Corría 1903 cuando el doctor Ricardo López salió de su casa en la calle
Mariquitas y fue hacia la Alameda de los Descalzos. Muchos se admiraron al verlo
pasar velozmente por el Paseo Colón y otras céntricas calles: fue la primera vez
que un automóvil circuló en Lima. López era el orgulloso propietario del
'locomobile', un vehículo europeo a vapor, de 4 caballos de fuerza (el curioso
nombre -'locomobile'- resultaba de la unión de 'locomotora' y 'automóvil'). Lima
era, entonces, una ciudad pequeñita, de estrechas calles y extensas chacras y su
población no llegaba a las trece mil almas. Pero este no fue el primer auto que
rodó por el Perú.
En 1899 Arturo Wertheman, notable ingeniero de origen suizo, llevó a Áncash
un Gardner Serpollet de cinco caballos de fuerza que usaba carbón como
combustible. La máquina, importada de Estados Unidos por Wertheman, fue el
primer auto en nuestro país y el único vehículo motorizado (en el mundo) que
operaba por encima de los cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Se usó
principalmente para actividades conexas a la de una mina. Al ingeniero Wertheman
le debemos el trazo oficial -en 1873- de los ríos Amazonas, Marañón, Ucayali y
Huallaga. Pero esa es otra historia, así que volvamos a Lima.
Para 1905 los hermanos Abraham y Manuel Elguera eran los únicos importadores
comerciales de automóviles. Trajeron la marca americana Reo y durante 15 años no
hubo más competencia para el 'locomobile'. En 1907, en Lima había 25 autos y una
moto, pero la ciudad empezó a moldearse para dar cabida a las nuevas máquinas.
El malestar de los vecinos era general, con quejas por los ruidos y por el olor
de los motores, que ahogaban tanto el canto de las cuculíes como el aroma de los
jazmines, la madreselva y los ñorbos. La gente pedía reglas claras sobre el
tránsito y medidas de seguridad para los peatones. ¡Ay, si vieran Lima hoy!
La capital es el reino de la máquina y no de la persona. Creció priorizando
el rodar de los 'fierros' y olvidando el andar de la gente. Eso de "Pasito a
paso otra vez por las veredas quietas y al sol" quedó en vals no más.
Esto es un pandemonio de cacharros potencialmente letales por los agresivos y
desequilibrados pilotos. De paso, los humos del obsoleto parque automotor nos
envenenan y tiñen de negro muros, vegetación y pulmones. Pero volvamos a los
primeros días. La llegada de los carros inició la racha de accidentes que
padecemos (en lo que va del año, los carros han matado ya a 288 limeños).
El cerro San Cristóbal fue escenario de uno de los primeros accidentes
registrados en las épocas iniciales y tuvo como víctima al señor Monasí. Ayer
como hoy estas tragedias fueron noticia y, antes de la masificación del
transporte privado, ocuparon páginas enteras de las revistas "sociales" (como si
de banquete se tratara) pues enlutaban a la élite. Hoy es un simple registro de
hechos, un parte policial más.
Hacer de Lima una ciudad segura para andar y manejar requiere mano durísima y
una profunda reorganización del tránsito. No por comodidad sino para garantizar
la vida de todos.
A principios del siglo XX
Un auto peruano de gran competencia
- A principios del siglo XX el ingeniero Alberto Grieve desarrolló un
automóvil que competía con los mejores de la época. Todos los componentes
mecánicos del vehículo fueron diseñados con planos de Grieve. Pero no tuvo apoyo
para su emprendimiento.
De Lima a Ancón
Un hito en la historia de los automóviles en Perú
-En 1908, Alberto Boza y H. Maez establecieron un hito en el país al viajar
de Lima a Ancón en el primer Ford arribado al Perú: con cuatro cilindros y
quince caballos de fuerza. Por entonces, la cantidad de autos en la capital era
ínfima.
El Comercio, 24 de julio de 2013
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