domingo, mayo 30, 2010

Podríamos empezar por soñar


Mi mamá dice que Barack Obama se llevará a quienes no tienen sus papeles, y ella no los tiene” le dijo la niña peruana Daisy Cueva a la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, en una escuela. La sinceridad de la chiquita de 7 años desató la polémica, los medios de comunicación y algunos congresistas propusieron retomar el debate y avanzar con la frustrada reforma migratoria de la administración Obama. Daisy es hoy la cara de la inmigración en un país donde más de 12 millones de inmigrantes indocumentados —como su mamá— viven, sueñan y trabajan para prosperar. Bastó un instante para que su temor de verse separada de su madre impactara profundamente en la interminable y abstracta discusión sobre la problemática que se da en el universo paralelo de los adultos, donde la niñez no tiene voz y quizá por ello sea un perverso laberinto de intrigas y mezquindades.
A los 11 años, Jack Davis Suero, hijo y nieto de peruana, almorzaba en un restaurante-bufet (de esos “sírvase todo lo que pueda comer”) cuando preguntó: “¿Qué hacen con lo que no se consume?”. La respuesta lo dejó perplejo: “Va al tacho”. No le gustó que en el estado de La Florida —donde vive con su familia— se desecharan alimentos en buen estado. “Así es la ley, por cuestiones sanitarias y para proteger a los restaurantes de demandas”, le comentó su padre, abogado él, racional y lógico. A Jack no le pareció buena, lógica ni racional una ley que obliga a deshacerse de algo vital para “tantos pobres, gente buena pero con poca suerte que no tienen qué comer”. Decidió cambiar las cosas y empezó a enviar correos electrónicos a las autoridades. Los medios volcaron su atención hacia tan cándida campaña y un par de senadores también. Para acortar el cuento, en el 2008 se aprobó la ley “Jack Davis, Florida echando un mano de ayuda”, que permite a los restaurantes entregar sus sobras no utilizadas a las instituciones y personas que lo requieran. Hay cosas que en el apurado universo adulto simplemente “son así” y para niñas y niños eso significa simplemente que pueden “ser asá”.
En Londres, Charlie Simpson de 7 años, decidió que no seguiría inmóvil frente a la tele impactado por las imágenes del terremoto de Haití. Dejó eso para los “grandes” y decidió recaudar fondos. En la página web JustGiving.com escribió que usaría su bicicleta para recorrer el South Park “todas las veces que fuera posible” y así conseguir lo necesario para comprar comida, agua y carpas. Y así lo hizo con alegría y vitalidad hasta recaudar unos 200.000 euros que entregó a Unicef. Los niños no hacen discursos, tienen ideas que ponen en práctica y como el “fracaso” no está en su imaginario tienen éxito.
Los adultos no tenemos mucho que enseñarles a los pequeños terrícolas —como no sea a leer, escribir, sumar y restar— más bien deberíamos aprender de ellos: expulsar del juego al que hace trampa, disfrutar de la competencia en equipo, identificar al mejor líder para el grupo, imaginar y sentir empatía por el otro. Cuando un pequeño pregunta: ¿Por qué llora ese niño?, muestra esa empatía.
Todo lo malo que pueda haber en una niña o en un niño ha sido inoculado por algún adulto: prejuicio, violencia, desidia, insensibilidad por los demás.
“Nosotros soñamos con la perfección” —dice Adora Svitak, poeta, narradora e influyente bloguera estadounidense de 12 años— y añade: “Y esto es bueno porque para que algo se vuelva realidad primero hay que soñarlo. Nuestra audacia para imaginar ayuda a empujar las fronteras de lo posible”.
Viendo las barbaridades perpetradas por los mayores —como esa tal jueza Jessica León Yarango que buscó los resquicios de la ley para liberar a la terrorista Lori Berenson— resulta preferible y más seguro contar con autoridades de 7 años de edad.


El Comercio, 29 de mayo de 2010

Agricultura orgánica y biodiversidad


A lo largo de los siglos la agricultura contribuyó a enriquecer la diversidad biológica del planeta, a proteger los ecosistemas y conservar el hábitat de la flora y fauna nativas. Ni bien comenzado el siglo XXI esta misma actividad —hoy intensiva, extensiva, de monocultivo y dependiente de pesticidas— fue señalada como una seria amenaza para el 70% y el 49% de especies de aves y plantas, respectivamente, según la “Lista Roja” de especies en peligro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés). La destrucción y contaminación de hábitats, asociadas a las actividades agrícolas contemporáneas, es una de las principales causas de pérdida de diversidad biológica o biodiversidad. Hoy se depredan bosques para sembrar un único producto, contaminándose suelos y fuentes de agua superficiales con la serie de venenos usados para combatir las plagas.
Los hombres y mujeres de la antigüedad hicieron las cosas de manera muy distinta: domesticaron las plantas silvestres transformándolas en alimento y crearon no una sino, en algunos casos, miles de variedades de la misma especie. Tomemos por ejemplo la papa —en estado silvestre venenosa—, un tubérculo que forma parte de los cuatro alimentos más importantes de la dieta mundial moderna. En el Perú Antiguo mediante experiencias de campo, selección y cruce se la hizo comestible y hoy exhibimos con orgullo la cifra de más de 3.000 variedades nativas desarrolladas antaño. La agricultura del ayer fue un culto a la tierra, en los campos se cultivaban especies varias (policultivo) y estos se convirtieron en nuevos hábitats, se crearon nuevos paisajes y se respetaron los ecosistemas.
A mediados de los años 90 del siglo XX, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, investigó e impulsó la agricultura orgánica —actualmente en vertiginoso crecimiento— por constatarse su contribución a frenar la degradación ambiental, a mantener el equilibrio ecológico, a restablecer y aumentar la biodiversidad y permitir a las especies silvestres brindar una serie de importantes servicios ecológicos como “la polinización, el control de plagas y el mantenimiento de la fertilidad del suelo [...] La agricultura orgánica apunta a optimizar la calidad en todos los aspectos de la agricultura y del medio ambiente, mediante el respeto de la capacidad natural de las plantas, de los animales y del paisaje”.
Pese a la crisis económica global, el mercado para los orgánicos ha venido creciendo sostenida y vertiginosamente. Los consumidores han redescubierto los sabores de aquello cultivado de modo natural (tomate con sabor a tomate y no a plástico o a nada) y prefieren una alimentación más sana y segura. La tendencia gastronómica del siglo XXI se enfoca también en lo orgánico, algo para lo que el Perú tiene grandes ventajas comparativas. Y lo mejor de todo: comiendo los sabrosos y saludables alimentos libres de pesticidas y de manipulaciones genéticas podemos contribuir con la conservación de la naturaleza.


El Comercio, 22 de mayo de 2010

miércoles, mayo 19, 2010

Dime para quién gobiernas y te diré quién eres


“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”, dijo el libertador Simón Bolívar en un discurso el 15 de febrero de 1819, durante la instalación del Congreso de Angostura.
En el rubro “sistemas de gobierno” el Perú ha sido un laboratorio de experimentos varios: dictaduras civiles y militares, autocracias, democracias, caudillismo, golpes de izquierda y derecha. De todo y para todos los gustos, pero hablemos sinceramente —con la mano sobre el corazón como quien va a cantar el himno nacional— ¿en algún período de nuestra historia algún sistema ha producido algo parecido a lo referido por Bolívar? No que sepamos, no que se recuerde ni que nos lo hayan comentado nuestras abuelas o abuelos. Vamos, ¿alguien en su sano juicio tiene un arrebato de felicidad al recordar a alguno de los que han pasado por Palacio de Gobierno? La dicha más bien llega cuando parte uno y entra el siguiente, por supuesto para desencantarnos siempre antes que después. Pese a todo, “de los sistemas de poder existentes, el Gobierno es el único que, en principio —y a veces de hecho—, responde al público y puede restringir las depredaciones del poder privado”, ha escrito el lingüista y activista político estadounidense Noam Chomsky. Y es que el gobierno es el único capaz de encauzar las legítimas apetencias del sector privado y sentar las bases para una relación armónica entre las necesidades de la población y la de los inversionistas. Complicada tarea esta de armonizar los dos extremos de tan enredado ovillo.
Chomsky explica que “alentar el sentimiento antifiscal es característica de la propaganda empresarial. Se adoctrina a la gente para odiar y temer al Gobierno”. Así nuestra zurda criolla, los antisistema y los eternos moralizadores que deshilachan al Ejecutivo por quítame estas pajas, abonan el terreno para que las grandes corporaciones —a las que creen combatir— controlen todo fácilmente, incluido al ungido por el voto popular. El lingüista nos recuerda que “las empresas favorecen un Estado poderoso que [...] incluso las rescate cuando destruyen la economía”, refiriéndose a los responsables de desencadenar la crisis estadounidense, que viven hoy muy tranquilos mientras un alto porcentaje de pobladores lo perdió todo.
Ahora bien, ¿son nuestros gobiernos resistentes para no sucumbir ante el más poderoso? Bolívar —siempre tergiversado por el impresentable Hugo Chávez— dijo en Angostura: “En las repúblicas el Ejecutivo debe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él [...]. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez”. Así las cosas, compete a la población reforzar la institucionalidad democrática, señalando los yerros del gobierno sin caer en la satanización ni en la negación de sus logros. Y, señor presidente, no espere que saltemos de felicidad por usted, pero al menos recuérdenos más a menudo que gobierna por el bien de todos.
El Comercio, 15 de mayo de 2010

Cada planta es un universo


En Ayacucho —según anotó el sabio Eric Santiago Antúnez de Mayolo Rynning— es costumbre que en las últimas semanas de embarazo y en el proceso de parto, las mujeres coman olluco porque “ayuda a que el niño resbale”. Así lo dicen por experiencia, y es que el delicioso y nutritivo tubérculo andino ayuda, entre otras cosas, a las contracciones. En las zonas más altas de Cusco, Puno y La Paz, las mujeres con problemas de fertilidad consumen kiwicha morada con muy buenos resultados, y se recomienda la quinua negra —variedad casi desaparecida— para tratar y curar males pulmonares, inclusive la tuberculosis. La lúcuma es hoy objeto de profundos estudios como insumo de una medicina para la esclerosis múltiple. A lo largo y ancho de nuestro país, los campos de cultivo ofrecen una asombrosa variedad de plantas alimenticias con insospechadas propiedades. Un tesoro vegetal que se va esfumando. La agrodiversidad se pierde y se fomenta —con buenas intenciones y enorme ignorancia— el monocultivo. Esto para desgracia de todos.
Como los campos, nuestros bosques son también fuente de especies de flora utilísimas. Algunas de ellas ya utilizadas para producir fármacos, como el famoso veneno amazónico, curare incluido en uno de los más efectivos tratamientos contra el mal de Parkinson. El sacha inchi, o maní inca, no deja de sorprender por su alto contenido de Omega 3 y sus propiedades para proteger el sistema cardiovascular así como las neuronas y la memoria.
La medicina occidental sabe aprovechar la flora y extraerle sustancias irreemplazables. Por lo pronto el doctor Eric Santiago Antúnez de Mayolo está convencido que el huanarpo macho es el gran secreto detrás del Viagra. Así tenemos, de paso, que el gran tesoro natural termina siendo usurpado sin que nos enteremos, y beneficiando a otros muy distintos que las comunidades depositarias de las valiosas especies.
El biólogo estadounidense Edward O. Wilson (1929), estudioso de la biodiversidad, escribió: “Los productos naturales han sido llamados los gigantes durmientes de la industria farmacéutica. Una de cada diez especies de plantas contienen compuestos con alguna propiedad contra el cáncer, por ejemplo”.
Esto debería ayudarnos a reflexionar sobre la necesidad de proteger nuestros campos de cultivos, nuestras variedades agrícolas, nuestros bosques y selvas que no son otra cosa que inmensos botiquines verdes que necesitamos conocer más a fondo, para beneficio de nuestra economía y la salud del planeta. El Perú cuenta con un fabuloso banco de recursos fitogenéticos medicinales para el futuro. ¿Algún plan de desarrollo lo toma en cuenta? Si es por flojera de nuestras autoridades habría que darles hojas del “capa joboshco” (huevo de coto, en castellano), un arbusto utilizado por el pueblo shipibo-conibo, justamente para combatir la flojera, ese mal nacional tan insoportable y peligroso.


El Comercio, 08 de mayo de 2010

sábado, mayo 01, 2010

La gran tragedia ecológica del siglo XXI

La industria pesquera de Louisiana, Estados Unidos, sufrirá pérdidas estimadas en más de US$2.500 millones. La Florida calcula que el impacto sobre el turismo costero —el principal rubro de ese estado— será de unos tres mil millones.
El pasado 20 de abril —paradójicamente dos días antes de celebrarse internacionalmente el Día de la Tierra— ocurrió la primera gran tragedia ecológica del siglo XXI y una de las peores de la historia. Una plataforma de la British Petroleum (BP) en el Golfo de México explotó, se hundió y empezó a liberar alrededor de 5.000 barriles de crudo diarios (cada barril derramado puede llegar a cubrir hasta 40.000 metros cuadrados de superficie marina). Bajo la mancha oscura —que ya se ha extendido sobre más de 1.500 kilómetros— el mar se hace inhabitable. El crudo ya alcanzó el delta del río Mississippi, un refugio de vida silvestre y una zona de piscicultura en la costa de Louisiana, acercándose ahora al norte de La Florida.
El Golfo de México es una cuenca marítima trinacional, entre los litorales de Estados Unidos, Cuba y México. Posee uno de los ecosistemas con mayor diversidad biológica del mundo, con islas y arrecifes de coral y la única playa conocida de desove de la tortuga marina Kemp Ridley, o tortuga cotorra, especie al borde de la extinción. Una zona de espectacular belleza donde se pueden observar especies raras como el manatí o vaca marina, delfines, orcas y ballenas jorobadas, además de variedad de aves marinas y de orilla como las grullas, entre otras.



El desastre ambiental juega, sin duda, en contra de la popularidad y credibilidad del presidente Barack Obama, quien pese a su “verde” discurso de campaña el pasado 31 de marzo tuvo la ocurrencia de levantar una moratoria que, desde hace dos décadas, impedía a las compañías estadounidenses explotar petróleo en aguas cercanas a la costa. El accidente de la BP explica las razones de aquella moratoria que frenó la proliferación de estas instalaciones.
El derrame de crudo en el mar es un grave problema ambiental. Al entrar en contacto con el agua marina, flota y forma una película sobre la superficie. La capa bloquea el paso de la luz solar e impide que el fitoplancton y las algas realicen la fotosíntesis. Se rompe la base misma de la cadena alimenticia y de la oxigenación de las aguas. Los peces, moluscos, crustáceos y algas literalmente se asfixian, y las aves que se posan sobre el mar quedan atrapadas en la grasa. Las especies sobrevivientes migran y la zona se ve empobrecida de vida. Pasarán varios años —por más dólares que la British Petroleum invierta en recuperación ambiental— para que las cosas vuelvan a su estado anterior.
Esperemos, de paso, que nuestras autoridades comprendan el mensaje y que no sigan autorizando con tan sospechoso frenesí la operación de plataformas petroleras en nuestra costa. Hay playas del norte donde estas moles de perforación dominan el paisaje a escasos metros de la reventazón.