En los último días se ha estado acusando a los
anconeros de discriminación y racismo. ¡A otra playa con ese cuento! Ancón es
de los pocos balnearios donde existe una sana y cortés convivencia con quienes
llegan desde diversos puntos de Lima para disfrutar de sus mansas aguas. Y esto
desde hace largas décadas.
Algo muy distinto ocurre, por ejemplo, en la sureña
playa-caviarizada “Los Pulpos”. Este tiene portones que impiden el paso de
vehículos “no autorizados”, léase vehículos de quienes no son propietarios o
amigos de estos y están de paseo. En su extremo norte de “Los Pulpos” además,
existe un vinito condominio amurallado de nombre “Las Velas” donde veranea la
más rancia aristocracia caviar, y sus amistades.
Guiándose por la “denuncia” de un tuitero, ahora
los “analistas” llaman al odio por la televisión, la radio y la prensa al
sostener que en Ancón se mantienen conductas virreinales. Como si todo eso no
fuera suficiente para caldear los ánimos del verano, el despacho de la ministra
de Cultura, Diana Álvarez Calderón, emitió un comunicado validando la
existencia de una supuesta restricción de usar las playas anconeras “por las
características étnico-raciales de los bañistas” (ayayay, con discursos
clasistas a estas alturas del siglo XXI). La ministra debería ocuparse, más
bien, de la zona arqueológica del lugar bajo su responsabilidad, después de
todo con más de 40 siglos de antigüedad es de los asentamientos humanos más
antiguos de la costa peruana. El sitio en buena parte está convertido en un
basural. Y ya que curiosidad aparte: ¿en cuál súper inclusiva playa veranea
Álvarez Calderón?
Ahora bien ¿quiénes en Ancón son los que se ven
obligados a pagar por el uso de playa? ¿Los visitantes de fines de semana o la
población estable y los propietarios de casas de verano?
En esta historia, la real y no la tergiversada por
los odiadores de siempre, los discriminados son los pescadores, los habitantes
estables del distrito y los veraneantes. Ellos son quienen corren con las
gastos de los servicios requeridos y utilizados por los visitantes de fin de
semana: desde los baños públicos hasta el servicio de los salvavidas, pasando
por la limpieza, la vigilancia y la salubridad de los alimentos que se venden
en lugares como el muelle y otros.
Ancón es de los pocos balnearios donde existe una sana y cortés convivencia con quienes llegan desde diversos puntos de Lima para disfrutar de sus mansas aguas. Y esto desde hace largas décadas. |
Ancón es una bahía pequeña, de poco más de 15
cuadras de largo, encerrada entre el centro de veraneo de la Fuerza Aérea
Peruana, FAP (la “base”, donde no se permite el ingreso) y por la gran playa de
la que se apoderó la Marina (quienes navegan frente a ella corren riesgo de
bala).
El presidente Fernando Belaunde tuvo varias pésimas
ideas, una de ellas fue su “Revolución Azul”, es decir la creación de espacios
industriales en el litoral del cono norte. Fábricas y una refinería borraron
kilómetros de potenciales balnearios, cuando la población limeña crecía.
Al final el Estado resulta el mayor discriminador,
no atiende adecuadamente ni siquiera nuestras necesidades de salud y educación,
menos lo hará con las de esparcimiento. De paso, la élite militar se ha
apoderado de kilómetros de playas que son de todos, incluidos esos soldaditos a
los que no se les deja tomar el sol junto a las esposas de los generales, ¿o
sí?
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/otra-playa-ese-cuento-martha-meier-miro-quesada-noticia-1788378
Martha Meier M.Q.
Editora Central
El Comercio, 31 de enero de 2015
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/otra-playa-ese-cuento-martha-meier-miro-quesada-noticia-1788378
Martha Meier M.Q.
Editora Central
El Comercio, 31 de enero de 2015