Año nuevo, vida nueva y todo parecería indicar que será también el año de una visión moderna de país, en lo que se refiere al aprovechamiento racional y razonable de los recursos naturales. El 1 de enero entraron en vigencia las nuevas penas para el delito ambiental (quizá por ello, rápidamente, el Gobierno Regional de Arequipa suspendió el otorgamiento y renovación de licencias para la extracción de algas, recurso sobreexplotado en el sur). El crimen ecológico ya no recibirá trato blando ni quedará impune tal como lo adelantáramos la semana pasada, en esta misma columna. Prisión efectiva de hasta 10 años espera, por fin, a los contaminadores, a los depredadores, saqueadores y traficantes de recursos, y a quienes dañen el ambiente que nos alberga y del que depende nuestra salud y supervivencia. Para el cumplimiento de esta tarea se crean las fiscalías ambientales, cuyos funcionarios recibieron capacitación a lo largo del 2008. Todo esto deriva de las modificaciones al Código Penal y a la Ley General del Ambiente.
Es cierto que en este país de novela la historia enseña a no pecar de optimismo. Casi todo, en el mejor de los casos, suele quedar en el papel, en declaración de buenas intenciones o lo que es peor: termina por convertirse en un espacio para la corrupción. Estamos, sin embargo, a comienzos de año y si no tenemos un poquito de esperanza ahora, ¿entonces cuándo? Además hay otra buena noticia: el presidente del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), Agustín 'Cucho' Haya de la Torre, anunció que el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional, a presentarse en julio, incluirá un "inventario, balance y una proyección de nuestros recursos naturales". Esto, sumado a la decisión del Ejecutivo de penalizar rigurosamente los delitos ambientales, es un golpe de timón que puede llevarnos a avanzar por la senda del crecimiento y el progreso sin destrucción. Nuestra viabilidad como país reposa sobre la naturaleza que, como decía Bolívar, "debe presidir todas las reglas". Nuestra única posibilidad de crear riqueza, a corto, mediano y largo plazo, depende del uso eficiente de estos recursos, erradicando la rapiña y conservándolos para que las próximas generaciones tengan nuestras mismas oportunidades. Como bien nos enseñó el amauta Javier Pulgar Vidal: "El objetivo del uso de los recursos naturales es el bienestar del ser humano".
Justamente fue Pulgar Vidal, durante el primer gobierno de Alan García, quien se preocupó por sistematizar el primer y más completo inventario de nuestros recursos, incluyendo flora, fauna, recursos marinos y mineros, sus potencialidades, así como un perfil sobre las principales amenazas ecológicas por región. Pulgar Vidal impulsó esta gran obra desde la Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales (Onern), que sería luego el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena).
Hoy la propuesta de Agustín Haya de la Torre retoma aquello pero con un enfoque económico, político y de planificación que incorporará los principios del desarrollo sostenible en las políticas y programas nacionales. ¿Es el primer paso de una nación que se reconoce capaz de salir del hoyo del subdesarrollo? Es nuestro deseo, que así sea.
Es cierto que en este país de novela la historia enseña a no pecar de optimismo. Casi todo, en el mejor de los casos, suele quedar en el papel, en declaración de buenas intenciones o lo que es peor: termina por convertirse en un espacio para la corrupción. Estamos, sin embargo, a comienzos de año y si no tenemos un poquito de esperanza ahora, ¿entonces cuándo? Además hay otra buena noticia: el presidente del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), Agustín 'Cucho' Haya de la Torre, anunció que el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional, a presentarse en julio, incluirá un "inventario, balance y una proyección de nuestros recursos naturales". Esto, sumado a la decisión del Ejecutivo de penalizar rigurosamente los delitos ambientales, es un golpe de timón que puede llevarnos a avanzar por la senda del crecimiento y el progreso sin destrucción. Nuestra viabilidad como país reposa sobre la naturaleza que, como decía Bolívar, "debe presidir todas las reglas". Nuestra única posibilidad de crear riqueza, a corto, mediano y largo plazo, depende del uso eficiente de estos recursos, erradicando la rapiña y conservándolos para que las próximas generaciones tengan nuestras mismas oportunidades. Como bien nos enseñó el amauta Javier Pulgar Vidal: "El objetivo del uso de los recursos naturales es el bienestar del ser humano".
Justamente fue Pulgar Vidal, durante el primer gobierno de Alan García, quien se preocupó por sistematizar el primer y más completo inventario de nuestros recursos, incluyendo flora, fauna, recursos marinos y mineros, sus potencialidades, así como un perfil sobre las principales amenazas ecológicas por región. Pulgar Vidal impulsó esta gran obra desde la Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales (Onern), que sería luego el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena).
Hoy la propuesta de Agustín Haya de la Torre retoma aquello pero con un enfoque económico, político y de planificación que incorporará los principios del desarrollo sostenible en las políticas y programas nacionales. ¿Es el primer paso de una nación que se reconoce capaz de salir del hoyo del subdesarrollo? Es nuestro deseo, que así sea.
El Comercio, 03/01/2009