Sur de los Estados Unidos. Años 30. El sol se filtra por entre las hojas del álamo blanco. Gotas de sangre caen hasta la raíz. Los cuervos revolotean alrededor de un hombre —quizá más— doliente como un Cristo a punto de morir o ya muerto en olor de magnolias. Ha sido linchado y colgado por ser negro, por no haberse comportado como se supone debe hacerlo un negro, o por haberse comportado como no debe hacerlo, por ejemplo, pisando la misma acera por la que anda un blanco. Hombres, mujeres y niños blancos miran sonrientes la escena, algunos toman fotos de recuerdo, otros lo hacen para mostrarle al mundo la barbarie. Hasta los años cuarenta tan horrendas fotografías se vendían como “souvenirs” en varios pueblos sureños. Fueron esas mismas imágenes las que despertaron la indignación y con ella el cambio. Billie Holiday (1915-1959) le revelaría al mundo esa realidad con “Strange Fruit” (Extraña fruta), una canción condenatoria del racismo y de los linchamientos.
Del poema a la voz
Abel Meeropol (1903-1986), un profesor judío de origen ruso, escribió —bajo el seudónimo Lewis Allan— el poema “Bitter fruit” (Fruta amarga), que describía los brutales asesinatos perpetrados en el bucólico escenario sureño. Luego lo musicalizó, convirtiéndolo en la contundente canción “Strange fruit”. El Café Society era por entonces un club frecuentado por intelectuales progresistas, uno de los primeros lugares fuera de Harlem donde se atendía a blancos y a negros. Allí, una noche de 1939, la potente y triste garganta de Billie Holiday cantó para contar.
Han pasado setenta años desde que “Strange Fruit” le reveló al mundo la maldad. Cuando Holiday estrenó su canción una encuesta señalaba que seis de cada diez sureños blancos aprobaban los linchamientos. Dos años antes, su padre había muerto porque ningún hospital aceptaba tratarlo, siempre ella diría “no lo mató la neumonía, lo mató Dallas” (ciudad de Texas).
En esa coyuntura de marginación, en una democracia cuya Corte Suprema permitía la segregación racial bajo la extraña lógica de “separados pero iguales”, Holiday desató una verdadera revolución con una canción nacida de las heridas abiertas de una sociedad llena de prejuicios y miedos, una obra de arte provocadora que logró una reacción civil y política. Esta icónica canción —considerada por algunos como la mejor experiencia de agitación y propaganda política de la historia— ha sido grabada por variedad de artistas. Billie Holiday no la tuvo tan fácil pues su casa matriz, Columbia Records, rehusó grabarla. Fue Milton Gabler, un emprendedor hijo de judíos (el mismo hombre que años más tarde uniría por primera vez en un disco a Louis Armstrong y Ella Fitzgerald), quien grabó esta canción de protesta en su sello Commodore Records.
La prohibición
“Strange Fruit“sonó muy poco en las radios, sin embargo llegó al puesto 16 en las listas de popularidad. Eran tiempos difíciles para la lucha por los derechos civiles. El ala segregacionista del Partido Demócrata jugaba un papel preponderante en la administración de Franklin D. Roosevelt. El consenso era que la batalla por la equidad racial y contra los linchamientos formaba parte de la agenda comunista. Tanto así que en 1941 el profesor Meeropol debió atestiguar frente al comité Rapp-Coudert, establecido por el estado de Nueva York para investigar la supuesta influencia comunista en las escuelas públicas. Allí se le preguntó si el Partido Comunista le había encargado o pagado la creación “Strange Fruit”. Muchos clubes impidieron que Billie Holiday interpretara el himno de una lucha, cuya exitosa culminación es, sin duda, la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca, setenta años después de que por primera vez ella interpretara esa canción.
Canción del siglo XX
*“Strange fruit” fue calificada como la canción del siglo por la revista “Time” en 1999.
Ha sido grabada por diversos artistas, principalmente de jazz y blues, como Nina Simone (1933-2003).
*En los últimos años la han cantado Diana Ross, George Michael, Cassandra Wilson y Tori Amos.
U2 le rinde homenaje a Billie Holiday con “Angel of Harlem” (El Ángel de Harlem), en su disco Ratlle and Hum.
*En octubre de 1939 el periodista Samuel Grafton de “The New York Post” escribió “Si la rabia de los explotados en el sur alguna vez se alza lo suficiente, ahora tienen su Marsellesa”.
El Comercio, 12 de abril de 2009