Arrancó la temporada de toros y con ella el debate entre los amantes de
las corridas y quienes las consideramos abominables. Cada quien es libre de
apreciar o despreciar lo que le place o lo que hiere su sensibilidad. Y a
muchos hiere el ver a un toro sangrante y hundir, agotado, su hocico en la
arena.
No faltará quien diga que las corridas están muy arraigadas en todos los
rincones del Perú. Cierto, pero la costumbre de algo que no eleva el espíritu y
que insensibiliza no la hace buena.
El filósofo español Fernando Savater sostiene -en alusión a los
antitaurinos- que "solo un bárbaro no distingue entre un humano y un
animal". Ese no es el punto y ni siquiera es un argumento, es una frase
con la que se trata de confundir. Mario Vargas Llosa afirma, también, que
"los toros son alta pedagogía porque [...] es un espectáculo de creación
de belleza como la poesía, la música y la novela" y que "es una
fiesta cruel, porque la verdad de la vida es cruel". Ambos intelectuales
-unidos en el proyecto político del partido Unión Progreso y Democracia (UPD)--
evaden el tema de fondo: ¿regocijarse con la masacre del toro enaltece al
espíritu humano?
Las corridas de toros tienen mala imagen, y no es fácil presentar la muerte como arte. |
Las disquisiciones "racionalistas" de Descartes, propias del
siglo XVII, ya no son tolerables. Ese filósofo afirmaba que el grito de un
animal al ser golpeado no resultaba del dolor sino que era como el "ruido
metálico de los resortes y engranajes cuando se cae un reloj o un juguete de
cuerda". En pleno siglo XXI sabemos que los animales sienten y sufren,
aunque a algunos no les importe. Para Savater el toro "no sufre. El
sufrimiento es la visión racional del dolor". Como fuere, las corridas de
toros son aborrecidas en casi todo el mundo, menos en España, México, Colombia
y Perú.
A falta de argumentos sólidos para defender las corridas, lo mismo que
Vargas Llosa, Savater y su par dan vueltas sobre dos ejes: las corridas son
parte de la tradición hispana y su prohibición atenta contra la libertad. No
sabemos si lo mismo pensaba el Che Guevara mientras disfrutaba una corrida en
Las Ventas de Madrid, en setiembre de 1959.
Savater viene ensayando últimamente un psicodélico discurso ecológico:
"Los que luchan contra la fiesta del toro no tienen claro que su
desaparición no sería simplemente la desaparición de los toros bravos. En
España, las dehesas donde se crían son un ecosistema específico que comprende
bosques, aguas y muchos otros animales [...] Acabar con los toros bravos es
condenar esos terrenos, verdaderas reservas naturales, a ser campos de maíz
transgénico". Más bien esos lugares podrían ser parques nacionales,
sostener otra fauna y crianzas y hasta convertirse en centros de agricultura
orgánica o de interés para el turismo.
Savater dice: "Me importan los humanos, que son compañeros de la
conciencia, la muerte y la libertad". ¿Qué pasa con los millones de
personas con profundas discapacidades y enfermedades mentales que los limitan a
ser sus "compañeros de la conciencia, la muerte y la libertad?"
Martha Meier MQ.
Editora Central
EL Comercio, 01 de noviembre de 2014