sábado, abril 10, 2010

Un gran negocio que el Perú no puede perder

EL “BOOM” DE LOS PRODUCTOS ORGÁNICOS

El Perú podría convertirse en la gran despensa mundial de productos orgánicos. Estamos hablando de uno de los sectores económicos con mayor dinamismo y crecimiento acelerado. Según la consultora británica “Organic Monitor”, en el 2001 el mercado orgánico movió la friolera de 26 mil millones de dólares. Para el 2008, apenas siete años después, la cifra bordeaba los 80 mil millones y hoy supera los 100 mil millones. Nada despreciable.
Alrededor del globo las cadenas de supermercados facturan hasta 10% anual, por estos alimentos orgánicos o “ecológicos”. En Alemania, los países escandinavos y Estados Unidos proliferan los biosupermercados donde los consumidores encuentran alimentos de la mayor pureza.
Nuestro país, con su diversidad de climas y suelos, con su insuperable biodiversidad y variedad de frutos, granos, tubérculos, plantas comestibles y su proverbial gastronomía, tiene en lo orgánico una veta por aprovechar. Ya lo ha repetido incansablemente el ministro del Ambiente Antonio Brack: “El gran futuro de la agricultura en el Perú es la producción de alimentos orgánicos”.




Prom-Perú revela que este año exportaremos más de 100 millones de dólares solo en productos nativos, como sacha inchi, yacón, maca, camu-camu y otras propias de nuestras tierras. Todos estos alimentos tienen algo en común: por su procedencia y forma de cultivo pueden llegar a calificarse como “orgánicos” (libres de pesticidas, herbicidas, fertilizantes sintéticos) y, también de cualquier manipulación biotecnológica que le haya introducido genes de otras especies (por ejemplo, genes de pescado del ártico a una fresa para que resista cultivo bajo nieve).
Los exportadores de mangos, paltas, mandarinas, cacao, café y otras especies han tenido que adoptar prácticas “orgánicas” por las exigencias de los mercados. El 16 de julio del 2007, el especialista Fernando Cillóniz, de Inform@cción, explicaba: “La agricultura de exportación está tendiendo a lo orgánico. ¿Por qué? Porque uno vende espárragos frescos, uvas de mesa, mangos, bananos, etc., y cada vez el mercado es más exigente”. Así se lo dijo a Manuela Núñez, en Palestra, portal de asuntos públicos de la PUCP. Y no le faltó en aquel entonces visión ni razón pues las tendencias y las preferencias de los consumidores son hacia lo “verde”. ¿Después de todo alguien en su sano juicio escogería una naranja “bañada” con varias dosis de venenos químicos, en vez de una que solo recibió agua, sol, abonos naturales y cuyas plagas fueron controladas con insectos benéficos? Demostrado está que los consumidores optan por la segunda opción y que están dispuestos a pagar un poco más por lo natural. Desde hace ya buen tiempo, los restaurantes más exclusivos del mundo han optado por esta vertiente y conocidos chefs y figuras de la farándula le han dado el espaldarazo a esta sana y rentable alternativa.
Si alguna revolución presenciará nuestra generación será la de los orgánicos, un movimiento en proceso de masificación y con alta rentabilidad. El empresario estadounidense Gary Hirshberg, director ejecutivo de Stonyfiel Farms, dijo en una feria especializada: “Lo nuestro nunca solo fue un negocio. Estamos aquí para cambiar el mundo”. Pues bien, el Perú tiene hoy la gran oportunidad de mejorar el mundo haciendo excelentes negocios.
El Comercio, 10 de abril de 2010

Cacería contra la Iglesia Católica

VILES ATAQUES CONTRA EL PAPA BENEDICTO XVI

Para algunos la única manera de sentirse mejor es denigrando al resto. Para otros, resucitar su ideología caduca pasa por desprestigiar a la institución cuyos miembros fueron martirizados en su batalla por la libertad, brindando fe, esperanza y la fuerza espiritual para que el pueblo se rebelara contra las dictaduras que asfixiaron Europa del Este por décadas. De esos sectores es que emana la campaña desatada contra la Iglesia de Roma y el papa Benedicto XVI.
Los actos —infrahumanos y degenerados— de sacerdotes pedófilos tienen que ser castigados con todo el peso de la ley. La cadena perpetua y la castración química deben ser el destino de todos aquellos —sin distinción— que violentan la inocencia de un niño o una niña. Pero justos no pueden pagar por pecadores e imperdonable sería no pronunciarse sobre el vil ataque dirigido contra el Santo Padre. Y aquí surge un par de preguntas: ¿Los que se rasgan las vestiduras por los actos abominables de pederastia, están realmente preocupados por la niñez? ¿Quienes derraman cataratas de tinta sobre el tema, buscan la verdad? La respuesta es no. Una mínima y real preocupación por la niñez se reflejaría en mayor información circulando sobre el abuso sexual infantil, más presencia en la agenda pública y en los presupuestos nacionales (en nuestro país, uno de cada tres niñas y niños sufre algún tipo de abuso). A través de la desinformación o la sobreinformación deleznable, que es lo mismo, se descalifica a la Iglesia Católica, se colectivizan las responsabilidades y se pretende crear sensación de culpa —y equívoco— a los cerca de dos mil millones de católicos.
Que quede claro, aquí no defendemos a los pedófilos, sean curas, tablistas o maestros, pero no está de más recalcar que el abuso sexual a niños preadolescentes por sacerdotes es la excepción y no la norma. Las cifras revelan que es una situación poco común que involucra al 0,3% del clero. Según datos del periodista Luigi Accatoli, en los últimos 15 años en Alemania —tierra del Papa— se denunciaron 210 mil casos de abuso sexual contra menores, 94 de estos relacionados con sacerdotes católicos (0,04%). ¿Por qué solo esos 94 casos reciben atención? ¿Los otros 209.906 niños alemanes no merecen ser defendidos y sus ofensores castigados? Es lógico que la indignación sea mayor cuando el abuso proviene de quienes han de promover la virtud y proteger a los más pequeños. No se vio, sin embargo, tal indignación cuando Save the Children denunció que es común el abuso sexual contra menores por parte de trabajadores “humanitarios y fuerzas de paz”, de Naciones Unidas. Las principales acusaciones son por: “intercambio de comida por sexo, sexo forzado, prostitución, pornografía, esclavitud sexual, ataque sexual y tráfico de niños”. ¿Deben desaparecer las fuerzas de paz de la ONU? ¿El actual secretario general Ban Ki-moon y sus antecesores son responsables? Si siguiéramos la lógica de los anticlericales habría que responsabilizarlos pues los hechos continúan, allí donde debe llevarse ayuda a los más necesitados.
Las instituciones —particularmente las que tienen impacto en la conciencia pública, incluidos los medios— deben contar con políticas de supervisión y sanción a sus afiliados pero de allí a desatar una cacería contra la Iglesia hay una distancia enorme. Lo primero es parte de la construcción de la democracia, lo segundo es terrorismo blanco, oportunista y perverso.




El Comercio, 03 de abril de 2010

Cuando el fin justifica los medios todo está perdido

LA PULCRITUD COMO BASE DE LA CIVILIZACIÓN

Cuando todo vale y el fin justifica los medios la sociedad humana vuelve a la oscura y húmeda caverna prehistórica, alejándose del fuego vital de la civilización. Solo la pulcritud y la coherencia de cada acto cotidiano —individual o colectivo, privado y político— garantizan la vigencia del Estado moderno de derecho y de todas las abstracciones sobre las que se sostiene: democracia, libertad, justicia, solidaridad, entre otras. Hablar de ellas no es lo mismo que hablar de un rábano. Rábano es una palabra concreta que representa algo tangible que podemos ver, palpar, oler, saborear y hasta agarrar por las hojas. Nuestra sociedad, sin embargo, se sostiene en conceptos abstractos que la tornan frágil. La doble moral, los arreglos bajo la mesa y la turbidez, dinamitan la credibilidad de nuestras instituciones y del sistema en ámbitos diversos desde el Congreso a la economía pasando por los partidos políticos y de fútbol hasta llegar a la empresa privada, la medicina, las artes, la gastronomía o un campeonato de tabla hawaiana. Nada se salva cuando no hay confianza, verdad y coherencia. Cuando el fin justifica los medios todo está en riesgo y todos perdemos.
En las últimas semanas, por ejemplo, la reputación del juez español Baltasar Garzón ha rodado por los suelos. La prensa española le cuestiona una “intervención irregular de comunicaciones” y sostiene que sus defensores “olvidan que la justicia solo es justa cuando se atiene a unas reglas establecidas”. Ayer mismo un editorial del diario “ABC” explicaba “llegó a un punto en que (Garzón) se creyó investido del poder suficiente para crear las normas jurídicas que convenían a sus propósitos”. Mientras tanto el chileno José Miguel Insulza fue reelegido secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), con el voto de nuestro país que ha descartado la reelección presidencial y que hace pocos días consideró saludable que la corte colombiana deniegue a Álvaro Uribe sus intenciones reeleccionistas. Así un personaje (“cubanófilo”, según su compatriota el escritor Jorge Edwards) en cuyo país la reelección fue abolida justamente por las fuerzas de izquierda que él representa tiene a bien reacomodarse en su cargo. ¿Total? ¿La reelección está bien en la OEA y no en nuestros países? ¿Los presidentes no pueden ser reelegidos aunque el pueblo lo pida pero los congresistas sí pueden atornillarse por décadas en su curul? ¿El voto popular deviene en “sagrado” cuándo le sirve a quién? La incoherencia es delirante.
El Poder Judicial se pudre pero el presidente de la Corte Suprema es considerado un perfume de rosas andante mientras lo que es su responsabilidad hiede. A vista y paciencia de las autoridades se roban pruebas del “chuponeo” telefónico realizado por Business Track (BTR), y aquí no pasa ni pasará nada. Una congresista dice no tener vínculo —salvo cinco hijos— con un fulano que macera hojas de coca en el perímetro de su chacra. El presidente del Consejo de Ministros se enfrenta a la titular del Ministerio de Economía para que una firma brasileña se encargue “como sea y pese a quien le pese” de la irrigación de Olmos. Y en las últimas semanas, un hirviente caldo de choros a la Conchán “sorprendió” al presidente Alan García Pérez, bañándolo de cuerpo entero. ¿Pulcritud decíamos? Vaya ingenuidad. Acá todo vale menos agarrar al rábano por las hojas.
El Comercio, 27 de marzo de 2010