miércoles, febrero 25, 2009

Darwinismo: ¿el marxismo del siglo XXI?

¿Qué tienen que ver los trabajos del naturalista inglés Charles Darwin en una jornada bursátil en Wall Street, Londres o Tokio? ¿Qué puede aportar su pensamiento a la actual crisis económica o a la economía en general? Recordemos que el principio central de su teoría es la selección natural o, lo que es lo mismo, la “sobrevivencia del más apto”.
Para los expertos, el darwinismo es aplicable también a sistemas como el mercado de acciones y las empresas. Después de todo, un animal para sobrevivir debe tener capacidad de adaptación a diferentes ambientes, o a ambientes alterados; debe poder competir eficientemente por recursos limitados y cooperar con el resto de individuos mediante intercambios provechosos. ¿No es esto de lo que dependen los mercados y las empresas donde entran a tallar la dinámica de las relaciones humanas, el comportamiento y los modos de organización de sus trabajadores?
La teoría de la evolución está llevando a una mayor comprensión del complejo sistema de las sociedades humanas. Las guerras, el amor, el sexo, la política, el trabajo y hasta el cosmos empiezan a mirarse desde la perspectiva naturalista de Darwin.
Al conmemorarse 200 años del nacimiento del sabio inglés y los 150 años de la publicación de su obra maestra “El origen de las especies”, su influencia impregna a tal punto los análisis de las más diversas disciplinas del saber que vale plantearse varias preguntas: ¿es el darwinismo el marxismo del siglo XXI?, ¿estamos frente a una herramienta despolitizada de análisis de la realidad social, económica y científica, emanada de los estudios de la naturaleza? Todo parece indicar que sí. Hoy, desde el darwinismo se estudia al ser humano, la creación artística, las fluctuaciones mercantiles, las organizaciones y redes sociales, la cooperación y enfrentamiento entre pares y antagonistas, el flujo del tránsito vehicular, el amor, el sexo y hasta el cosmos, entre otros.
El darwinismo es la nueva herramienta de análisis de los científicos políticos y sociales en su interpretación del poder, de sus incomprensibles alianzas, de la lucha por la sobrevivencia individual dentro de un grupo o de la contradicción generada por la satisfacción personal frente al bien común; en definitiva, sobre el ser humano y el poder. Larry Arnhart, analista político de la Universidad de Illinois del Norte, sostiene en un ilustrado artículo de Karen Wright que “gran parte del debate en la historia de la teoría política finalmente deriva en el debate sobre la naturaleza humana”. La teoría de la evolución ha calado hondo. Hoy prácticamente no hay rama del saber que no la tome en cuenta. Existen corrientes como la psicología y medicina evolutivas, hay inclusive una teoría de la selección natural cosmológica y un sinfín de otros enfoques surgidos de “la sobrevivencia del más apto”. Corey S. Powell, editor en jefe de la revista de divulgación científica “Discover”, sostiene: “La teoría de Darwin sobre la evolución por selección natural fue la primera de las tres grandes revoluciones intelectuales que marcaron el comienzo de la visión de la humanidad”. Las otras dos son las de Freud con su “Interpretación de los sueños” (1899) y de Albert Einstein con su “Teoría de la relatividad” (1905). Pero de estas, la de Darwin —a ojos de esta columnista— es la más “apta” para revelarnos quiénes somos, qué somos capaces de hacer y por qué han escapado de nuestro control los sistemas sociales y económicos que hemos creado

martes, febrero 17, 2009

Libros: pasaporte a la ciudadanía real

Leer es ejercer un derecho. El analfabetismo es una clara violación a los derechos humanos, tales como el derecho a la información (por todos los medios), a aprender, a desarrollar el potencial intelectual y creativo. Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que “toda persona tiene derecho a la educación”. Los estados que no desarrollan programas eficientes de alfabetización se constituyen, sin quererlo, en violadores de los derechos de cada uno de esos ciudadanos (mujeres, hombres, niñas y niños) incapaces de acceder al conocimiento, a la memoria, a las ideas impresas, a la educación.
El actual Gobierno viene dando claras señales de su lucha contra los rezagos de analfabetismo en nuestro país, donde uno de cada diez peruanos es analfabeto, situación que resulta inverosímil en pleno siglo XXI.
Se impulsan, además, campañas para promover la lectura y combatir lo que se conoce como analfabetismo funcional, es decir, no leer teniendo las destrezas o, lo que es peor, no comprender lo leído (en el 2001, un estudio para medir la calidad educativa encontró que 54% de los estudiantes peruanos caía en esa categoría).
Umberto Eco, en “Por qué los libros prolongan la vida” (Roma, 1991), escribió: “Con el lenguaje, los viejos se convirtieron en la memoria de la especie: se sentaban en la caverna, alrededor del fuego, y contaban lo que había sucedido (o se decía que había sucedido) antes de que los jóvenes hubieran nacido (...) Hoy los libros son nuestros viejos. No nos damos cuenta, pero nuestra riqueza respecto del analfabeto (o del que, alfabeto, no lee) consiste en que él está viviendo y vivirá solo su vida, y nosotros hemos vivido muchísimas”.
El libro es, pues, nuestro sabio moderno. Es maestro, artista, explorador, viajero. Nos despierta haciéndonos soñar, nos traslada hasta los confines del cosmos sin movernos de la comodidad de nuestro hogar, nos pone frente a cualquier personaje, real o de ficción.
En el libro está todo y con él todo lo podemos sentir y hacer: medir la temperatura del Océano Pacífico con el barón Alexander von Humboldt; deleitarnos con el sabor de la carne de las inmensas tortugas de Galápagos en compañía de Charles Darwin; sufrir de amor en silencio como Fermina Daza y Florentino Ariza, en “El amor en los tiempos del cólera”; vengarnos de quien desgració a nuestro padre como Emma Zunz hizo con Lowenthal, en el relato de Borges; o estar en ese cuarto poblado por el sonido del arpa, donde el “danzaq” Rasu-Ñiti agonizó bailando con sus tijeras hasta que “¡El Wamani aquí! ¡En mi cabeza! ¡En mi pecho, aleteando!” se lo llevó, según el magistral Arguedas. Ideas, ficciones, ciencia, pasado, presente y atisbos de futuro están en los libros. Dos son las batallas por enfrentar: erradicar por completo el analfabetismo con programas eficientes (especialmente entre las mujeres y niñas de zonas rurales) y promover la lectura entre los alfabetos en estos tiempos de multioferta cibernética y banales distracciones. “Sociedad que no lee es una masa inerte de huesos a la intemperie —ha escrito hace algunas semanas en “La República” el lúcido Luis Jaime Cisneros—.Gracias a la lectura, somos personas. Lo comprobamos cada vez que un nuevo libro se incorpora a nuestra vida y renueva nuestra fe en las facultades creadoras del hombre”.
El Comercio, 14/02/2009

lunes, febrero 09, 2009

La marihuana que no queremos

El alcalde de Surquillo, Gustavo Sierra Ortiz, ha propuesto que las farmacias vendan drogas ilegales como la marihuana, entre otras. Según su lógica, el Estado es hipócrita pues permite la posesión para consumo individual y penaliza la comercialización.
El asunto parece razonable, ¿pero, realmente lo es? Esta propuesta tira la toalla en la batalla contra la adicción y por la defensa de la salud de los ciudadanos, y convertiría a nuestro país en un narcoestado preocupado por facilitar el acceso ciudadano a sustancias comprobadamente dañinas para la salud física, psicológica y moral, especialmente de los niños y adolescentes.
Existe una fuerte corriente en pro de la legalización de las drogas que cuenta con amplio financiamiento internacional de parte de las ONG, como la Open Society Institute, del especulador y “filántropo” George Soros. El financiamiento de la Open Society está estratégicamente canalizado, en nuestro país, a través de diversas instituciones para financiar investigaciones y proyectos de periodistas, estudiosos, abogados, artistas y políticos, en definitiva líderes de opinión.
Utilizar de portaestandarte a la marihuana resulta una buena estrategia. Después de todo, por ignorancia (o interés de algunos) se la sigue considerando una droga blanda cuando la realidad es otra. Hay que tomar en cuenta que desde hace algunos años esta planta viene siendo objeto de modificaciones genéticas que han logrado variedades más potentes y adictivas. La marihuana de hoy no es la misma que la de hace 30 o 20 años. Y no solo esto, lo más preocupante es que según señalan diversos estudios la “hierba” es la puerta de ingreso hacia otras drogas. La información es bastante clara: la mayoría de adictos, a la heroína, al opio, al crack, entre otros, se iniciaron fumando marihuana, entre risas y buenos amigos.
Informaciones del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) dan cuenta de que la marihuana afecta la memoria, el aprendizaje, la coordinación, la concentración, la percepción del tiempo. Todo esto impacta significativamente enel rendimiento académico y el pleno desarrollo intelectual y profesional, así como en las relaciones familiares y sociales. Los accidentes laborales, además, son más comunes entre los consumidores. La misma fuente indica que un estudio demostró que el riesgo de sufrir un ataque cardíaco se cuadruplica en la primera hora tras fumarla. Los investigadores deducen que esto es debido a su influencia sobre la presión arterial, el ritmo del corazón y la capacidad sanguínea para transportar oxígeno. Se señala que los consumidores son, también, más propensos a sufrir cánceres de cabeza y cuello (laringe, boca, lengua, entre otros) y a padecer problemas pulmonares y bronquiales. De hecho, el humo de la marihuana contiene entre 50% a 70% más sustancias carcinógenas que el del tabaco. Pruebas de laboratorio han comprobado, además, que inhibe el sistema inmunológico, propiciando infecciones bacterianas y tumoraciones y que los hijos de las consumidoras pueden nacer con defectos neurológicos que retrasan e impiden su óptimo desarrollo.
Elegimos a nuestras autoridades para hacer de nuestro país uno más grande y mejor. En ese sentido deben, entre otras muchas cosas, luchar contra los traficantes y desarrollar campañas para prevenir el uso de sustancias peligrosas, en vez de lanzar señales de que la batalla contra la lacra está perdida. Para que un país salga adelante requiere que sus hijos e hijas sean saludables, bien nutridos, desarrollen su potencial intelectual y emocional y estén libres de vicios que corrompen y debilitan el espíritu individual y nacional.
El Comercio, 07/02/2008

martes, febrero 03, 2009

Por una red de reservas marinas protegidas

Al cumplirse el centenario de la creación de la Compañía Administradora del Guano, en 1909, para recuperar este tesoro natural depredado, saqueado y agotado, el Perú podría convertirse en un ejemplo internacional y líder regional en conservación de la biodiversidad marino-costera y sus ecosistemas. Todo depende, claro está, de nuestras más altas autoridades y su visión sobre el desarrollo sostenible, es decir el progreso real, el avance sin degradación y el crecimiento con continuidad en el tiempo.
Desde hace más de 7 años, la doctora Patricia Majluf impulsa la creación de un sistema de áreas marinas protegida que incluya la totalidad de islas y puntas guaneras, así como las 2 millas de mar adyacente. Un corredor que cubriría prácticamente todo el litoral peruano, desde La Libertad hasta Moquegua, protegiendo zonas esenciales para la supervivencia de lobos marinos, pingüinos, aves guaneras, delfines, ballenas y peces como la anchoveta de gran valor alimenticio (para humanos y mamíferos marinos), por no mencionar su importancia económica e industrial. Se trata también de sitios fundamentales para mantener las costumbres, religiosidad y el modo de vida de millares de familias de pescadores artesanales y marisqueros, entre otros.
“La Compañía Administradora del Guano creó el primer sistema de “áreas protegidas” en el Perú protegiendo las islas (...) Esta medida fue tan exitosa que en pocas décadas fue necesario crear islas artificiales —cercando penínsulas con muros de concreto— para aumentar el hábitat disponible de los más de 10 millones de aves que ya habían para entonces”, ha escrito Majluf, quien en el año 2006 recibió el premio Whitley de Oro a la conservación de la naturaleza, de manos de la princesa Ana de Inglaterra, en la Real Sociedad Geográfica de Londres.
El proyecto que lidera la especialista peruana fue seleccionado por un panel de expertos como el mejor y más necesario de concretar. Un merecido reconocimiento para quien desde hace 30 años ha consagrado su vida a la conservación e investigación en punta San Juan de Marcona, y contra viento y marea viene impulsando la creación de un extenso hábitat donde las criaturas del mar y los procesos ecológicos y evolutivos sean protegidos a perpetuidad. A estas alturas existe un proyecto de ley que solo espera la firma de las autoridades para entrar en vigor y convertir al Perú en ejemplo de conservación, por el bien de sus generaciones presentes y futuras.
Un país no es sino la suma de las buenas o malas intenciones de sus habitantes. Un país se forja sobre la base de la capacidad de sus autoridades para concretar, en aras del bien común, las iniciativas y proyectos germinados en la sociedad civil con fines diversos y positivos. Un país existe, subsiste y progresa en la medida en que sus gobernantes comprenden su responsabilidad de preservar los ecosistemas para el aprovechamiento económico, la investigación científica, el goce estético y espiritual de las futuras generaciones. Esperemos, pues, que pronto seamos los líderes regionales en protección marina y que nuestras autoridades den una clara señal de que están por encima de las veleidades pasajeras de la política y de los intereses de unos pocos.
El Comercio, 31/01/2009