A lo largo de los años 80 y principios de los 90 dos grupos terroristas asolaron el Perú: Sendero Luminoso (SL) y el MRTA. Sendero, con su marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo, inició la guerra contra los peruanos el 17 de mayo de 1980, en Ayacucho. Para abril de 1983 irrumpieron en Lucanamarca y asesinaron a 69 campesinos, para vengar la muerte de uno de los suyos. Los genocidas senderistas aniquilaron a 11 mujeres (varias embarazadas), a 18 niños (incluido un bebe de seis meses) y a varios ancianos de alrededor de 70 años. Lo hicieron a machetazos y hachazos, quemándolos y disparándoles en la cabeza. Abimael Guzmán justificó el baño de sangre al declarar a “El Diario”: “El punto principal era hacerles entender que éramos una nuez dura de romper y que estábamos listos para todo”. Y por “todo” se refería también a la violación masiva de mujeres y niñas.
El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) recoge los testimonios de estas víctimas. Una de ellas menciona que fue violada por varios senderistas “en presencia de su esposo e hijos”. Otra recuerda que senderistas armados entraron a su casa y “violaron a su hija. La joven resultó embarazada”. Un padre de familia no olvida el secuestro de su hija, sacada a empellones de su propio hogar y haber encontrado al día siguiente su cadáver “con las manos atadas, semidesnudo”, ensangrentado y apuñalado: había sido violada. Se menciona que llegaban a abusar hasta de “una niñita”.
Tanta barbarie no justifica, de manera alguna, la brutal represión desencadenada desde los años 80 por las Fuerzas Armadas en su desorganizada y violenta estrategia antisubversiva, como tampoco la condena a priori de los soldados y policías que, desde la línea de fuego, expusieron y perdieron la vida en defensa de la nación.
Sendero Luminoso alcanzó la selva central, esclavizó al menos a 5 mil asháninkas, asesinó a 6 mil y forzó a desplazarse de sus tierras ancestrales a cerca de 10 mil. Allí la violencia sexual fue una estrategia colonizadora y de dominación, que melló el poder de los varones asháninkas, incapaces de defender a sus mujeres.
El reconocido periodista José María Salcedo, investigador del fenómeno, declaró a El Comercio: “Hubo violaciones masivas para que tuvieran hijos que ya no fueran asháninkas. De esto no se ha hablado mucho”.
Santiago Roncagliolo, autor de “La cuarta espada” —historia de Guzmán y SL— comentó a la periodista Cecilia Valenzuela en una entrevista televisiva que “arrepentimiento” o “perdón” son palabras inexistentes en el vocabulario senderista. Esos criminales mataron a pedradas a una periodista de este Diario: la ambientalista Bárbara d’Achille, asesinaron a María Elena Moyano frente a sus dos pequeños hijos y dinamitaron su cuerpo por invocar a Villa El Salvador a dejar atrás el miedo y a luchar por la paz.
Con acierto Abelardo Sánchez León escribió en esta misma página: “La izquierda legal en el Perú tiene una deuda: no ha hecho un deslinde tajante con el terror que desataran Sendero Luminoso (SL) y el MRTA”. Deslinde fundamental para la democracia y la reconciliación entre peruanos. Deslinde que requiere del pronunciamiento público de influyentes personajes de esa izquierda legal, como Sinesio López, docente universitario, columnista de opinión y ex director de la Biblioteca Nacional durante el toledismo, quien el 31 de agosto de 1983, en plena barbarie, escribió en la página 2 de “El diario de Marka”: ¿Quién es más patriota: Abimael Guzmán, que está dispuesto a morir y a matar por lo que cree —equivocadamente o no— bueno y justo para su país o Carlos Rodríguez Pastor, que sin arriesgar su pellejo, ha puesto la economía del Perú en manos de las trasnacionales y de la banca extranjera?”.
El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) recoge los testimonios de estas víctimas. Una de ellas menciona que fue violada por varios senderistas “en presencia de su esposo e hijos”. Otra recuerda que senderistas armados entraron a su casa y “violaron a su hija. La joven resultó embarazada”. Un padre de familia no olvida el secuestro de su hija, sacada a empellones de su propio hogar y haber encontrado al día siguiente su cadáver “con las manos atadas, semidesnudo”, ensangrentado y apuñalado: había sido violada. Se menciona que llegaban a abusar hasta de “una niñita”.
Tanta barbarie no justifica, de manera alguna, la brutal represión desencadenada desde los años 80 por las Fuerzas Armadas en su desorganizada y violenta estrategia antisubversiva, como tampoco la condena a priori de los soldados y policías que, desde la línea de fuego, expusieron y perdieron la vida en defensa de la nación.
Sendero Luminoso alcanzó la selva central, esclavizó al menos a 5 mil asháninkas, asesinó a 6 mil y forzó a desplazarse de sus tierras ancestrales a cerca de 10 mil. Allí la violencia sexual fue una estrategia colonizadora y de dominación, que melló el poder de los varones asháninkas, incapaces de defender a sus mujeres.
El reconocido periodista José María Salcedo, investigador del fenómeno, declaró a El Comercio: “Hubo violaciones masivas para que tuvieran hijos que ya no fueran asháninkas. De esto no se ha hablado mucho”.
Santiago Roncagliolo, autor de “La cuarta espada” —historia de Guzmán y SL— comentó a la periodista Cecilia Valenzuela en una entrevista televisiva que “arrepentimiento” o “perdón” son palabras inexistentes en el vocabulario senderista. Esos criminales mataron a pedradas a una periodista de este Diario: la ambientalista Bárbara d’Achille, asesinaron a María Elena Moyano frente a sus dos pequeños hijos y dinamitaron su cuerpo por invocar a Villa El Salvador a dejar atrás el miedo y a luchar por la paz.
Con acierto Abelardo Sánchez León escribió en esta misma página: “La izquierda legal en el Perú tiene una deuda: no ha hecho un deslinde tajante con el terror que desataran Sendero Luminoso (SL) y el MRTA”. Deslinde fundamental para la democracia y la reconciliación entre peruanos. Deslinde que requiere del pronunciamiento público de influyentes personajes de esa izquierda legal, como Sinesio López, docente universitario, columnista de opinión y ex director de la Biblioteca Nacional durante el toledismo, quien el 31 de agosto de 1983, en plena barbarie, escribió en la página 2 de “El diario de Marka”: ¿Quién es más patriota: Abimael Guzmán, que está dispuesto a morir y a matar por lo que cree —equivocadamente o no— bueno y justo para su país o Carlos Rodríguez Pastor, que sin arriesgar su pellejo, ha puesto la economía del Perú en manos de las trasnacionales y de la banca extranjera?”.
El Comercio, 14/03/09