En pocos rincones del planeta la política debe ser algo tan inútil e
incómodo, como en nuestro país. Y es que hace mucho tiempo se dejó de debatir
ideas y forjar ideales para abrirle paso a la opinión desinformada, a la
envidia, al odio y al desparpajo. Salvo honrosas excepciones, los "políticos" (o
la gente común que se convierte en eso) son una especie bastante desagradable.
Escribió Manuel González Prada algo que dice más o menos que por aquí se le da
poder a un gusano y fácil se convierte en víbora.
Los políticos exigen respeto y no hacen nada para merecerlo; hablan de un
país que conocen y de todo, menos de algo importante. Descalifican al adversario
que les estorba la componenda y, sin sangre en la cara, postulan a cargos pese a
sus inconductas. Los elegimos dirán algunos, sí, pues, por desgracia. Para
muestra un par de botones: Francis Allison, una vez más alcalde de Magdalena,
brindaba servicios no esclarecidos a la 'chuponeadora' empresa BTR; purgó
prisión en Estados Unidos por intentar sacar de ese país dinero no declarado, es
cuestionado por facilitar licencias de construcción para inmensos edificios,
inclusive en calles en litigio con San Isidro. Y qué decir de la ex ministra de
la Mujer Mocha García Naranjo, autora mediata del envenenamiento de cuatro niños
cajamarquinos con alimentos del Pronaa, bajo su responsabilidad, y hoy premiada
con la embajada en Uruguay. Así estamos. Por estas tierras eso del bien común no
está en el vocabulario ni en el espíritu de quienes acceden al poder. No hay que
tener mística, propuestas, vocación de servicio ni conocer siquiera lo que
requiere nuestro país y menos aun lo que necesitan los peruanos para alcanzar el
bienestar y la felicidad. A la gente basta engatusarla, y para eso bastan cuatro
reales, un marketero y repetir como loro: aborto, legalización de drogas, los
curas son malos y un largo etcétera de sandeces.
Mientras tanto, en el mundo real, los niños y niñas de las alturas andinas
mueren año tras año por la ola de frío, los mineros ilegales devastan nuestra
Amazonía, la gente muere en las carreteras por la irresponsabilidad de los
transportistas, los enemigos de la inversión hacen de las suyas, dos de cada
tres niños padecen anemia, la mayoría no entiende lo que lee y así.
¿Qué nos queda? ¿Procurar que mejores seres humanos se involucren en ese
muladar? Puede que lo más sensato sea seguir el consejo del sabio Antonio
Raimondi: "Jóvenes peruanos [...] Dad tregua a la política, y consagraos a hacer
conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene". Esos recursos cuya
rapiña facilitan nuestros padrastros de la patria.
El Comercio, 13 de julio de 213
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