lunes, diciembre 30, 2013

¿Desde Alaska hasta la Patagonia?

La interconexión es el sello de estos tiempos. Basta presionar una tecla de la computadora para que nuestro mensaje llegue, en un instante, prácticamente a cualquier rincón de este planeta globalizado o al menos que cree serlo.
Somos hijos e hijas de una pequeña aldea global, dicen. Estamos acostumbrados, por ejemplo, a enterarnos de cómo fue la jornada de la Bolsa de Valores de Tokio al momento mismo de su cierre y ver "en vivo" asuntos que ocurren a decenas de miles de kilómetros, como la algarabía de la delegación peruana ayer, en Toronto, Canadá, al ser elegido el Perú sede de los Juegos Panamericanos en el 2019. Tanta conectividad e inmediatez crean falsas ilusiones, como que comunicarse es entenderse o enterarse es ser parte y motor de lo que ocurre.
Atrás quedaron aquellos aventureros que navegaron los mares y remontaron las cordilleras para terminar de redondear los mapas y buscar un mejor futuro. Hoy abundan los navegantes de la web, solitarios que creen tener un millón de amigos y para quienes solo ocurre lo que ven en las pantallas de computadoras, televisores, smartphones y demás artilugios de la posmodernidad. Así las cosas, ingenuamente creemos estar "integrados" y que el conocimiento real y profundo está tan solo a un clic de distancia.
Olvidamos libros, abrazos, relaciones reales y fechas. Un 12 de octubre como hoy, por ejemplo, en el año de 1492, brotó el grito de "¡Tierra!" de la garganta de aquel que conocemos como Rodrigo de Triana. El Nuevo Mundo, lo que luego conoceríamos como América, se había encontrado; uno más fuerte le enseñaría otra lengua, otras creencias y costumbres y muchas de ellas se complementarían.
Aquella histórica noche, la luna menguante iluminaba el firmamento y tres naves cargadas de soñadores surcaban aguas inciertas. Las sombras de un sueño disparatado estaban por convertirse en realidad; la aventura y la audacia permitirían completar los mapas entonces inconclusos. A las dos de la madrugada de ese viernes la palabra "¡Tierra!", rompió el silencio de la noche. Un viaje infernal concluía y atrás quedaba la incertidumbre. Ante sus ojos todo estaba por nombrarse. Apenas los europeos pisaron las arenas nuevas, dos mundos se miraron maravillados y una nueva historia empezó a escribirse, en un paisaje de insuperable belleza.
América, el gran continente que corre desde Alaska hasta la Patagonia, necesita redescubrirse y reencontrarse. No hay país en este lado del globo en que la gente esté tan dividida por cuestiones ideológicas o interpretaciones económicas.
Si algo le falta a este continente nuestro, en su día, es redescubrirse, reconquistarse a sí mismo, y maravillarse con su diversidad de gentes, lenguas, culturas, ideas y paisajes.

El Comercio, 12 de octubre de 2013

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