viernes, mayo 29, 2015

¿Vivir sin facebook?

Ayer la caída de Facebook dejó sin conexión a millones de usuarios. El suceso demostró que la mayoría puede desconectarse un buen rato sin morir en el intento, y que otro tanto no está dispuesto al aislamiento. Este último grupo es el que recurre a las otras redes sociales, y entre ellos bien podría haber varios adictos a informarle al mundo cada paso que dan y cada bocado que saborean (como si fuera relevante). Esos, felizmente, son los menos.
Durante el 'apagón' de Facebook millones usaron sus cuentas de Twitter, sus celulares inteligentes (smartphones) y siguieron comunicados y comunicándose por WhatsApp, BBM, Instagram y las otras muchas aplicaciones que permiten chatear, intercambiar datos, fotografías y ser parte de una de las tantísimas comunidades virtuales (una misma persona suele serlo de varias).
El 2012 Paul Miller, periodista de tecnología, preguntó: ¿es posible vivir desconectado?, es decir, no tener cuenta en Facebook, salir sin estar pendientes del celular y evitar fotografiar todo para compartirlo en Instagram. A sus 26 años, Miller se animó a responderse y se desconectó durante un año. Desde los 12, había sido un usuario empedernido de las redes y creía que por ellas era menos productivo. En el 2013 concluyó su experimento y volvió al mundo on-line para anunciar: "Un amigo de Facebook es mejor que nada".
La agencia española Rol Social creó el reality "Desconectados". En ese show dos jóvenes -Casimiro Aguza y Josefina Moratalla, de 29 años- no tuvieron acceso a las redes sociales ni a sus celulares por dos semanas. Un sociólogo y una psicóloga analizaron las reacciones de este ayuno digital.
Josefina no recordaba bien cómo se comunicaba antes de la aparición de las redes sociales. No hubo conclusión relevante y el par estuvo contento al reconectarse.
Contrariamente a lo que sostienen algunos, quienes están conectados a la web no están solos ni aislados. El espacio virtual es el nuevo centro de reunión. Allí encontramos a amigos, familiares y conocidos de los que nada sabríamos, sea porque viven al otro extremo de la ciudad o del planeta.
Es un hecho que nunca antes como ahora las personas han interactuado tanto con otras, de diferentes generaciones, ni han estado tan comunicadas, acompañadas, entretenidas e intercambiando datos de toda índole.
En las redes el tímido se vuelve parlanchín, el enfermo que contagia disfruta la 'compañía' de amigos y hasta el soldado en el campo de guerra puede ser parte de la mesa familiar vía videochat.
De nada hay que preocuparse mientras la maravillosa comunicación a distancia no interfiera con la vida diaria. Eso se llama adicción, y los adictos a la web descuidan sus responsabilidades académicas, laborales y familiares; son ludópatas (a cualquier edad) de algún juego en línea; se embarcan en relaciones amorosas virtuales; consumen pornografía; comparten información perniciosa y están ausentes -aunque físicamente presentes- esperando que mensajes irrelevantes lleguen a su celular, tablet o cualquier otro dispositivo.
Aprovechemos lo bueno, sin excesos. Lo virtual es ya parte de nuestra realidad. Y caídas como las de Facebook nos demuestran que desconectarse un rato no mata.

Martha Meier MQ.
Editora Central

El Comercio, 02 de agosto de 2014

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