martes, septiembre 08, 2009

Unidad frente al terrorismo

En momentos como los que padece hoy el Perú muchas máscaras empiezan a caer. Al fin comenzamos a diferenciar, claramente, a quienes están aquí para hacer de nuestra patria un imperio de paz y progreso, de quienes pretenden abrirse espacio en la arena política con la tragedia. Es tiempo de definiciones y no de irresponsables cálculos políticos y electoreros. Es tiempo de que los hombres y las mujeres de bien superen cualquier diferencia ideológica para crear un inmenso frente contra la lacra de Sendero Luminoso y el terror. La única ideología y el único partido que necesita el Perú hoy se llama unión por la paz.
Muy fácil —y mediáticamente estratégico— es pedir la cabeza del ministro de Defensa, Rafael Rey. Lo curioso es que quienes lo hacen son justamente quienes desarticularon (sin reorganizarlos adecuadamente) los sistemas de seguridad e inteligencia en nombre de la “democracia”. Nadie se los recuerda, como tampoco el hecho de que hasta ahora no asuman su cuota de responsabilidad en la reorganización de la ponzoña de Sendero, ese híbrido llamado “marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo”.
Es de lamentar que las organizaciones de derechos humanos no se pronuncien contra las atrocidades de Sendero contra las fuerzas del orden, por estos días en el VRAE. Es sintomático que los terroristas excarcelados anticipadamente no le hayan pedido perdón al país por los actos perpetrados durante los años ochenta y principios de los noventa. Debe ser muy desalentador para los seguidores del candidato Ollanta Humala —experto en la lucha frontal contra el terrorismo al haber servido valientemente en la línea de fuego durante el gobierno del ingeniero Fujimori— que lejos de proponer soluciones y contribuir en la erradicación de la amenaza terrorista, se dedique simplemente a criticar al gobierno de turno.
El país no está para indefiniciones. Sendero es hoy una amenaza real y no latente. Mientras la sangre de valerosos policías y soldados es derramada (en la doble batalla contra el terror y el narcotráfico), los convictos criminales Elena Iparraguirre y Abimael Guzmán (alias “Gonzalo”) le venden a la prensa la versión más patética de Romeo y Julieta. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que los dos cabecillas senderistas sufren por amor? Si algo unió a estos dos fue justamente todo lo contrario: el odio.
Sendero es una alimaña que odia al Perú. A lo largo de los años 80 (por si a alguien le falla la tan mentada “memoria”), asesinaron a los humildes campesinos que sobresalían en sus localidades. Por no poderlos adoctrinar en el “pensamiento Gonzalo” trataron de doblegar al valiente pueblo amazónico asháninka (asesinando brutalmente a sus líderes, esclavizándolos, preñando a sus mujeres y niñas). Y hoy Sendero recluta a niños para adiestrarlos en el uso de las armas contra el Estado de derecho, inculca el odio a la patria desde tierna edad, quiebra el espíritu de quienes podrían mañana ser ciudadanos de bien, líderes de sus comunidades para guiarlas por los caminos del progreso y de la justicia. Frente a la atrocidad y el odio de Sendero están las fuerzas morales, las fibras del bien de millones de peruanos y peruanas que han de levantarse como una muralla de unidad para apoyar a quienes ofrendan su vida en nuestra defensa y para señalar a quienes no son capaces de deponer sus ambiciones políticas por el bien de todos y cada uno de los ingas, mandingas y más, que integramos este rincón del planeta de nombre Perú.
El Comercio, 05 de setiembre de 2009

Corrupción y contaminación

La corrupción puede atentar contra el medio ambiente que nos sustenta tanto como el peor de los venenos. La corrupción contamina no solo la fibra moral de los pueblos y socava la legitimidad de las instituciones democráticas. La podredumbre de la coima, del arreglo bajo la mesa, el retraso amañado de legislación favorable al desarrollo sostenible, las sanciones risibles y la política del “dejar hacer dejar pasar”, tienen impacto directo sobre el medio ambiente, en temas tan específicos como el cambio climático.
En una conferencia de la organización no gubernamental Transparencia Internacional, se concluyó que “la corrupción contribuye al calentamiento climático y puede entorpecer los esfuerzos internacionales para luchar contra este problema”. Transparencia explica, por ejemplo, que esta lacra puede trabar el combate contra la deforestación y así “exacerbar los problemas medioambientales y minar los esfuerzos (realizados)”. En nuestro país no es un secreto que la corrupción corroe las instancias responsables de velar por nuestras riquezas naturales.
Para el caso forestal, por ejemplo, lo que ocurre en el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena) es ya tan evidente que hasta ha dejado de ser noticia. Pero como para bailar el tango de lo podrido hacen falta dos, al otro lado no faltan malos representantes del sector maderero, con su dinero, con su influencia, con sus presiones. Además, como explica Festus Mogae, especialista de la ONU, la batalla contra el calentamiento global “abre un nuevo terreno a la corrupción”.
Recordemos que las potencias destinan millones de dólares para tema de conservación, es decir hay mucho dinero disponible para todo tipo de “proyectos” (muy buenos y también inútiles, todo dependerá del ejecutor y del fiscalizador).
Súmese a esto el mercado de los “bonos de carbono”, o derechos de emisión de CO2, que mueve otros tantos miles de millones de dólares para que aquel país que excede su cuota de emisión pueda “legitimar” este excedente comprándole su cuota a un país con baja emisión. Además la adaptación de las economías en los países pobres, por el cambio climático, exigirá transferencias anuales de hasta 200 mil millones de dólares. No hay que tener una bola de cristal para comprender que tal cantidad de dinero crea un significativo riesgo de corrupción en todas las etapas del proceso contra el cambio climático.
La deshonestidad, entre otras muchas cosas, puede profundizar el desabastecimiento de agua potable, agudizando los problemas de sanidad y con ello afectar la salud y la vida de millones de seres humanos. “El agua es un recurso insustituible. Es primordial para nuestra salud, nuestra seguridad alimentaria, para el futuro de nuestra energía y de nuestros ecosistemas. Pero la corrupción invade la gestión en todas estas áreas”, dice Huguette Labelle, presidenta de Transparencia Internacional. Y se refiere tanto al pequeño soborno como a las grandes concesiones para reciclaje, riego, hidroeléctricas así como al encubrimiento de los niveles de contaminación minera e industriales, en las fuentes de agua dulce. Estamos ante un gran reto, el siglo XXI requiere de un marco de honesta gobernabilidad cuyo éxito dependerá únicamente de la decencia, ese bien cada día más escaso.
El Comercio, 29 de agosto de 2009

Agua que no has de beber no la dejes correr

Hoy culmina en Estocol-mo la Semana Mundial del Agua. Más de 130 países —representados por cerca de 2.000 investigadores, políticos y empresarios, entre otros—, se dieron cita para discutir cómo asegurar el abastecimiento de algo tan vital para la sobrevivencia.
Hormigas y lechugas, personas y papayas, guacamayos, elefantes y rabanitos, todo absolutamente todo lo que vive sobre la Tierra requiere del agua dulce. Nada habría por este lado del sistema solar de no ser por este líquido que derrochamos y contaminamos de modos criminales.
En pleno siglo XXI, en este mundo que se jacta de globalizado, interconectado e hipercomunicado, cada 24 horas mueren cerca de cinco mil niñas y niños por falta de agua potable o por enfermedades vinculadas a la contaminación de esta, con gérmenes y residuos. Pero en la era de la información esto no parece relevante si comparamos el espacio mediático brindado a las juergas perpetuas de Paris Hilton o a las cifras de una economía claramente divorciada del desarrollo y obnubilada con el “crecimiento”, que no necesariamente deriva en avance ni progreso.
En América Latina alrededor de cien millones de personas carecen de acceso permanente al agua y 200 millones no cuentan con la mínima infraestructura de saneamiento. En nuestro país, miles de mujeres y niñas de las zonas rurales andinas se ven obligadas a recorrer grandes distancias para acceder al agua limpia. Distancias cada vez más largas pues las fuentes de agua son sistemáticamente contaminadas, principalmente por relaves mineros, o simplemente desaparecen por mal manejo del recurso o por el cambio climático.
El difícil acceso al agua pura afecta negativamente la escolarización de las niñas que deben cumplir, antes que nada, con esta tarea básica para la supervivencia de su familia; atenta contra la salud de las mujeres y la economía de las familias.
En la reunión de Estocolmo, el diplomático sueco Jan Eliasson, ex jefe mediador de la ONU para el conflicto de Darfur (región de Sudán), alzó un vaso con agua y dijo: “Este es un lujo para entre 800 y 900 millones de personas en el mundo. Esto es un sueño”.
La cita, organizada por el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, por sus siglas en inglés), tuvo como lema “Acceso al agua para el bien común”, y enfatizó el tema de las aguas transfronterizas.
En un planeta donde el agua pura se está convirtiendo en el bien más preciado, las fuentes compartidas por dos o más países pueden convertirse en amenaza para la paz. Las guerras por el líquido parecen estar a la vuelta de la esquina.
Agua, la usamos para beber, asearnos, cultivar y preparar nuestros alimentos. Por más que nos jactemos del avance de la tecnología no hemos desarrollado nada remotamente parecido a esta líquida transparencia, unión de dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno. Administrar adecuadamente el recurso es vital, como lo es que los gobiernos no cesen en sus esfuerzos por dotar a cada familia de acceso al agua pura.
El Comercio, 22 de agosto de 2009