Los mineros pequeños y los artesanales están dispuestos a incorporarse a la modernidad y al mercado; a usar tecnología de punta, a comprometerse con proyectos de recuperación ambiental y asumir el compromiso “mercurio cero”. Lo sé porque desde hace varios meses he sostenido reuniones con representantes de ese “gremio informal” compuesto por más de medio millón de personas.
Al ministro de la Producción y a las ministras de Energía y Minas, y de Ambiente deberían obligarlos a protagonizar un capítulo de “Intercambiados”, ponerse los zapatos del pequeño minero y así conocer de primera mano el calvario burocrático y corrupto que supone formalizarse.
El economista Roberto Abusada describió la estrategia formalizadora del gobierno humalista como “un amplio catálogo de desatinos. Se le exigía a un minero artesanal que extrae unas cuantas latas de piedras al día los mismos requisitos que a una mina que procesa 300.000 toneladas diarias […]. La idea de que tales políticas podrían cumplir algún objetivo benéfico es solo concebible emergiendo de algún conjunto de mentes perturbadas”. Hoy, una serie de imprácticas normas (del pepekausismo) siguen complicando el proceso.
No resolver los asuntos más urgentes de nuestro país beneficia solo a quienes medran con ellos. Así lo hacen una legión de oeneges, consultores, “periodistas” de investigación, analistas, “empresarios” e inclusive algunos políticos, todos alineados en función de sus propios intereses para encizañar aún más cuestiones como el fenómeno de la minería informal, tan usado para distraernos, por ejemplo, de que en los departamentos con más inversión minera -como Cajamarca, Huancavelica y Apurímac- se presentan los mayores índices de pobreza y desnutrición infantil.
El Mapa de Pobreza del INEI, 2014, (el panorama actual es casi igual) muestra que en las regiones de gran minería como Cajamarca y Ayacucho, más del 50% de la población es pobre; y en Cajamarca (según datos de 2016) además del porcentaje de pobres, existe 23.9% de pobreza extrema. En Pasco y Huancavelica entre 45% y 50% de los habitantes son pobres; con el agravante de que en Pasco la pobreza aumentó 5.9%, entre 2012 y 2014.
La gran minería no es tan extraordinaria como nos la pintan, ni la pequeña minería informal y artesanal tan atroz. Le toca al gobierno lograr que ambas propicien el desarrollo sostenible, generen riqueza donde operan e impulsen una sólida economía inclusiva y “verde”.
Agua, bosques, salud y oro; de todo eso se trata.
Martha Meier M.Q.
Expreso, 02 de setiembre de 2017
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