El cambio de la geografía de los alimentos preocupa en el actual
escenario de incertidumbre climática, pero eso empezó con el descubrimiento de
América.
China es actualmente el mayor productor de papa del
planeta, un cultivo de origen andino. La piña, una nativa de la Amazonía, llegó
a Hawái en 1813 llevada por don Francisco de Paula y Marín, consejero español
del rey Kamehameha, y para 1960 allí se producía el 80% de las piñas del
planeta (hoy solo produce el 2%, pues Tailandia le quitó la corona como mayor
productor).
Las semillas del cacao se utilizaban en el México
precolombino como “moneda” de intercambio comercial entre los nativos. Allí, en
Honduras, Belice y Ecuador, más de mil años antes de Cristo, ya se consumía una
bebida fermentada de esas semillas, una especie de “cerveza de chocolate”,
posteriormente se preparaba formando una pasta con las semillas, añadiendo
líquido y ají, entre otros. Se cree que Cristóbal Colón en su cuarto viaje fue
el primero en probar esta bebida en la costa de la actual Honduras. Hoy México
no figura entre los productores importantes de cacao, y alrededor del 75% se
produce en países del África.
El tomate originario –según hallazgos
arqueológicos– de la costa peruana, en Chilca, es ingrediente principal de la
cocina italiana y de una emblemática salsa estadounidense: el ketchup. ¿Cuántos
platos peruanos, aparte del lomo saltado, tienen al tomate como protagonista?
Hoy China, India y Estados Unidos encabezan la lista de mayores productores de
tomate, mientras que Holanda y Francia se llevan la corona como los que
cultivan los mejores y más cotizados del mercado.
Todo esto viene a colación porque en la reciente
COP 20, realizada en Lima, un sector de la población expresó su legítima
preocupación por los significativos cambios en la geografía de los alimentos
que podría derivarse del cambio climático, como efectivamente ya ocurre. Las
modificaciones en la temperatura, patrones de lluvia y otros afectan la
agricultura y si esos cambios son permanentes determinados productos agrícolas
desaparecerán de ciertos espacios y se trasladarán a otros más adecuados,
propios o ajenos, afectando sin duda la tradición y costumbres de los
agricultores. Pero, como hemos visto, el fenómeno del cambio en la geografía de
los alimentos no es nuevo, empezó con los primeros contactos entre los pueblos
de Asia y Europa, se intensificó con el descubrimiento de América y se
consolidó con algo mucho más fuerte que cualquier cambio en los patrones del
clima: el mercado. Así que solo hay que adaptarse a lo que ocurrirá con cambio
climático o no.
Adaptación
Diversificar para no perder
Durante la edición 20 de la Conferencia de las
Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
realizada en diciembre en Lima, expertos en seguridad alimentaria expresaron su
preocupación por la posibilidad de un alza de hasta 30% en los precios de los
alimentos. Esto si los países tropicales –incluido el Perú con su 70% de
Amazonía– no se enfocan en la adaptación al cambio climático.
Según Andy Jarvis, investigador del Centro
Internacional de Agricultura Tropical (CIAT): “Clima y agricultura van de la
mano y el clima define si un cultivo irá bien o mal. La geografía de los
cultivos se moverá y los impactos pueden ser extremadamente negativos”.
Lo que refiere Jarvis, obviamente, generará mayor
pobreza entre los campesinos pobres si los gobiernos no promueven la
diversificación de cultivos y un enfoque integral de ecosistemas en el contexto
del cambio climático y del crecimiento de la población para erradicar la actual
desnutrición crónica de 850 millones de personas.
Martha Meier MQ.
Editora Central
El Comercio, 13 de enero de 2015 (Página de Ecología)
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