martes, junio 24, 2014

¿Qué hace ese bichito ahí?

Las especies de flora y fauna introducidas pueden llevar al colapso de los ecosistemas.

En 1567 un grupo de agricultores presentó una queja ante don Pedro Melgar, alcalde de Arequipa. Sucedió que en las lomas de Atiquipa ganado español pastaba a sus anchas destruyendo los cultivos estacionales de maíz, yuca, achira y camote. Juan de Castro Figueroa, defensor de los denunciantes, "consiguió la imposición de cien pesos de plata corriente como sanción a los dueños de los animales", anota la historiadora María Rostworowski en "Recursos naturales renovables y pesca, siglos XVI y XVII".
El episodio de Atiquipa fue la primera demanda "ecológica" en tiempos virreinales y una muestra de cómo las especies introducidas generan problemas ambientales y sociales. Un bicho o una planta liberada o cultivada en el lugar equivocado causa estragos. La flora y la fauna introducidas son invasoras y depredadoras, hacen retroceder a las especies nativas y con ello alteran y diezman los ecosistemas y su biodiversidad.
Fuera, cabras
En el norte del Perú tenemos un buen ejemplo. Allí las cabras literalmente mastican el bosque seco del norte al punto de impedir su regeneración. No es raro verlas en dos patas comiéndose la última hoja o fruto de un arbusto o arrancando la corteza de un añoso algarrobo, a vista y paciencia de quienes las pastorean. A diferencia de los venados, ardillas y otras especies nativas propias de esos bosques, las cabras no dispersan las semillas, más bien engullen hasta el último brote que encuentran a su paso, con lo que empobrecen el suelo.
Las ecuatorianas islas Galápagos han sido también víctimas de ellas. En siglos pasados las flotas balleneras, y luego los colonos, las liberaron para asegurarse un buen suministro de carne y leche. Ganaron terreno compitiendo por los alimentos y el agua con las especies nativas. Lo mismo sucedió con los cerdos, convertidos en los principales depredadores de huevos de tortuga y causantes del declive de la población de estas en su propio santuario. En esa islas se desarrollaron programas de erradicación de estas especies invasoras.
Plaga de conejos
Las especies foráneas invaden las guaridas y nidos de las especies nativas, y ellas, sus huevos y crías se convierten muchas veces en sus presas. Al no haber predadores naturales contra las foráneas su población se dispara rápidamente. Así pasó en Australia con los conejos europeos.
En 1859 cazadores australianos importaron conejos. Al mamífero que tardó nueve siglos en dispersarse por las islas británicas le tomó apenas cincuenta años cubrir la mitad del territorio de Australia, avanzando 100 kilómetros anuales (cada conejita puede tener más de 40 crías por año). Para 1950 había aproximadamente 600 millones y el asunto estaba fuera de control: devoraron las plantas de las que dependían las especies nativas y arrasaron grandes extensiones agrícolas. Se introdujeron gatos como predadores, pero estos prefirieron hacerse de las especies locales, y nació un nuevo problema.
Todo esto nos lleva al mayor invasor de todos: el hombre, ese bicho que lleva animales, plantas e insectos de un lado a otro sin pensar en el daño que puede causar.
SOS
Un 'león' en el Caribe
Jake Kheel, director ambiental de la Fundación Ecológica Punta Cana, en República Dominicana, impulsa la campaña Cómete un León ('Pterois volitans'). "Este pez propio del Océano Índico fue liberado por los aficionados a los acuarios -nos dice- y se ha convertido en un serio problema, pues es un predador eficiente, que deja en desventaja a las especies propias del Caribe".
Desde la fundación, Kheel organiza campeonatos de pesca y concursos de taxidermia de esa especie. "El león -nos comenta Jake- tiene una carne blanca y sabrosa, así que en los restaurantes de los hoteles del grupo y en general fomentamos su consumo a través de festivales gastronómicos. El pez león está diezmando la fauna de los arrecifes de coral y esperamos con todas estas iniciativas erradicarlo".
Kheel incentiva la pesca del león comprando toda la captura a los pescadores de la región para que termine en la boca del gran predador humano.
Estragos
La flora y la fauna introducidas son invasoras y depredadoras, hacen retroceder a las especies nativas.

El Comercio, 15 de abril de 2014

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