martes, abril 01, 2014

La rebelión de las tapadas

Si hoy muchas mujeres son esclavas de la moda, hubo un tiempo en que las limeñas fueron más libres que ninguna otra, gracias a la moda, y hasta conspiraron con éxito para evitar la prohibición de su indumentaria.
"Con saya y manto una limeña se parecía a otra, como dos gotas de rocío", escribió el tradicionista Ricardo Palma. Eso les permitió ir por las calles sin ser reconocidas. En "Peregrinaciones de una paria" (1838), la sindicalista y feminista Flora Tristán se refiere a la libertad del "manto y saya". Y es que una mujer así vestida "puede salir sola" pues fuera del ámbito hogareño se confunde con todas las otras y hasta encuentra "a su marido en la calle y él no la reconoce, le intriga con su mirada, le hace gestos, le provoca con frases, entran en gran conversación, se deja ofrecer helados, frutas, bizcochos, le da una cita, le deja y en seguida entabla otro diálogo con un oficial que pasa. Puede llevar tan lejos como quiera esta nueva aventura sin quitarse jamás su manto".
"[...] La pícara saya y manto tenía la oculta virtud de avivar el ingenio de las hembras, y ya habría para llenar un tomo con las travesuras y agudezas que de ellas se relatan", escribe Palma en la "Conspiración de la saya y manto", de la cuarta serie de sus "Tradiciones Peruanas". El atuendo de las "tapadas" invitaba y facilitaba la transgresión y esa fue la razón por la que la Iglesia y la corona española intentaron prohibirlo en más de una ocasión.
El investigador y docente Juan Luis Orrego Penagos, de la Universidad Católica, escribe que hasta hubo "multas por vestir así pero no solo fue inútil sino que de hecho la prohibición estimuló más esta usanza.
La primera ordenanza que prohibía el uso del manto la dio en el año 1561 Diego López de Zúñiga y Velasco, cuarto virrey del Perú; no tuvo éxito. Entre 1582 y 1583, el Tercer Concilio Limense declaró que incurrían en falta las tapadas. Por esa anónima coquetería que se permitían, Toribio de Mogrovejo propuso su prohibición en el Concilio Limense de 1601, pero fracasó. Lo mismo intentaron los virreyes Marqués de Montesclaros, Marqués de Guadalcázar y Conde Chinchón...".


Palma refiere: "Demás está decir que las limeñas sostuvieron con bizarría el honor del pabellón, y que siempre fueron derrotados los virreyes; que para esto de legislar sobre cosas femeninas se requiere más ñeque que para asaltar una barricada".
Para defender el derecho a usar sus trajes, en la primera intentona de prohibición de 1561, las limeñas no protestaron. Simplemente dejaron de cumplir con las tradicionales tareas femeninas, poniendo a la ciudad de cabeza en apenas 24 horas. "[...] Desde que Lima es Lima, mis lindas paisanas han sido aficionadillas al bochinche", escribe Palma.
¿Pero, qué pasó aquel año de 1561? "La anarquía doméstica amenazaba entronizarse. Las mujeres descuidaban el arreglo de la casa [...] el puchero estaba soso, los chicos no encontraban madre que los envolviese y limpiara la moquita, los maridos iban con los calcetines rotos y la camisa más sucia que estropajo". Y el asunto se aplazó, como ocurrió una y otra vez, hasta que nuevas modas llegadas de Europa destronaran a la saya y el manto, y la "tapada" se destapó.
Retrato femenino
Las limeñas del siglo XIX
- Juan Luis Orrego señala que en 1834 Flora Tristán dedicó buena parte de sus observaciones a Lima y las limeñas. Escribió que cada vez que asistió al Congreso encontró un buen número de limeñas: "Todas estaban con saya, leían un periódico o conversaban sobre política".
Según Flora Tristán
Las mujeres y Lima
- Una conocida frase de la sindicalista y feminista Flora Tristán refiere lo siguiente: "No hay otro lugar en la tierra donde las mujeres sean más libres y ejerzan mayor imperio que en Lima. Allí reina exclusivamente. Es de ella de quien procede cualquier impulso".

El Comercio, 26 de febrero de 2014

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