Ayer al mediodía —Día Mundial del Medio Ambiente— se supo extraoficialmente que varios indígenas amazónicos murieron en un enfrentamiento desigual contra las fuerzas del orden.
Tan desigual, que se dijo que un nativo disparó su escopeta contra un helicóptero armado (una hormiga picando a un elefante, más o menos). Lo que desde hace casi dos meses era un paro pacífico, para sentar posición sobre dos leyes que vulneran derechos sobre los territorios ancestrales de los nativos —y con ello la supervivencia de sus culturas—, se convirtió en una guerra sin cuartel con el triste saldo de amazónicos y policías muertos.
El representante de Aidesep, Alberto Pizango, deslegitimado por algunos y señalado ahora como responsable de la violencia, denunció que “la policía y el Ejército están asesinando hermanos en la carretera Fernando Belaunde Terry”, calificando estos hechos de “genocidio” contra quienes defienden la vida y los recursos naturales. Vale la pena recordar que la doctora Beatriz Merino, defensora del Pueblo, ha solicitado al Tribunal Constitucional declarar la inconstitucionalidad de una de las normas, la 1064, por “atentar contra los derechos de propiedad de la tierra y de consulta previa”. Diversos expertos manifiestan además que la Ley de la Selva (D.L. 1090) contraviene el Convenio 169, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) “sobre los pueblos indígenas y tribales en países independientes”.
El jueves el Congreso debió debatir la derogatoria de tal ley, pero según la oposición la bancada gobiernista bloqueó esa posibilidad. El arribo a la capital de representantes de las poblaciones amazónicas para informar lo que estaba sucediendo es muestra de la insensibilidad de unas autoridades convencidas de que usar corbatas es estar por encima de quienes lucen tocados de plumas. En 1803 el científico alemán Alexander von Humboldt escribió a don Ignacio Checa, gobernador de Jaén: “En Lima mismo no he aprendido nada del Perú… Lima está más separada del Perú que Londres… Un egoísmo frío gobierna a todos, y lo que no sufre uno mismo, no da cuidado al otro”. A esta Lima tan lejana del Perú llegó también a hacer sus denuncias la señora Nelly Calvo, pobladora de Bagua, cuyo tío y hermano han sido asesinados por la inexplicable violencia ordenada contra los indígenas (esto mientras Sendero Luminoso se rearma, recluta niños y los cárteles de la droga se fortalecen).
En 1998 se realizó en Tarapoto un foro sobre espiritualidad indígena. Entonces Oren Lyons, jefe de los onondaga estadounidenses, dijo: “Debes respetar la vida, toda la vida, no solo la tuya. La palabra clave es respeto. A menos que respetes toda vida como propia te conviertes en un asesino. El hombre cree que ha sido elevado para ser el controlador. El trabajo del hombre no es explotar sino servir. El hombre tiene responsabilidad, no poder”. Ojalá tales palabras lleven al Gobierno a escuchar con humildad a nuestros compatriotas amazónicos para establecer un diálogo por la paz, la conservación del ambiente y la defensa de los valores democráticos.
Tan desigual, que se dijo que un nativo disparó su escopeta contra un helicóptero armado (una hormiga picando a un elefante, más o menos). Lo que desde hace casi dos meses era un paro pacífico, para sentar posición sobre dos leyes que vulneran derechos sobre los territorios ancestrales de los nativos —y con ello la supervivencia de sus culturas—, se convirtió en una guerra sin cuartel con el triste saldo de amazónicos y policías muertos.
El representante de Aidesep, Alberto Pizango, deslegitimado por algunos y señalado ahora como responsable de la violencia, denunció que “la policía y el Ejército están asesinando hermanos en la carretera Fernando Belaunde Terry”, calificando estos hechos de “genocidio” contra quienes defienden la vida y los recursos naturales. Vale la pena recordar que la doctora Beatriz Merino, defensora del Pueblo, ha solicitado al Tribunal Constitucional declarar la inconstitucionalidad de una de las normas, la 1064, por “atentar contra los derechos de propiedad de la tierra y de consulta previa”. Diversos expertos manifiestan además que la Ley de la Selva (D.L. 1090) contraviene el Convenio 169, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) “sobre los pueblos indígenas y tribales en países independientes”.
El jueves el Congreso debió debatir la derogatoria de tal ley, pero según la oposición la bancada gobiernista bloqueó esa posibilidad. El arribo a la capital de representantes de las poblaciones amazónicas para informar lo que estaba sucediendo es muestra de la insensibilidad de unas autoridades convencidas de que usar corbatas es estar por encima de quienes lucen tocados de plumas. En 1803 el científico alemán Alexander von Humboldt escribió a don Ignacio Checa, gobernador de Jaén: “En Lima mismo no he aprendido nada del Perú… Lima está más separada del Perú que Londres… Un egoísmo frío gobierna a todos, y lo que no sufre uno mismo, no da cuidado al otro”. A esta Lima tan lejana del Perú llegó también a hacer sus denuncias la señora Nelly Calvo, pobladora de Bagua, cuyo tío y hermano han sido asesinados por la inexplicable violencia ordenada contra los indígenas (esto mientras Sendero Luminoso se rearma, recluta niños y los cárteles de la droga se fortalecen).
En 1998 se realizó en Tarapoto un foro sobre espiritualidad indígena. Entonces Oren Lyons, jefe de los onondaga estadounidenses, dijo: “Debes respetar la vida, toda la vida, no solo la tuya. La palabra clave es respeto. A menos que respetes toda vida como propia te conviertes en un asesino. El hombre cree que ha sido elevado para ser el controlador. El trabajo del hombre no es explotar sino servir. El hombre tiene responsabilidad, no poder”. Ojalá tales palabras lleven al Gobierno a escuchar con humildad a nuestros compatriotas amazónicos para establecer un diálogo por la paz, la conservación del ambiente y la defensa de los valores democráticos.
El Comercio, 06 de junio de 2009