SÁBADO 05 DE DICIEMBRE DEL 2015
LA CADE NO ES EL PERÚ
Algunos creen que la Conferencia Anual de Ejecutivos, CADE, es una reunión de los “dueños del Perú” donde los candidatos punteros les explican sus planes de gobierno. En realidad a los “dueños del Perú” les importa poco ese asunto. De hecho, a lo largo de nuestra historia republicana las élites siempre se aconchaban con quien llegue al poder, con cualquiera, literalmente cualquiera.
A la CADE asisten pocos de los grandes inversionistas peruanos. En esa cita se reúnen mayormente empleados de alto rango del sector privado, lobistas, uno que otro político con afán de figuración y algunos periodistas.
En ese Perú paralelo -sin espacio para el poeta, cineasta o el pintor- todos hablan de “los pobres” a espaldas de los pobres. A los organizadores no se les pasa por la cabeza invitar a alguno de ellos para que narre las vicisitudes de su diario vivir y poder conocer de primera mano cómo se sufre al no tener acceso a los servicios de la modernidad: agua limpia, salud, alimentación adecuada, vivienda digna. Tampoco se les ocurre invitar a algún líder amazónico o campesino para tratar de entender cómo les afecta cotidianamente la minería y tala (legal e ilegal), el narcotráfico, la contaminación de sus fuentes de agua, sus suelos, la alteración de sus modos de vida.
La inseguridad nos afecta a todos, pero más a “los pobres” no invitados a la CADE. Aquí un ejemplo: hace dos días una mujer en sus treintilargos fue a visitar la pequeña tienda de colchones de su primo, inaugurada hace algunos meses con mucho esfuerzo. Ambos llegaron a Lima a fines de los ochenta huyendo del terrorismo siendo aún niños. A plena luz del día entraron unos encapuchados con armamento pesado, gritando e insultándolos. Fue una alerta, el primer susto para luego pedir cupo. Conclusión del humilde colchonero: “mejor cierro la tienda, es muy peligroso”.
El emprendedurismo peruano es asfixiado por el terror de la inseguridad. ¿Qué país puede avanzar así? Sin seguridad no hay economía, sin seguridad no hay emprendedores, sin emprendedores crece la pobreza y aparece un delincuente, un terrorista o un ciudadano de brazos cruzados que demandará del Estado manutención para él y su familia.
Bien ha escrito César Hildebrandt sobre los participantes en la CADE: “Son empresarios y alguien les ha hecho creer que representan al país, que el Perú está encarnado en ellos y que el futuro les pertenece”. Tiene razón. Cambiar esa autopercepción distorsionada es el gran reto.