lunes, diciembre 30, 2013

La santa y un gato en el plato

Nuestro querido San Martín de Porres es reconocido, entre otras cosas, por su amor por toda criatura viviente. Cuentan que "puso a comer en un mismo plato a perro, pericote y gato". Muy distinto es el caso de la etíope Santa Efigenia, por quien el pobre gato termina más bien en el plato, ya sea estofado o como chicharrón. La 'gatada' es una de las maneras como se honra en Cañete a la etíope.
Cada 21 de setiembre la llevan en andas mientras se recitan versos populares sobre la llegada de los esclavizados africanos a nuestras tierras. Fueron justamente ellos quienes trajeron escondida la imagen de la única santa africana celebrada en el Perú. Y a ella le pedían, inicialmente escondidos en los galpones, que sus amos suavizaran sus perversos castigos.
La Iglesia católica y la copta tienen a Efigenia por santa por ser la gran diseminadora del cristianismo en Etiopía. Su culto se extiende por Cuba, Brasil, Venezuela, Panamá y otros países donde hubo migración africana, debido a la esclavitud.
En La Quebrada, Cañete, la orden de San Camilo construyó una capilla para honrarla allá por los años de 1700. Hoy se le canta, se le baila, se toca el cajón y la quijada de burro, y se disfrutan potajes a base de carne de gato.
Efigenia, hija de un rey etíope, fue consagrada a Dios por el mismísimo apóstol San Mateo y juntos difundieron el cristianismo. Consagrada al Señor como estaba, Efigenia se oponía a casarse con el príncipe de Hitarco. Su padre furioso por esta desobediencia y, creyendo que era por influencia de Mateo, ordenó matarlo e incendiar el monasterio. Cuentan que Efigenia invocó el nombre de Jesús y así salvó el monasterio de las llamas. El apóstol Mateo, sin embargo, fue martirizado y la santa -que hoy celebran en Cañete-, entristecida por la muerte de su mentor, mandó construir un templo en su honor y continuó predicando el cristianismo por su tierra.
No sabemos bien qué tiene que ver todo esto con el gusto de comer gatos al sur de Lima, en nombre de la santa africana. Y no se entiende por qué quienes sin ningún horror trozan cuyes, cortan filetes de vaca, se relamen con costillas de cordero, chancho al palo o pollo a la brasa, se escandalizan porque alguien se coma un felino. Diariamente millones de animales son sacrificados para alimentar a la creciente población mundial. Ninguno de ellos en honor de una santa y sí como personajes de muchos comerciales. Allí está, por ejemplo, el muy bailoteado "jueves de pavita". ¿Tiene el gato más derecho que la pavita para que no se lo coman?

El Comercio, 21 de setiembre de 2013

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