“Maricón” llamó monseñor Luis Bambarén a Carlos Bruce y explicó que “gay” en castellano es “maricón”.
Bruce le exigió disculpas y lamentó que el jesuita lanzara calificativos de odio contra la comunidad LGTB. Bambarén dijo no haberse referido a todos los homosexuales, “sino a él porque hace gala” de serlo, y de paso le soltó que “estaba gordo”.
¿Dónde estuvimos los gordos unidos jamás seremos vencidos, o las masivas protestas LGTB y del resto del abecedario? La caviarada no soltó ni pío; los odiadores del clero pasaron el asunto por agua tibia y la “maquinaria del fango”, digitada desde la secuestrada Universidad Católica, procuró que la cosa no trascendiera nuestras fronteras. Fin del cuento.
Me disgustó que el expresidente de la Conferencia Episcopal “mariconease” a Bruce, como me disgusta su afinidad con la dictadura de Velasco, pero algo mayor nos une: una tradición de más de dos mil años basada en las enseñanzas de Cristo.
Cosa que al rojerío le importa un bledo, y si no lo atacaron fue para dar la imagen de no ser enemigos de la Iglesia, sino solo de uno de sus representantes: el cardenal Juan Luis Cipriani. Es decir de ese hombre que ha sido blanco de las mayores patrañas, desde los años ochenta, cuando se atrevió a reabrir los templos de Ayacucho, dando esperanza a los olvidados mientras Sendero Luminoso dominaba la zona.
Hoy lo acusan de plagio por no entrecomillar frases de documentos papales en su nota de opinión “El sentido primaveral de nuestra historia”. El Cardenal explicó esa omisión en carta al medio que publicó su escrito, pero el director notificó vía web: “Está claro que el diario no publicará más textos del cardenal”.
El impasse se usó para intentar desprestigiarlo y humillarlo internacionalmente.
Ahora circula una carta pidiendo al Papa Francisco su destitución: “No todos quienes firman esta carta son creyentes católicos, pero todos somos peruanos y la vida de todos nosotros está gravemente afectada por el poder que ostenta monseñor Cipriani en nuestro país”, dicen, como si el poder fuera de este hombre y no de la Iglesia.
Yo creo que Cipriani fue víctima de una trampa cuando se le pidió publicar su texto. Ver: http://elmontonero.pe/columnas/ cipriani-cayo-en-una-trampa. Una trampa tejida por el mismo director que editorializó institucionalmente contra la Encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco.
A diferencia de la vieja guardia de rojos criollos, los libertarios locales ignoran que su trasnochada ideología de “mercado de pulgas” se evapora ante la irrebatible misión de quienes buscan la verdad.