martes, junio 09, 2009

La democracia no es la ley de la selva

Ayer al mediodía —Día Mundial del Medio Ambiente— se supo extraoficialmente que varios indígenas amazónicos murieron en un enfrentamiento desigual contra las fuerzas del orden.
Tan desigual, que se dijo que un nativo disparó su escopeta contra un helicóptero armado (una hormiga picando a un elefante, más o menos). Lo que desde hace casi dos meses era un paro pacífico, para sentar posición sobre dos leyes que vulneran derechos sobre los territorios ancestrales de los nativos —y con ello la supervivencia de sus culturas—, se convirtió en una guerra sin cuartel con el triste saldo de amazónicos y policías muertos.
El representante de Aidesep, Alberto Pizango, deslegitimado por algunos y señalado ahora como responsable de la violencia, denunció que “la policía y el Ejército están asesinando hermanos en la carretera Fernando Belaunde Terry”, calificando estos hechos de “genocidio” contra quienes defienden la vida y los recursos naturales. Vale la pena recordar que la doctora Beatriz Merino, defensora del Pueblo, ha solicitado al Tribunal Constitucional declarar la inconstitucionalidad de una de las normas, la 1064, por “atentar contra los derechos de propiedad de la tierra y de consulta previa”. Diversos expertos manifiestan además que la Ley de la Selva (D.L. 1090) contraviene el Convenio 169, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) “sobre los pueblos indígenas y tribales en países independientes”.
El jueves el Congreso debió debatir la derogatoria de tal ley, pero según la oposición la bancada gobiernista bloqueó esa posibilidad. El arribo a la capital de representantes de las poblaciones amazónicas para informar lo que estaba sucediendo es muestra de la insensibilidad de unas autoridades convencidas de que usar corbatas es estar por encima de quienes lucen tocados de plumas. En 1803 el científico alemán Alexander von Humboldt escribió a don Ignacio Checa, gobernador de Jaén: “En Lima mismo no he aprendido nada del Perú… Lima está más separada del Perú que Londres… Un egoísmo frío gobierna a todos, y lo que no sufre uno mismo, no da cuidado al otro”. A esta Lima tan lejana del Perú llegó también a hacer sus denuncias la señora Nelly Calvo, pobladora de Bagua, cuyo tío y hermano han sido asesinados por la inexplicable violencia ordenada contra los indígenas (esto mientras Sendero Luminoso se rearma, recluta niños y los cárteles de la droga se fortalecen).
En 1998 se realizó en Tarapoto un foro sobre espiritualidad indígena. Entonces Oren Lyons, jefe de los onondaga estadounidenses, dijo: “Debes respetar la vida, toda la vida, no solo la tuya. La palabra clave es respeto. A menos que respetes toda vida como propia te conviertes en un asesino. El hombre cree que ha sido elevado para ser el controlador. El trabajo del hombre no es explotar sino servir. El hombre tiene responsabilidad, no poder”. Ojalá tales palabras lleven al Gobierno a escuchar con humildad a nuestros compatriotas amazónicos para establecer un diálogo por la paz, la conservación del ambiente y la defensa de los valores democráticos.
El Comercio, 06 de junio de 2009

Indira Gandhi: La vigencia de su mensaje

Una mujer menuda de pelo entrecano tomó la palabra y cuentan, quienes allí la escucharon, que de inmediato se transformó en un ser inmenso, de cuyos labios brotaban frases como cascadas de luz que disiparon la niebla de la duda. Cuando terminó su discurso los principales líderes del planeta la ovacionaron con el largo estruendo de sus aplausos. La sinceridad y sensibilidad de esta mujer los había tocado y llevado a comprender cuán grande era el reto y las impostergables razones por las cuales se habían reunido en Estocolmo, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano.
La pequeña gran mujer que los despertó fue la primera ministra de India, Indira Gandhi (1917-1984), única hija del legendario político independentista y también primer ministro de su país Jawaharlal Nehru, asesinada por 31 impactos de bala a los tres meses de su reelección en 1984. En la cita desarrollada del 5 al 16 de junio de 1972, Indira Gandhi dijo entre muchas otras cosas: “Es triste que país tras país la idea de progreso se esté volviendo sinónimo de asalto a la naturaleza. Nosotros que somos parte de la naturaleza y dependemos de ella para satisfacer cada necesidad, hablamos constantemente de “explotarla”. ¿Es acaso sorprendente que esta falta de consideración y el ansia de demostrar superioridad se proyecten también sobre el trato que damos a nuestros semejantes?... No se puede ser realmente humano y civilizado a menos que se mire con ojos de amigo no solamente a todos los hombres sino a toda la creación… Debemos establecer un nuevo orden de prioridades y dejar de lado el modelo unidimensional que ha enfocado el crecimiento desde ciertos ángulos limitados que parecen haber dado mayor importancia a las cosas que a las personas. La contaminación no es en el fondo un problema técnico… sino la escala de valores del mundo contemporáneo… Debemos preocuparnos no solo de la clase de mundo que queremos, sino también de la clase de persona que ha de vivir en él”.
No le faltaba razón a Indira Gandhi. El mundo no es más ni menos que lo que hemos hecho de él. Un inmenso basural de nuestros excesos, una brecha entre hermanos, un espacio para la creciente injusticia. En esa reunión sobre el medio humano se estableció oficialmente el Día Mundial del Medio Ambiente que desde entonces se celebra cada 5 de junio. Fue a raíz de esa cita, también, que la temática verde irrumpió con fuerza en la agenda política global, avanzándose nuevas leyes, tratados internacionales y otras miradas en busca de soluciones conjuntas. Lamentablemente el avance ha sido lento porque —como bien sostuvo Indira Gandhi— el problema está en nuestras prioridades.
A fines de la primera década del siglo XXI, y a punto de celebrarse el viernes un nuevo Día Mundial del Medio Ambiente, sus palabras cobran especial vigencia. Hoy sabemos que no hay tiempo que perder y como dice el fotógrafo Yann-Arthus Bertrand (director de “Home”, la megaproducción de corte ecologista que El Comercio impulsa para su amplia exhibición en el Perú): “No hay tiempo para ser pesimistas… Somos seis mil millones de inteligencias con capacidad de acción”. Y son justamente aquellos seres optimistas y vivaces, sensibles y dispuestos a tomar acción a favor de la vida, la “clase de persona” que Indira Gandhi consideraba fundamental para (re)construir el mundo que anhelamos.
El Comercio, 30 de mayo de 2009

Variedad que asegura la vida

Hace un par de años, Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas (ONU), dijo que la biodiversidad “es el fundamento de la vida en nuestro planeta y uno de los pilares del desarrollo sostenible. La riqueza y la variedad de la vida en la Tierra hacen posibles los servicios indispensables que nos proporcionan los ecosistemas: agua potable, alimentos, cobijo, medicamentos y ropa. Los entornos de una gran diversidad biológica tienen la capacidad de regenerarse después de un desastre natural”. Jay Hair, recordado presidente de la Federación Nacional de Vida Silvestre de Estados Unidos y uno de los principales voceros de la protección ambiental de su país, mencionaba que “alrededor del mundo, cada vez que compramos una medicina existe un cincuenta por ciento de probabilidades de que le debamos sus componentes a los organismos silvestres”. Queda claro que nuestra salud y nutrición y con ello nuestra sobrevivencia dependen de una variedad de especies de flora y fauna silvestres y domesticadas. La existencia de tales especies está, además, íntimamente interrelacionada. La desaparición de un insecto polinizador, por ejemplo, puede significar la extinción de varias especies de flora y la extinción de un determinado árbol puede llevar a la desaparición de las diversas especies asociadas a él.
En definitiva la vida se sustenta y depende de su variedad o biodiversidad. Este término fue acuñado en 1985 y nace de la contracción de la expresión “diversidad biológica”. Biodiversidad prácticamente es un sinónimo de “vida sobre la tierra”. Ayer, viernes 22 de mayo, el mundo celebró el Día Internacional de la Biodiversidad, aunque si uno lo piensa bien, dadas las actuales circunstancias en las que la desaparición de áreas naturales y de especies silvestres son una constante amenaza, lo de “celebrar” resulta un eufemismo. En su mensaje por este día, el secretario de la ONU urgió a los gobiernos, organizaciones e individuos a renovar sus esfuerzos para proteger la vida en el planeta y recordó que el 2010 ha sido declarado Año Internacional de la Diversidad Biológica. Advirtió sobre el peligro que representan para el equilibrio de los ecosistemas, la economía y los medios de vida de las personas, las especies invasoras de fauna y flora.
Para muestra un botón local. Hace algunas décadas se introdujo en nuestro país al eucalipto, árbol originario de Australia. Por su rápido crecimiento se lo vio como una extraordinaria alternativa para enfrentar la deforestación de las laderas de la sierra y de paso como una buena fuente de energía (leña). El eucalipto, sin embargo, no es alimento de especies nativas, sus hojas caídas acidifican el suelo aniquilando o evitando la proliferación de las plantas oriundas de nuestro país, sembrado en laderas genera rompimiento del terreno y provoca deslizamientos pues sus raíces no son adecuadas para la zona andina.
En su mensaje, Ban Ki-moon expresó, también, preocupación por la deforestación, la alteración del hábitat y la degradación de los suelos que están provocando un alarmante declive de la biodiversidad biológica planetaria. Recordemos que en los últimos 400 años se han extinguido 58 especies de mamíferos y 115 de aves, y que muchas especies se encuentran hoy en peligro de desaparecer poniendo en riesgo la vida toda.
El Comercio, 23 de mayo de 2009