sábado, agosto 21, 2010

¿Y... dónde está el candidato?


Según cálculos de los expertos hacia el 2030 –ahorita nomás, en apenas veinte años–, el 60% de la población mundial vivirá en las ciudades. Es decir que cerca de cinco mil millones de personas (la misma cantidad de gente que poblaba el planeta en 1987) habitarán en gigantescas y monstruosas urbes, que obviamente serán bastante más inmensas y horríficas. Si alguien andaba con el ceño fruncido quejándose de lo apretujados que andamos y refunfuñando por la congestión vehicular, espere un poquito: el infierno está a la vuelta de la esquina. Lima, en la tercera década del siglo XXI, irá de Huacho a Cañete y tendrá una población cercana a los 14 millones. Los aspirantes al sillón municipal parecen no tener idea de todo esto. Hasta ahora –fuera de transparencia, decencia, eficiencia, democracia y otras abstracciones– no se ha escuchado un plan técnico con visión de futuro para la capital del Perú. Ya no estamos para elegir a ‘parchadores’ de un modelo con apoplejía, desbordado y prácticamente colapsado, tampoco para cálculos políticos y partidarios. Se requiere una transformación masiva y sostenible de la ciudad, tanto en el uso de los recursos naturales, agrícolas y energías renovables, como en el replanteamiento de los sistemas de transporte por una red no contaminante y eficiente.
El arquitecto Vladimir Arana Iza alerta que de “continuar haciendo lo que estamos haciendo” corremos el peligro de “celebrar los 200 años de independencia del Perú con una ciudad camino a la pauperización, calcutizada y con una degradación irreversible”. Dicho esto, preocupémonos doblemente por las actuales propuestas electorales enfocadas en la inmediatez y en los muy marketeros temas de salud, ordenamiento del transporte, seguridad y saneamiento (vale recordar que tenemos ministerios cuya tarea es velar por tales asuntos, más allá de cualquier ley de descentralización). El próximo alcalde –alcaldesa, si nos guiamos por las encuestas al día– debería articular equipos multidisciplinarios, interministeriales y con participación del sector privado para atacar esa problemática puntual. Pero Lima necesita mucho más.
Si a lo largo de la historia la realidad geográfica ha modelado las instituciones y las relaciones humanas, es fácil imaginar cómo la realidad urbanística de Lima impacta sobre nuestras vidas. Lo padecemos y lo vemos, nuestra sociedad es tan desordenada como el trazo de esta ciudad crecida sin planificación ni visión de futuro. Una ciudad que ha dado prioridad a los automóviles frente a las personas. Muchas casonas se han tirado abajo para ensanchar pistas y ninguna para crear un parque.
“El estilo de vida puede ser completamente diferente en función de cómo se haya diseñado la comunidad”, sostiene Walter Hook, director del Instituto de Transporte y Política de Desarrollo (ITDP) de Estados Unidos, quien impulsa la exposición “Our Cities, Ourselves” (“Nuestras ciudades, nosotros mismos”), en el Centro de Arquitectura de Nueva York.
Y es que las más potentes herramientas de transformación de la ciudad y con ello de la sociedad están en la arquitectura y la planificación urbana, con un enfoque medioambiental.
Si algo debieran ofrecer los candidatos es que dejaran sentadas las bases para la nueva Lima y las necesidades de recursos vitales para la subsistencia de su creciente población: agua, alimentos, servicios ambientales. Pero nada de eso hay. Queda claro que los próximos cuatro años tendremos más de lo mismo, así es que después no vale quejarse. Avisados estamos, los candidatos y candidatas a Lima están –en opinión de esta columnista– en nada.


El Comercio, 21 de agosto de 2010