sábado, noviembre 02, 2013

Cuando el invierno limeño era amarillo

Lima es horrible en invierno. Mirar al cielo o al suelo da igual porque todo es gris. Es difícil creer que alguna vez la temporada invernal fue hermosamente colorida y el amarillo alegraba los cerros, regados por la garúa. Era tal el espectáculo que a mediados de junio se celebraba una festividad popular para admirar este renacimiento. Por supuesto, había una excusa religiosa para el paseo y la jarana.
Cada 24 de junio, desde épocas virreinales y hasta mediados del siglo XX, cientos de vecinos de la ciudad iban a la Pampa de Amancaes para honrar a San Juan Bautista, por 'casualidad' era el momento propicio para admirar a la flor de Amancaes. La costumbre de visitar las lomas del Rímac se fue perdiendo conforme la ciudad se expandía, incluso sobre el territorio de una inspiradora. Rosa Mercedes Ayarza de Morales, por ejemplo, convirtió en marinera el poema de Catalina Recavarren: "En la faldita del Cerromañanita de San Juan, con su caballo de pasocaracolea el chalán. Vamos por ramitos de oro, a las Pampas de Amancaes [...]".
Manuel Atanasio Fuentes 'El Murciélago' dice en "Aspectos históricos de Lima", que en la celebración se mezclaban los diferentes estratos sociales de la capital. Llegaban en calesas, luego en coches jalados por caballos y muchos jóvenes galanes acompañaban a los grupos montando hermosos caballos (como José Antonio de Lavalle, a quien Chabuca Granda le dedicó un vals). Hombres y mujeres vestían sus mejores galas porque era un buen día para conquistar e intercambiar la efímera flor.


La fiesta comenzaba, cómo no, con una misa y por supuesto seguía con baile. Los músicos de Malambo ponían el latido con sus cajones y se bailaba y zapateaba pese al frío y a la "fina garúa de junio". Por San Juan había competencias, peleas de gallos, exhibiciones de caballos, baile y una asombrosa variedad de comida (no faltaba el pisco ni la chicha). El jolgorio marcaba el inicio de una temporada que terminaba en setiembre, cuando la flor desaparecía para renacer el siguiente invierno.
La tradición se fue extinguiendo y casi le pasa lo mismo a la flor. El limeñista Javier Lizarzaburu nos recuerda : "De no haber sido por Marucha Benavides y la gente de Proflora, Floralíes, Cementos Lima y el señor Mauricio Romaña, hoy hablaríamos en pasado, porque, hasta hace unos años la flor emblemática de la capital estaba en franco peligro de extinción".
Fernando Oré-Garro en sus "Crónicas sabrosas de la Vieja Lima" dice que la fiesta de Amancaes nació en 1683 tras una cacería de venados, cuando el virrey organizó un festejo con "su selecta comitiva". Al año siguiente se repitió y los invitados se divirtieron hasta el cansancio. El virrey era Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata. Y cazaba venados porque en Lima abundaban y, también, las perdices, los zorros y camélidos como el guanaco bajaban hasta las playas (Tschudi refiere que nadaban hasta los islotes). En esos inviernos amarillos, el río Rímac canturreaba con sus aguas limpísimas pobladas de camarones. Así fue Lima.
Amancaes
Una flor bella que vive en constante amenaza
- El cronista español Bernabé Cobo escribió que la flor de Amancaes era semejante a la azucena pero "más artificiosa, y de mejor parecer". Lastimosamente, esta especie vive amenazada ante las constantes invasiones que se reportan en Lima, sobre todo en Villa María del Triunfo.
Alcances
Perú y Chile gozan del ecosistema de Lomas
- El ecosistema de Lomas se da inicio en el cerro Campana, en Huanchaco, y se extiende hasta Copiapó, Chile. Gracias a la niebla, los cerros y algunas partes del desierto reverdecen cada invierno. 

El Comercio, 03 de julio de 2013

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