sábado, noviembre 02, 2013

Nikolái Vavilov: El hombre de las semillas

A Nikolái Vavilov (1887-1943) le debemos que el perfeccionamiento de la agrobotánica se reconozca como base de la seguridad alimentaria. Ute Eberle en la revista "Geo" escribe: "Un cuarto de siglo después de su muerte aún se cultivaban cuatrocientas variedades surgidas a partir de su colección inicial, entre ellas, garbanzos resistentes a la sequía y trigo con período de maduración temprana. Gracias al superior rendimiento de estos granos, disminuyó el número de hambrunas en las repúblicas soviéticas".
¿Vavilov recibió honores en vida y murió en olor de multitudes? No, que va. Fue perseguido, encarcelado y se le mató de hambre: una víctima más -la historia está llena de ellas- de la intolerancia, la maldad y la envidia de quienes profesan el pensamiento único, esas pandillas compuestas por mequetrefes de toda laya que, desde hace mucho, quieren apoderarse de todos los campos del saber.


Desde muy joven se preocupó por las hambrunas que, cada tanto, asolaban su país y aniquilaban a miles de empobrecidos campesinos. Con esa preocupación llegó al Instituto Agrícola de Moscú donde se familiarizó con las investigaciones del monje y naturalista Gregor Mendel (1822-1884) y sus leyes de la herencia (lo que luego conoceríamos como genética). Vavilov intuyó que la clave para erradicar el hambre estaba en combinar diferentes variedades de plantas alimenticias para hacerlas más resistentes y rendidoras.
Recorrió el planeta buscando las especies más nutritivas y esbozó su teoría de los centros de origen, o lo que es lo mismo: las regiones donde se originaron las especies de cultivo, su domesticación, selección y mejoramiento (el Perú es uno de ellos). Y él recuperó esas simientes milenarias para protegerlas y cruzarlas.
Vavilov creó una inmensa colección de semillas nativas de América, África, Asia y Europa, que en parte fue distribuida entre sus miles de colaboradores, a lo largo y ancho de la Unión Soviética, para su cultivo, estudio en diversos climas y cruce para mejorarlas. Los resultados se verían décadas después: para los años setenta del siglo XX cerca de las tres cuartas partes de todos los cultivos de la Unión Soviética eran producto de esas semillas.
Su trabajo fue apoyado por Lenin, pero tras la muerte de este y la asunción del salvaje Josef Stalin (1879-1953) las cosas se complicaron. Al principio Vavilov siguió viajando, en Kazajistán encontró el fascinante bosque de manzanos silvestres y en el Japón rábanos de 16 kilos.
Para 1927 el nefasto Lysenko, un ignorante agrónomo de confianza de Stalin, politizó una disputa científica, la presentó como un acto de traición y de paso dijo que la ciencia de Vavilov era "burguesa". El botánico padeció 1.700 horas de interrogatorios de pie, fue torturado para que "confesara" y su juicio duró 5 minutos.
Así pasa cuando se permite a los fracasados avanzar y difamar. Líbranos, Señor, de esa gentuza. 

El Comercio, 20 de julio de 2013

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