lunes, diciembre 30, 2013

Uno de diez limeños es quechuahablante

Johny (16) vive en San Juan de Miraflores bajo el mismo techo que su abuelo. Jamás han cruzado palabra porque "el viejo solo habla quechua". El abuelo es ayacuchano (62% de la población de Ayacucho es quechuahablante); huyó hacia Lima con su familia por la carnicería desatada por Sendero Luminoso en los 80.
Johny fue pandillero, rescatado de ese abismo por su parroquia y una ONG. Ahora es grafitero y quiere irse a Alemania porque "las chicas son bien bonitas". No sabe cómo se llama el pueblo de sus ancestros ni le importa la historia de su abuelo. Se siente limeño y no le gustan los platos tradicionales que cocina su mamá.
Vive entre dos mundos sin pertenecer a ninguno. Por eso, sin duda, se integró a la tribu pandillera y hoy 'firma' las paredes de esta ciudad excluyente y gris; por eso quiere irse. De hecho, todo esto debe estar vinculado con la barrera lingüística que le impide ser parte de la vida paralela quechua que transcurre en su casa, sin él o pese a él. Sus padres no le enseñaron ese idioma "para que no lo discriminaran".
Cobra por ello especial relevancia la semana del quechua Willka Runa Simi P'unchaynin, que arrancó el lunes en Cusco y culmina mañana. Esta iniciativa -cuyos alcances nos hizo llegar el notable escritor cusqueño Luis Nieto Degregori- debería extenderse a Lima y a otros lugares del Perú en los que el runasimi (la lengua de los hombres) está presente.
Willka Runa Simi P'unchaynin busca revalorar e impulsar el quechua en las instituciones públicas y privadas de lo que fue el centro económico y político del imperio inca (52% de su población es hoy quechuahablante). Según el censo del 2007, el 13,2% de la población peruana tiene al quechua como lengua materna. Son casi 3,5 millones de compatriotas para quienes alguna de las variantes del quechua, y no el castellano, es el primer idioma que aprendió, o el único que sabe.
Ignorar esta realidad crea problemas de sintonía cultural, tanto intrafamiliares como entre peruanos y, principalmente, con el Estado y sus servicios: salud, educación, entre otros. Lo mismo ocurre con las autoridades destacadas en las zonas andinas: jueces, fiscales, médicos, militares y policías no saben quechua, lo que crea una peligrosa brecha de incomunicación con la población.
En Lima, pese a que uno de cada diez vecinos es quechuahablante, las instituciones, autoridades y servidores no lo comprenden. El quechuahablante es un paria y quien llegue de provincias como paciente de salud sin hablar castellano está perdido: apenas hay un programa intercultural en el Hospital Loayza, con un solo médico que habla quechua.
Según el INEI, en la castiza capital peruana habitan más de medio millón de quechuahablantes (549.145 personas o más), es decir casi 10% de limeños.
Así las cosas, más que clausurar mañana en Cusco la Willka Runa Simi P'unchaynin, la ministra de Cultura, Diana Álvarez Calderón, debería inaugurar aquí, en la capital, el año del quechua para que miles de limeños le digan sulpayki, o lo que es lo mismo: ¡Gracias!
Lengua milenaria
Origen ancestral del quechua
- El runasimi o quechua se considera una de las lenguas más antiguas del mundo. Sus orígenes (el preprotoquechua) están en la costa central, en Caral, la ciudad más antigua de América. El quechua está en peligro, según la Unesco, junto con otros 2.500 idiomas.
Legado caralino
Expansión gracias a la actividad económica
- La arqueóloga Ruth Shady sostiene que la expansión del preprotoquechua fue por la actividad económica de los caralinos que comerciaban con la sierra y la Amazonía. El idioma se fue expandiendo hasta llegar a ser la lengua central del Imperio Incaico.

El Comercio, 23 de octubre de 2013

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