Por las venas de Rocío Torres Carcasi corre sangre puneña. A sus 29 años ha
conocido la pobreza y luego la bonanza. Siendo más joven, decidió conocer el
mundo y se embarcó en cruceros turísticos para trabajar. Hoy tiene la
responsabilidad de velar por la herencia de su padre, un hombre pobre que empezó
como informal y terminó creando una sólida empresa de mediana minería.
Rocío se convirtió en noticia apenas compró en España Yerbabuena, la finca
ganadera del torero Ortega Cano. Un sueño que se ha convertido en su nueva
pesadilla. ¿Las anteriores? El secuestro de sus padres por Sendero Luminoso, la
muerte de su padre a los 46 años por un tumor cerebral, el asesinato de su
hermano el año pasado (extrañamente con armamento policial) y las amenazas de
los mineros ilegales que constantemente invaden su concesión minera en La
Rinconada, a seis mil metros de altura.
La compra de Yerbabuena llegó al Perú distorsionada y terminó vinculando la
fortuna de los Torres a las mafias de la minería ilegal. Una gran mentira.
El origen del éxito y tristezas de esta familia andina hay que buscarla en
Percy Torres, el padre, un hombre de campo, oriundo de Azángaro, que huyó de su
pueblo natal, como tantos otros, por el senderismo. Se afincó, entonces, en la
zona minera de La Rinconada, donde fue contratado para extraer oro para terceros
(ilegales e informales).
Para los noventa, ya con una familia a cuestas, inició su propia búsqueda del
tesoro. Al principio no hubo suerte hasta que sus exploraciones lo llevaron a
ubicar una veta de muy buena ley. El mercado andaba inestable: en agosto de
1999, la onza de oro cayó a mínimos de 251 dólares, pero, pese a ello, Torres
empezó a formalizarse: creó Titán SAC, en el 2003, y Titán Contratistas
Generales SAC, en el 2008, cuando el oro cotizaba ya encima de los mil dólares,
y siguió subiendo (para suerte de los Torres, del resto de mineros y de las
rentas nacionales).
En el 2011 compró parte de lo que fue la Hacienda Checayani, originalmente
tierra de los Choquehuanca, en Muyani. El joven pobre que escapó de Sendero era
ya un hombre exitoso. Lamentablemente murió al poco tiempo y su único hijo
varón, Iván, se encargó de las empresas, pero fue asesinado al año de asumir el
cargo.
Hoy Rocío, fuertemente resguardada, administra el patrimonio Torres y busca
reducir el uso de mercurio en la minería. Ella es la cara joven, andina y con
preocupación ambiental de la mediana minería formal peruana. Su sueño es lograr
una minería social y ambientalmente sostenible. Ojalá no le pongan cabes en ese
empeño.
El Comercio, 31 de agosto de 2013
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