Fue el artífice inteligente y dedicado de la única "gran transformación"
vivida por el Perú en las últimas décadas, y que cimentó el país sólido, con
oportunidades, que navega hoy sin zozobrar, pese a los vendavales de la gran
crisis económica mundial, y es admirado internacionalmente.
Sirvió honestamente como ministro de Economía durante la gestión del
presidente Alberto Fujimori, y eso le valió -como a tantos otros compatriotas-
ser perseguido, calumniado, una y otra vez detenido, por el aparato de la
justicia de la era de Alejandro Toledo, ese señor que escribía la palabra
justicia con "v" de venganza.
Los peruanos y peruanas tenemos una deuda con el ingeniero Jorge Camet
Dickmann, y es reconocerlo como el notable estadista que fue. Murió el último
jueves a los 86 años, tras 12 de persecución. Sobre sus logros escribió
recientemente el economista Roberto Abusada: "En cinco años de trabajo honesto y
eficaz, Jorge Camet logró no solo que la economía crezca 40%, logró ponerla en
la senda de desarrollo en que hoy se encuentra. El Perú entero se lo agradece".
En realidad debió escribir: el Perú entero "debería" agradecérselo. Y es que no
faltan los desagradecidos, los desmemoriados, los odiadores de un país que
avanza pese a ellos y sus caducas y fracasadas ideas socialistoides. En esa laya
se cuentan descarados ex burócratas fujimoristas,
novo-rojos-andino-latino-caribeños, indignados por lo que sea, clandestinos
terroristas de computadora (ni bien enterados de su muerte, empezaron a
insultarlo por las redes sociales), los "mi papi quebró por su culpa", y otros
que pretenden imponernos la verdad de sus mentiras y su pensamiento único.
¡Basta!
A contramano de la piara mencionada, el ingeniero Camet trabajó sin discursos
de odio ni de división entre compatriotas. Su visión fue de largo plazo,
concertó para alcanzar los complejos acuerdos requeridos para sacar del
atolladero a un país que él encontró con apenas US$311 millones de reservas en
el BCR y que dejó llenas.
No le ha faltado razón a Aldo Mariátegui para escribir: "La interminable
hostilización judicial al recientemente fallecido Camet constituyó una de las
más refinadas exhibiciones de sadismo por parte de nuestros procuradores,
fiscales, jueces y la izquierda", atormentaron a un anciano, "cuya única culpa
fue haber sido un eficiente ministro de Economía".
El último martes la Confiep le entregó un merecido reconocimiento, pocas
horas antes de su muerte. Por esos días fue exculpado de todas las calumnias del
toledismo, de allí la ira de quienes insultan al recién partido: su inocencia,
señal inequívoca de que la verdad, por fin, se abre paso. Descanse, ingeniero.
El Comercio, 02 de noviembre de 2013
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