sábado, marzo 26, 2011

Los árboles de Félix


Félix Finkbeiner es un mozalbete alemán de 13 años. El pasado 2 de febrero, en la novena sesión plenaria de alto nivel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que declaró el 2011 Año Internacional de los Bosques, se despachó un discurso que arrancó lágrimas, risas y aplausos. Muy suelto de huesos dijo a los y las representantes de los diversos países del planeta: “No hablen, empiecen a sembrar”.
Esa es su visión, esa es su campaña, que los “grandes” dejen de hablar tanto sobre los problemas de la deforestación, el cambio climático y las áreas boscosas y, más bien, se remanguen y pongan las manos en la tierra. Así de simple, y no le falta razón.
El chiquillo ya había tenido una muy comentada intervención en la cita de Cancún sobre cambio climático, en diciembre del año pasado, realizada tras el sonado fracaso de la anterior reunión de Copenhague. “Los niños nos sentimos realmente estafados. Se hizo tanto para llegar a Copenhague y al final ¿qué se logró?”, dijo ante un auditorio de autoridades y expertos boquiabiertos.
Félix Finkbeiner tenía solo 9 años cuando conoció la historia de Wangari Maathai, una doctora en biología nacida en Kenia y perteneciente al pueblo Kikuyu. Maathai fundó en 1977 el movimiento Cinturón Verde para recuperar las tierras erosionadas mediante la siembra de árboles. Movilizó masivamente a las mujeres africanas, y a lo largo y ancho de su continente empezó a reverdecer el paisaje. Más de treinta millones de árboles se plantaron. En el 2004 Maathai recibió el Nobel de la Paz por su trabajo a favor del desarrollo sostenible, la democracia y la paz.
Hace cuatro años el chiquillo alemán fue profundamente inspirado por la figura de esta notable mujer del África y le vino la idea de sembrar un millón de árboles en su tierra natal y en los países que se pudiera. Entusiasmado y muy seguro, presentó su proyecto en el colegio. Sus compañeros, maestros y los padres de familia escucharon atentamente y desencadenó una epidemia de optimismo pocas veces vista. Ese fue el punto de partida. Para cuando el niño cumplió 12 años, es decir tres años más tarde, Alemania tenía un millón de árboles más gracias a Félix y a quienes compartieron su sueño. Se convirtió en un personaje mediático y a la fecha su organización Siembra por el Planeta viene trabajando en setenta países con el motivador lema “No hablen, empiecen a sembrar”.
Este loco bajito, este hombrecito que no conoce imposibles, ha recordado que los niños y adolescentes representan la mayoría de la población mundial, y viene convocando a los gobiernos de la Tierra y sus habitantes a sembrar… ¡un trillón de árboles en los próximos diez años! “Esto es –según Félix– solo 150 árboles por persona”. El asunto se ve simple, desde sus zapatos.
En su discurso ante la ONU agradeció “la oportunidad de hablar”, resaltó el año internacional de los bosques, “porque para nosotros los niños, los bosques no solo son donde habitan millones de personas, sino que son nuestro futuro”. El alemancito se refirió a la miseria que mata de hambre a treinta mil niños y niñas cada día, en un mundo increíblemente rico. Su meta es que “la pobreza sea una cuestión de museos. Es tiempo de trabajar juntos y combinar nuestras fuerzas. Viejos y jóvenes, ricos y pobres”. Su lógica es la siguiente: “Un mosquito no puede hacer nada contra un rinoceronte, pero miles de mosquitos pueden hacer que el rinoceronte cambie de rumbo”.
Así que… queridísimos padrastros de la patria y candidatos, escuchen a Félix: “No hablen, empiecen a sembrar”.
Estamos hasta la coronilla y más arriba con su campaña de insultos, de intrigas, sarcasmos, mechones de pelo, bailecitos y demás vergüenzas ajenas. Así que mucho se agradecería unos cuantos arbolitos. Y tú, Félix…¡ven! Los “grandes” necesitamos aprender de ustedes los niños, que por tamaño están más cerca de la tierra y la cabeza más lejos de las nubes.


El Comercio, 26 de febrero de 2011

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