El amauta Javier Pulgar Vidal sostenía que el cerebro humano era el mayor recurso natural del planeta. Lo repetía una y otra vez en diversas reuniones de conservación de la naturaleza. Así dejaba atónito a un auditorio preparado para escuchar sobre bosques y maderas, sobre petróleo y minerales, sobre el agua dulce albergada en los glaciares y un mar preñado de peces, es decir, sobre los recursos y materias primas con proyección económica. El sabio, de mirada vivaz y pequeña estatura, sonreía bondadosamente esperando alguna opinión contraria. Pero no la había, no podía haberla porque lo dicho era ciertísimo. ¿De qué progreso podemos hablar si no contamos con mentes de las que manen las ideas?
"El gran mérito de la inteligencia humana --decía-- es el descubrimiento, localización, extracción y explotación de los recursos naturales para convertirlos en riquezas". Queda claro pues que el aprovechamiento de los recursos y el desarrollo de un país depende de los elaborados procesos químicos y eléctricos que suceden dentro de tan fascinante y complejísimo tesoro natural, sobre el que no existen propuestas de conservación ni de protección.
Según datos, uno de cuatro niños peruanos menores de 5 años sufre de desnutrición crónica. Cerca del 70% de los menores de 2 años padece anemia, es decir, que en la edad crítica de formación cerebral una gran mayoría de pequeños compatriotas no tiene acceso a los nutrientes necesarios para el desarrollo óptimo de su potencial como seres humanos. No olvidemos, además, que se trata de hijos de padres y madres a su vez malnutridos; de mujeres que en muchos casos no han recibido durante el embarazo las vitaminas y minerales requeridos para la gestación saludable de los peruanitos por nacer. No nos llame la atención, pues, el hecho de que ocho de cada diez niños no entiendan lo que leen.
Una política educativa que no incluya la nutrición como base estará destinada al fracaso. Una política de salud que no dé prioridad a la embarazada atenta, de manera directa, contra el derecho de esa mujer y el de su hijo.
Una política alimentaria que no insista e invierta en promover la lactancia materna no sienta las bases para elevar el coeficiente intelectual de la niñez menos privilegiada. Recordemos que investigadores daneses y estadounidenses determinaron que los adultos amamantados durante más tiempo en la infancia obtuvieron puntajes más altos al medírseles el coeficiente intelectual; simplemente, son más inteligentes.
El sabio Santiago Antúnez de Mayolo Rynning, gran conocedor de la nutrición en tiempos prehispánicos, indica que la leche materna "contiene dos ácidos grasos esenciales, el araquidónico (AA) y el docosahexaenóico (DHA), además de otros cien compuestos que promueven el crecimiento y desarrollo del cerebro, de los ojos y de las neuronas, además de proteger las membranas celulares de virus y bacterias".
La adecuada protección del mayor recurso natural del Perú, pasa también por garantizar a los niños un ambiente sano y seguro, desde el punto de vista ambiental y emocional. Los contaminantes ambientales, como los metales pesados presentes en el aire, aguas y suelos de ciertas zonas, pueden generar daños cerebrales irreversibles, agresividad y retraso mental.
En el caso de la violencia, sufrida por la niñez dentro de sus propias familias, "desencadena una cascada de efectos que incluyen cambios en las hormonas y en los neurotransmisores que intervienen en el desarrollo de regiones cerebrales vulnerables", afirma un equipo de la Universidad de Harvard encabezado por el doctor Martin Teicher. En la adultez esto puede llevar a depresión severa, adicción, tendencia al suicidio y violencia incontrolable.
Protegiendo la salud integral de las niñas y niños, de las gestantes y la seguridad del entorno familiar, será posible el sueño del sabio Javier Pulgar Vidal de que "las próximas generaciones, educadas de manera diferente, original y novedosa, sean los verdaderos agentes de recreación de este mundo".
Mientras tanto, si no enfrentamos este reto y comprendemos el cerebro, y empezamos a tratarlo como el mayor recurso natural del Perú, como la materia prima de la que depende el futuro, no solo se verán truncadas nuestras esperanzas como país sino que habremos demostrado cuán inmensa es nuestra falta de generosidad.
"El gran mérito de la inteligencia humana --decía-- es el descubrimiento, localización, extracción y explotación de los recursos naturales para convertirlos en riquezas". Queda claro pues que el aprovechamiento de los recursos y el desarrollo de un país depende de los elaborados procesos químicos y eléctricos que suceden dentro de tan fascinante y complejísimo tesoro natural, sobre el que no existen propuestas de conservación ni de protección.
Según datos, uno de cuatro niños peruanos menores de 5 años sufre de desnutrición crónica. Cerca del 70% de los menores de 2 años padece anemia, es decir, que en la edad crítica de formación cerebral una gran mayoría de pequeños compatriotas no tiene acceso a los nutrientes necesarios para el desarrollo óptimo de su potencial como seres humanos. No olvidemos, además, que se trata de hijos de padres y madres a su vez malnutridos; de mujeres que en muchos casos no han recibido durante el embarazo las vitaminas y minerales requeridos para la gestación saludable de los peruanitos por nacer. No nos llame la atención, pues, el hecho de que ocho de cada diez niños no entiendan lo que leen.
Una política educativa que no incluya la nutrición como base estará destinada al fracaso. Una política de salud que no dé prioridad a la embarazada atenta, de manera directa, contra el derecho de esa mujer y el de su hijo.
Una política alimentaria que no insista e invierta en promover la lactancia materna no sienta las bases para elevar el coeficiente intelectual de la niñez menos privilegiada. Recordemos que investigadores daneses y estadounidenses determinaron que los adultos amamantados durante más tiempo en la infancia obtuvieron puntajes más altos al medírseles el coeficiente intelectual; simplemente, son más inteligentes.
El sabio Santiago Antúnez de Mayolo Rynning, gran conocedor de la nutrición en tiempos prehispánicos, indica que la leche materna "contiene dos ácidos grasos esenciales, el araquidónico (AA) y el docosahexaenóico (DHA), además de otros cien compuestos que promueven el crecimiento y desarrollo del cerebro, de los ojos y de las neuronas, además de proteger las membranas celulares de virus y bacterias".
La adecuada protección del mayor recurso natural del Perú, pasa también por garantizar a los niños un ambiente sano y seguro, desde el punto de vista ambiental y emocional. Los contaminantes ambientales, como los metales pesados presentes en el aire, aguas y suelos de ciertas zonas, pueden generar daños cerebrales irreversibles, agresividad y retraso mental.
En el caso de la violencia, sufrida por la niñez dentro de sus propias familias, "desencadena una cascada de efectos que incluyen cambios en las hormonas y en los neurotransmisores que intervienen en el desarrollo de regiones cerebrales vulnerables", afirma un equipo de la Universidad de Harvard encabezado por el doctor Martin Teicher. En la adultez esto puede llevar a depresión severa, adicción, tendencia al suicidio y violencia incontrolable.
Protegiendo la salud integral de las niñas y niños, de las gestantes y la seguridad del entorno familiar, será posible el sueño del sabio Javier Pulgar Vidal de que "las próximas generaciones, educadas de manera diferente, original y novedosa, sean los verdaderos agentes de recreación de este mundo".
Mientras tanto, si no enfrentamos este reto y comprendemos el cerebro, y empezamos a tratarlo como el mayor recurso natural del Perú, como la materia prima de la que depende el futuro, no solo se verán truncadas nuestras esperanzas como país sino que habremos demostrado cuán inmensa es nuestra falta de generosidad.
El Comercio, 01/11/2008
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