El jueves el presidente Ollanta Humala hizo un extraño análisis económico: “La minería no ha resuelto los grandes problemas, por eso debemos apostar por la innovación”.
Raro, que se sepa ninguna actividad económica aislada –sea pesca, agricultura, turismo, etc.- resuelve “los grandes problemas”. Dijo, además, que no descarta declarar el estado de emergencia en Islay y terminó invocando al diálogo. Esto tras más de 40 días de protestas contra el proyecto cuprífero “Tía María”. ¿Será posible dialogar cuando la población y la policía se han enfrentado ferozmente?
Hasta ayer sumaban dos civiles muertos y 79 heridos, y 144 efectivos también heridos. ¿Querrán dialogar aquellos calificados de “terroristas-mineros” siendo agricultores preocupados, mal-informados y, en algunos casos, azuzados por sectores de la izquierda y por infiltrados que aparentemente son reservistas del antaurismo? Difícil.
“Tía María” (Grupo México-Southern) no supo ganarse la confianza de la población y el Estado apareció cuando la pradera ardía para reprimir (cosa que no es sinónimo de restablecimiento de la paz social).
Los conflictos globales población-empresa han sido profundamente analizados por el renombrado economista Hernando de Soto quien encuentra su origen en la “coexistencia” de dos países viviendo en tiempos distintos: “el siglo XXI enfrentándose al siglo XIX”, dice. Para el caso, un Perú industrial (moderno, empresarial, con contratos y documentos garantizando propiedades y derechos económicos); frente al Perú preindustrial (mayoritariamente informal, sin acceso a documentación para proteger sus escasas posesiones, sin medios para expresar sus inquietudes ni acceso a los beneficios del Estado y la modernidad).
Tía María” no la tiene fácil: su estudio de impacto ambiental, EIA, tuvo más de 80 observaciones; carga con la pésima reputación de Southern (décadas de mala praxis socio-ambiental), a lo que hay que añadir la imagen contaminadora del propio Grupo México, propietario del 75 % de Southern (en agosto de 2014, el grupo mexicano derramó 40 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico en Sonora, el mismo químico se usará en “Tía María”).
¿Por qué no recurrir a la “biolixivización”, considerada por un estudio chileno como la gran revolución minera? En ella “se emplean microorganismos para disolver los minerales”. Eso es innovar.
Construir una industria ambientalmente amigable y respetuosa con las poblaciones locales es posible. Lo que no es posible es un Humala incapaz de guiar al Perú hacia la modernización, la formalización, la conservación, la paz social, el progreso y el crecimiento real y sostenible. Cinco años perdidos. Por cierto, ¿qué se cuentan los garantes?
Martha Meier M.Q.
Diario "Expreso", 09 de mayo de 2015