El alcalde de Surquillo, Gustavo Sierra Ortiz, ha propuesto que las farmacias vendan drogas ilegales como la marihuana, entre otras. Según su lógica, el Estado es hipócrita pues permite la posesión para consumo individual y penaliza la comercialización.
El asunto parece razonable, ¿pero, realmente lo es? Esta propuesta tira la toalla en la batalla contra la adicción y por la defensa de la salud de los ciudadanos, y convertiría a nuestro país en un narcoestado preocupado por facilitar el acceso ciudadano a sustancias comprobadamente dañinas para la salud física, psicológica y moral, especialmente de los niños y adolescentes.
Existe una fuerte corriente en pro de la legalización de las drogas que cuenta con amplio financiamiento internacional de parte de las ONG, como la Open Society Institute, del especulador y “filántropo” George Soros. El financiamiento de la Open Society está estratégicamente canalizado, en nuestro país, a través de diversas instituciones para financiar investigaciones y proyectos de periodistas, estudiosos, abogados, artistas y políticos, en definitiva líderes de opinión.
Utilizar de portaestandarte a la marihuana resulta una buena estrategia. Después de todo, por ignorancia (o interés de algunos) se la sigue considerando una droga blanda cuando la realidad es otra. Hay que tomar en cuenta que desde hace algunos años esta planta viene siendo objeto de modificaciones genéticas que han logrado variedades más potentes y adictivas. La marihuana de hoy no es la misma que la de hace 30 o 20 años. Y no solo esto, lo más preocupante es que según señalan diversos estudios la “hierba” es la puerta de ingreso hacia otras drogas. La información es bastante clara: la mayoría de adictos, a la heroína, al opio, al crack, entre otros, se iniciaron fumando marihuana, entre risas y buenos amigos.
Informaciones del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) dan cuenta de que la marihuana afecta la memoria, el aprendizaje, la coordinación, la concentración, la percepción del tiempo. Todo esto impacta significativamente enel rendimiento académico y el pleno desarrollo intelectual y profesional, así como en las relaciones familiares y sociales. Los accidentes laborales, además, son más comunes entre los consumidores. La misma fuente indica que un estudio demostró que el riesgo de sufrir un ataque cardíaco se cuadruplica en la primera hora tras fumarla. Los investigadores deducen que esto es debido a su influencia sobre la presión arterial, el ritmo del corazón y la capacidad sanguínea para transportar oxígeno. Se señala que los consumidores son, también, más propensos a sufrir cánceres de cabeza y cuello (laringe, boca, lengua, entre otros) y a padecer problemas pulmonares y bronquiales. De hecho, el humo de la marihuana contiene entre 50% a 70% más sustancias carcinógenas que el del tabaco. Pruebas de laboratorio han comprobado, además, que inhibe el sistema inmunológico, propiciando infecciones bacterianas y tumoraciones y que los hijos de las consumidoras pueden nacer con defectos neurológicos que retrasan e impiden su óptimo desarrollo.
Elegimos a nuestras autoridades para hacer de nuestro país uno más grande y mejor. En ese sentido deben, entre otras muchas cosas, luchar contra los traficantes y desarrollar campañas para prevenir el uso de sustancias peligrosas, en vez de lanzar señales de que la batalla contra la lacra está perdida. Para que un país salga adelante requiere que sus hijos e hijas sean saludables, bien nutridos, desarrollen su potencial intelectual y emocional y estén libres de vicios que corrompen y debilitan el espíritu individual y nacional.
El asunto parece razonable, ¿pero, realmente lo es? Esta propuesta tira la toalla en la batalla contra la adicción y por la defensa de la salud de los ciudadanos, y convertiría a nuestro país en un narcoestado preocupado por facilitar el acceso ciudadano a sustancias comprobadamente dañinas para la salud física, psicológica y moral, especialmente de los niños y adolescentes.
Existe una fuerte corriente en pro de la legalización de las drogas que cuenta con amplio financiamiento internacional de parte de las ONG, como la Open Society Institute, del especulador y “filántropo” George Soros. El financiamiento de la Open Society está estratégicamente canalizado, en nuestro país, a través de diversas instituciones para financiar investigaciones y proyectos de periodistas, estudiosos, abogados, artistas y políticos, en definitiva líderes de opinión.
Utilizar de portaestandarte a la marihuana resulta una buena estrategia. Después de todo, por ignorancia (o interés de algunos) se la sigue considerando una droga blanda cuando la realidad es otra. Hay que tomar en cuenta que desde hace algunos años esta planta viene siendo objeto de modificaciones genéticas que han logrado variedades más potentes y adictivas. La marihuana de hoy no es la misma que la de hace 30 o 20 años. Y no solo esto, lo más preocupante es que según señalan diversos estudios la “hierba” es la puerta de ingreso hacia otras drogas. La información es bastante clara: la mayoría de adictos, a la heroína, al opio, al crack, entre otros, se iniciaron fumando marihuana, entre risas y buenos amigos.
Informaciones del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) dan cuenta de que la marihuana afecta la memoria, el aprendizaje, la coordinación, la concentración, la percepción del tiempo. Todo esto impacta significativamente enel rendimiento académico y el pleno desarrollo intelectual y profesional, así como en las relaciones familiares y sociales. Los accidentes laborales, además, son más comunes entre los consumidores. La misma fuente indica que un estudio demostró que el riesgo de sufrir un ataque cardíaco se cuadruplica en la primera hora tras fumarla. Los investigadores deducen que esto es debido a su influencia sobre la presión arterial, el ritmo del corazón y la capacidad sanguínea para transportar oxígeno. Se señala que los consumidores son, también, más propensos a sufrir cánceres de cabeza y cuello (laringe, boca, lengua, entre otros) y a padecer problemas pulmonares y bronquiales. De hecho, el humo de la marihuana contiene entre 50% a 70% más sustancias carcinógenas que el del tabaco. Pruebas de laboratorio han comprobado, además, que inhibe el sistema inmunológico, propiciando infecciones bacterianas y tumoraciones y que los hijos de las consumidoras pueden nacer con defectos neurológicos que retrasan e impiden su óptimo desarrollo.
Elegimos a nuestras autoridades para hacer de nuestro país uno más grande y mejor. En ese sentido deben, entre otras muchas cosas, luchar contra los traficantes y desarrollar campañas para prevenir el uso de sustancias peligrosas, en vez de lanzar señales de que la batalla contra la lacra está perdida. Para que un país salga adelante requiere que sus hijos e hijas sean saludables, bien nutridos, desarrollen su potencial intelectual y emocional y estén libres de vicios que corrompen y debilitan el espíritu individual y nacional.
El Comercio, 07/02/2008