DERECHO DE GUERRA
Martha Meier M.Q.
El 19 de mayo de 2011 en la casona de San Marcos se reunió la crema y nata de la hipocresía política, mediática e intelectual: la autoproclamada reserva moral peruana. Al lugar llegó un cuarentón militar retirado, admirador del dictador Juan Velasco Alvarado, de Fidel Castro y de la Revolución Chavista: era Ollanta Humala. Había pasado a la segunda vuelta con Keiko Fujimori y dos horas antes estuvo con líderes sindicales diciéndoles “hagamos un compromiso de cogobierno”. Apuradamente abandonó el auditorio de la Federación de Trabajadores de Construcción Civil, dejó atrás su camisa celeste y apareció con terno y corbata ante su nuevo público. En la casona firmó y juró ante una Biblia que defendería la democracia y el libre mercado (el “continuismo neoliberal” que durante su campaña prometió desbaratar).
En su último año como presidente sus promesas le están regresando como flechas. Un ejemplo es “Tía María” (Grupo México-Southern), sobre el cual ayer dio un Mensaje a la Nación y anunció que pese a las protestas el proyecto no se detendrá. Durante su campaña, en un discurso en el mismísimo Cocachacra dijo a los pobladores “los he escuchado, creo ahora que la mayoría tiene claro acá lo que realmente quieren. Si eso es lo que quieren, nosotros los vamos a apoyar”. Ayer olvidó aquello.
El juramento de Humala, en 2011, contenía doce puntos entre los que figuraban: gobernar solo cinco años, respetar la independencia de los poderes del Estado y los derechos humanos, combatir la corrupción y la inseguridad ciudadana, mantener buenas relaciones con los países vecinos, rechazar la discriminación y solucionar los conflictos sociales. Después de su mensaje de ayer está claro que solo ha cumplido con la defensa del marco económico. Fue el escritor Mario Vargas Llosa quien llamó a votar por Humala porque “su lucha contra la pobreza no va a destruir el sistema de economía de mercado y aliento a la inversión”. Cierto, pero Humala deslegitima al modelo pues la gente siente que el Estado juega a favor de los grandes. Es lo referido por Hernando de Soto: el choque del siglo XXI (empresa, modernidad, contratos, comunicación) y el XIX (población rural, desinformación, sin herramientas legales para proteger sus propiedades ni hacer oír su voz).
No se puede estar en desacuerdo con el llamado presidencial para restablecer el Estado de derecho, el Principio de Autoridad y la paz (lo prudente hubiese sido negociar con la minera una tregua, felizmente que esta misma la ha planteado por sesenta días). Ahora bien, ninguno de los que aplaudieron la jura en la casona debería cuestionar la decisión presidencial, pero estando de salida, los hipócritas sean los primeros en señalarlo.
Martha Meier Miró Quesada
Expreso, 16 de mayo de 2015
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