PRAGA. En su primer mensaje a la República Checa, una nación en la que prácticamente la mitad (48%) de sus habitantes se declaran ateos, el papa Benedicto XVI recordó la represión y persecución sufrida aquí por los cristianos, a manos del régimen comunista del partido único. Invocó a los checos a recuperar su larga tradición cristiana y a reencontrar la fe y la esperanza.
Una de sus primeras actividades fue venerar al Niño Jesús de Praga, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. Ales Pistora, arzobispo de la ciudad, dijo que el Papa ha arribado no solo como cabeza del Vaticano, sino también como “símbolo de los valores espirituales europeos”.
Es importante recordar nuestras propias raíces cristianas, especialmente ahora cuando la Iglesia, como guardiana de su propia tradición, se erige como la mayor alternativa a la política generadora de la crisis que atestiguamos.
El papa Benedicto XVI se encuentra en un peregrinaje de tres días por el corazón mismo de lo que fue la Europa comunista, invitado por el presidente Václav Klaus y los obispos checos. Pisó la hermosa ciudad de Praga ayer por la mañana y tiene una apretada agenda que culminará mañana lunes.
Entre otras actividades, se reunirá con el presidente Klaus y otros líderes gubernamentales, brindará servicios a grupos religiosos y laicos y tendrá un encuentro con los obispos, representantes ecuménicos y académicos. Ofrecerá, también, misas en Brno y en el bastión católico de Stará Boleslav, Moravia, donde en el año 935 fue asesinado el noble santo Wenceslao, patrono de los checos y cuya fiesta se conmemora el 28 de setiembre.
Un gran despliegue de seguridad se observa en Praga: calles cerradas, policías apostados estratégicamente, algunos helicópteros coordinando con patrulleros el redireccionamiento del tránsito.
El máximo representante de los católicos realiza su decimotercer viaje para alertar que la cultura moderna está expulsando a Dios de la vida de las personas y haciendo irrelevante la religión en la vida pública. La meta de este viaje, en palabras del vocero papal Juan Provecho, es: “Apoyar la vida cristiana, alentar a los creyentes y con sus palabras ayudar a muchos a tener una oportunidad de reflexión”.
Doce años después de la visita de Juan Pablo II, Benedicto XVI intenta como su predecesor que la palabra de Dios cale. Las numerosas joyas arquitectónicas religiosas que datan de la Edad Media hasta el Renacimiento son un símbolo de la profunda tradición cristiana que imperó en estas tierras. Se espera que el Papa discuta otros asuntos como la política europea y, al menos informalmente, se ocupe del Tratado Checo-Vaticano suscrito en el 2002 y rechazado por la Cámara Baja del Parlamento al año siguiente. El tratado contempla un mecanismo para resolver el estatus de las propiedades de la Iglesia expropiadas por el Estado en 1948 con el advenimiento del comunismo.
Una de sus primeras actividades fue venerar al Niño Jesús de Praga, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. Ales Pistora, arzobispo de la ciudad, dijo que el Papa ha arribado no solo como cabeza del Vaticano, sino también como “símbolo de los valores espirituales europeos”.
Es importante recordar nuestras propias raíces cristianas, especialmente ahora cuando la Iglesia, como guardiana de su propia tradición, se erige como la mayor alternativa a la política generadora de la crisis que atestiguamos.
El papa Benedicto XVI se encuentra en un peregrinaje de tres días por el corazón mismo de lo que fue la Europa comunista, invitado por el presidente Václav Klaus y los obispos checos. Pisó la hermosa ciudad de Praga ayer por la mañana y tiene una apretada agenda que culminará mañana lunes.
Entre otras actividades, se reunirá con el presidente Klaus y otros líderes gubernamentales, brindará servicios a grupos religiosos y laicos y tendrá un encuentro con los obispos, representantes ecuménicos y académicos. Ofrecerá, también, misas en Brno y en el bastión católico de Stará Boleslav, Moravia, donde en el año 935 fue asesinado el noble santo Wenceslao, patrono de los checos y cuya fiesta se conmemora el 28 de setiembre.
Un gran despliegue de seguridad se observa en Praga: calles cerradas, policías apostados estratégicamente, algunos helicópteros coordinando con patrulleros el redireccionamiento del tránsito.
El máximo representante de los católicos realiza su decimotercer viaje para alertar que la cultura moderna está expulsando a Dios de la vida de las personas y haciendo irrelevante la religión en la vida pública. La meta de este viaje, en palabras del vocero papal Juan Provecho, es: “Apoyar la vida cristiana, alentar a los creyentes y con sus palabras ayudar a muchos a tener una oportunidad de reflexión”.
Doce años después de la visita de Juan Pablo II, Benedicto XVI intenta como su predecesor que la palabra de Dios cale. Las numerosas joyas arquitectónicas religiosas que datan de la Edad Media hasta el Renacimiento son un símbolo de la profunda tradición cristiana que imperó en estas tierras. Se espera que el Papa discuta otros asuntos como la política europea y, al menos informalmente, se ocupe del Tratado Checo-Vaticano suscrito en el 2002 y rechazado por la Cámara Baja del Parlamento al año siguiente. El tratado contempla un mecanismo para resolver el estatus de las propiedades de la Iglesia expropiadas por el Estado en 1948 con el advenimiento del comunismo.
(*) Especial para El Comercio
El Comercio, 27 de setiembre de 2009