Llamar “guerra interna” o “violencia política” a los crímenes de Sendero Luminoso y el MRTA, debería considerarse traición a la patria. Ese lenguaje delicado de la progresía le da el beneficio de la duda quiénes pretendieron dinamitar al Estado de Derecho y ajusticiaron a los representantes del sistema, es decir de la mismísima democracia, fueran estos alcaldes de pequeñitos pueblos andinos o humildísimos campesinos con espíritu emprendedor.
Lo de Sendero Luminoso y el MRTA fue terrorismo, y punto. Quienes llaman de otro modo a esas dos lucrativas corporaciones del asesinato serial, odian al Perú y los peruanos de bien; escupen sobre el movimiento popular de mujeres y la memoria de María Elena Moyano, dinamitada en Villa El Salvador; aplauden los asesinatos de gays por el MRTA, sí porque el MRTA despreciaba a los homosexuales, los asesinaba y les colgaba cartelitos que decían “así mueren los maricones”. No llamar terrorismo al terrorismo es tirar basura sobre los miles de policías y militares que dieron su vida por defendernos y es burlarse de las rondas campesinas que hicieron lo propio.
A lo largo de los años ochenta (segundo belaundismo, Acción Popular-PPC; y primer alanismo, APRA) el Estado enfrentó la violencia con violencia. Por esa estrategia que respondan los más altos representantes de esos partidos, porque de hecho el presidente de turno es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y por ende responsable de las tácticas desarrolladas por sus soldados.
Sendero y el MRTA no buscaban el bien del Perú por la vía de las armas, fueron simplemente dos lucrativas “empresas” que acumularon fortunas desangrando nuestra patria, cobrando cupos, rescates y robándole hasta a los pobres.
Todo eso terminó el 12 de setiembre de 1992, durante el gobierno del presidente Alberto Fujimori, cuando fue capturado el mayor genocida de la historia nacional, Abimael Guzmán, alías “presidente Gonzalo”.
En el caso de los terroristas del MRTA, estos sufrieron su primer revés cuando su cabecilla Víctor Polay Campos fue capturado (1993) también durante el gobierno de Fujimori. La gran derrota del MRTA llegó en abril de 1997, cuando sus últimos cuadros libres murieron en lucha frontal durante la impecable operación “Chavín de Huantar”, en la que se rescató a los rehenes de la Embajada de Japón.
Los que dicen “guerra interna” y “violencia política” en vez de terrorismo, le llaman “dictador” a Alberto Fujimori (saquen ustedes sus conclusiones). Y este 12S vamos a la marcha “Terrorismo Nunca Más”.
Expreso, 10 de setiembre de 2016