sábado, mayo 18, 2013

Isaac el profeta

A Isaac Asimov ningún campo del saber le fue ajeno, menos aun el de la ciencia y la tecnología. Pensador, investigador, visionario, escritor de ciencia ficción, editor y futurólogo, legó una obra monumental en la que anticipó los siglos venideros. Algo de eso lo estamos ya viviendo...


Isaac Asimov (1920-1992) tenía claro qué es esto de vivir y morir. Lo que a la mayoría le produce dudas existenciales y angustias, para él era una cuestión bastante simple y práctica. "Me parece -dijo en una entrevista- que, cuando sea tiempo de morir, habrá un cierto placer en pensar que utilizaste bien tu vida, que aprendiste tanto como pudiste recogiendo del universo cuanto te fue posible y disfrutándolo. Tenemos solo este universo y únicamente esta vida para tratar de agarrarlos. Qué tragedia pasar por la vida y no sacar nada de ella".

QUÍMICO Y MÁS
A lo largo de su existencia, este ruso afincado en los Estados Unidos escribió cerca de 400 libros, gran parte de ellos sobre astronomía (esto sin haber llevado, jamás, un curso sobre esa disciplina). Genial, visionario y amante del aprender, Asimov era doctorado en Química. Así como fue un autodidacta en astronomía, lo fue también en varios otros asuntos vinculados con la ciencia, la tecnología y la historia. A esta última disciplina el futurólogo le dio una mirada audaz y aseguraba que el devenir de la humanidad estaba muy marcado por los descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico, bastante más de lo que los historiadores tradicionales estaban dispuestos a aceptar. ¡Vamos! Que no todo era la cristalización de la voluntad, sino el resultado práctico y lógico de ciertos hallazgos e inventos.

CREADOR DE FUTURO
El genio ruso sentía que la gente lo veía como un 'freak', de paso tenía pánico a las alturas y no volaba en avión ("justamente porque conozco las leyes de la aerodinámica", decía); ni siquiera salía a la terraza de su departamento neoyorquino.
Asimov fue un gran divulgador científico, pero fundamentalmente fue uno de los grandes maestros de la literatura de ciencia ficción. En ese género, se explayó a sus anchas, desbocó su creatividad y dio rienda suelta a sus conocimientos científicos para crear mundos, mañanas y situaciones impensables que, poco a poco, empiezan a parecerse a nuestro hoy. A él le debemos "las tres leyes de la robótica", siendo la primera que: "Un robot no puede causar daño a un ser humano ni permitir que un ser humano pueda sufrir daño". Con esa noción, aparentemente simple, dio el campanazo para que recapacitáramos cuán mal estábamos como especie, masacrándonos los unos a los otros por territorios, por recursos, por ideologías, por religiones, por ambición. Algunas de sus historias de robots fueron llevadas al cine: "El hombre bicentenario" (protagonizada por Robin Williams) y "Yo, robot" (inspirada en el cuento del mismo nombre y protagonizada por Wesley Snipes).

EL FUTURO ES HOY
El notable cineasta Ridley Scott ("Alien", "Blade Runner", entre otras) es el productor ejecutivo de "Profetas de la ciencia ficción", una serie de televisión para el Science Channel que explora las ideas fantásticas (y fantasiosas, en su momento) surgidas de las grandes mentes de la ciencia ficción convertidas hoy en realidad. Uno de los capítulos, lógicamente, se ocupa de los relatos sobre robots de Asimov y muestra el importante rol que juegan hoy en la cirugía y la exploración espacial, algo que él narró desde la imaginación y dictaminó décadas atrás en la segunda ley de la robótica: "Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano a excepción de que tales órdenes estén en oposición con la primera ley" (dañar a un humano).

UN RUSO EN BROOKLYN
Isaac nació como Isaak Judah Ozimov el 2 de enero de 1920, en Petrovichi, cerca de Smolensk, Rusia. Era el mayor de tres hermanos de una familia de judíos ortodoxos. Su padre, Judah, se dedicaba a la molienda de trigo. En 1924, cuando el pequeño Isaac tenía apenas tres años, la familia se trasladó a Nueva York y se estableció en Brooklyn. El padre se encargó de una tienda de dulces que vendía, también, revistas y novelas (entre ellas algunas de ciencia ficción). Ni bien aprendió a descifrar letras y frases, Isaac empezó a leerlas y a desarrollar su gusto por la escritura. A los 19 años, en 1939, publicó su relato "Abandonados cerca de Vesta" en la revista "Amazing Stories". Para marzo de 1941 había escrito 31 cuentos y vendido 17, 14 de ellos fueron publicados.
En medio de lápices y máquinas de escribir, llegó la Segunda Guerra Mundial y sirvió como ingeniero de la Marina estadounidense; obtuvo el grado de doctor en Química por la Universidad de Columbia. Dictó cátedra en la Universidad de Boston desde 1949 hasta 1958, pero no pasaba un día sin escribir. Para 1950 ya había publicado, con sonado éxito, "Piedra en el cielo", su primera novela y "Yo, robot" (una serie de cuentos cortos). En 1958, cuando abrazó definitivamente la literatura, tenía ya una legión de fieles lectores: "Trilogía de la fundación" (1951-1953), "Las cavernas de acero" (1954) y "El sol desnudo" (1957) ya habían visto la luz.

LA NUEVA EDUCACIÓN
En 1988, antes de la era de Internet, mucho antes de que las computadoras formaran parte integral de nuestras vidas y fueran un artefacto infaltable en los hogares, vislumbró cómo impactaría sobre la educación. El profeta de los tiempos por venir dijo: "Todos son forzados en el aula a aprender lo mismo, el mismo día y a la misma velocidad, pero cada quien es diferente. Para algunos la clase va muy rápido, para otros demasiado lenta. Dales a todos una oportunidad adicional a la escuela para que sigan sus preferencias desde el principio, encontrar lo que les interesa en sus propias casas, a su propio ritmo y tiempo, y disfrutarán el aprender".

HACER EL BIEN
Pese a haber crecido en una familia profundamente religiosa, Asimov era ateo. No creía ni en el cielo ni en el infierno y le parecía hasta inmoral que uno actuara correctamente por temor a algún castigo divino y no por convicción. Y, bueno, después de todo, la tercera ley de la robótica nos dice que "Un robot debe proteger su propia existencia mientras esta protección no esté en conflicto con la primera o la segunda ley", es decir, no dañar ni permitir que un ser humano sea dañado y obedecer lo que el ser humano ordena siempre y cuando esto no dañe a otro humano.
Le debemos "las tres leyes de la robótica". La primera es que "Un robot no puede causar daño a un ser humano ni permitir que un ser humano pueda sufrir daño".

Martha Meier M Q

Editora Central de Fin de Semana y Suplementos

El Dominical, 06 de enero de 2013









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