-1790), estadista, científico, periodista y uno de los padres de la independencia y democracia estadounidenses. Desconocer nuestra realidad geográfica demuestra la verdad de su dicho y las recientes declaraciones del congresista Guido Lombardi, también. El señor Lombardi, presidente de la comisión que investiga la tragedia del “baguazo”, lamentó que el gobierno “ha hecho muy poco” para evitar que se repitan ese tipo de sucesos. ¿Perdón? ¿El gobierno? ¿No habla un congresista y como tal parte de la estructura de gobierno por más oposición que sea o se crea? Duro resulta conocerse.
La cita de Franklin abre el libro “El gorila invisible”, de Christopher Chabris y Daniel Simons, investigadores de temas de psicología. Chabris y Simons sostienen que creemos vernos y ver al mundo como es. La publicación es, en parte, un catálogo de los grandes fracasos derivados de lo que ellos llaman “ilusión”: la ilusión de la atención, de la memoria, del conocimiento, de la confianza, de la causa y del potencial. Esto, dicen, resulta en “una creencia distorsionada albergada en nuestra mente no solo equivocada sino equivocada de modo peligroso”.
Esas creencias distorsionadas fueron la semilla de la tragedia de Bagua. Quienes forman parte del gobierno no tienen idea de quiénes son ellos mismos y menos quiénes somos nosotros. Así y todo pretenden imponernos leyes nacidas de su “ilusión del conocimiento” (es decir de su ignorancia) cuando no de la cuchipanda bajo la curul (“ilusión de la confianza”, creyendo que nadie los descubrirá). Para no mencionar la frivolidad, como la Resolución Suprema 015-2010, epifanía del doctor Alan García instaurando el Día del Ron Peruano y que este año coincidía con el aniversario de los sucesos de Bagua (los productores de la bebida, respetando el luto de las familias de las víctimas y el sentir del país, han corrido la celebración).
A un año de la fatídica jornada, 70% de la Amazonía está concesionada para su futura y posible explotación petrolera y gasífera, pero de resolver la problemática indígena nada. Un experimento de Chabris y Simons demostró la incapacidad del ser humano para ver lo obvio aunque esté frente a sus ojos. ¿A todo esto, cuando oímos la palabra Amazonía pensamos en árboles o en gente?

El Comercio, 05 de junio de 2010