viernes, enero 03, 2014

La dama de la conservación y el buen corazón

Jane Goodall, destacada primatóloga, mensajera de la paz de la ONU y considerada ángel del planeta, remecerá Lima e Iquitos con su mensaje.

Es vegetariana, antitaurina, no entiende a quienes piensan que los animales no sufren, considera que la burocracia es uno de los mayores obstáculos para la conservación y cree que solo las próximas generaciones arreglarán este desastre que hemos generado en el planeta por irresponsabilidad y codicia. Parece un ángel, irradia bondad. Es pequeña y habla con voz suave y melodiosa, pero su mensaje estremece las conciencias, toca el alma y hasta arranca lágrimas. Es un ser humano hermoso y bueno, bien podría ser una santa. No hay personalidad mundial que no ayude a su causa, desde la actriz Angelina Jolie hasta el empresario Richard Branson, de Virgin Atlantic. Y cuando usted la escuche entenderá por qué. Jane Goodall viene a Lima, visitará también Iquitos y, créanme, el Perú será otro tras su paso iluminado por estas tierras.

Esperanza y niñez
En estos tiempos de sombras y divisiones, ella se ha impuesto la tarea de convencernos de que aún hay esperanza, que el cambio que queremos está dentro de nosotros y que la comunión entre los seres humanos y de estos con la naturaleza es posible. "De alguna manera tenemos que despertar a la gente", dice. Explica que se concentra en la juventud a través del programa de sensibilización ambiental Roots and Shoots (Raíces y Brotes) porque considera "criminal no alimentar la esperanza en los niños, ellos nacen con ella y hay que nutrirla. Los chicos, además, son los únicos capaces de cambiar el comportamiento de sus padres".

Contar para enseñar
La doctora Goodall está convencida de que uno de los mayores obstáculos para la conservación es la tremenda burocracia que asfixia, principalmente, a los países donde se encuentra la mayor biodiversidad del planeta. Lo mismo piensa que ocurre con la "constante batalla con el desarrollo económico y la poca comprensión de la opinión del público en general". Está convencida, sin embargo, de que todo puede cambiar para mejor.
Y una de sus estrategias es convertirse en una insuperable "cuentacuentos" ante quien quedamos absortos. Deleita su facilidad para convertir las complejas relaciones ecológicas en pequeñas y simpáticas historias. Así, entretiene, da qué pensar, y enseña la importancia de cada parte del todo: el insignificante insecto que contribuye con la salud de un ecosistema o el animalito que al defecar en un lugar distinto a donde engulló la fruta, con pepa y todo, se convierte en jardinero que planta una semilla y con ello ayuda a que el bosque se regenere, para bien de todos.

Ciencia y empatía
Cree en la ciencia como base de la solución de los problemas, pero considera que esta debe ser empática. En el caso de la biología, por ejemplo, con las criaturas que se estudian y preocuparse sinceramente por lo que pueden estar sintiendo. Aboga para que se deje de lado la experimentación en animales, la caza deportiva, el toreo y la cría intensiva. Y pregunta "¿en una corrida, a quién le gustaría ser el toro?", sin importarle que estaba en Madrid, España, donde la tauromaquia es prácticamente una religión. En su reciente visita a ese país declaró: "si la gente piensa que los animales no sufren, que no tienen derechos o que no se los debe tratar con dignidad, van a seguir organizándose corridas de toros y van a seguir matando elefantes". Esto último, en clara alusión a la afición del rey a la caza.

Defensa cerrada
Goodall afirma que no es una luchadora por los derechos animales. No cree que ese es el camino, pues "vemos día a día cómo se violan los derechos humanos, pese a las fuertes campañas de defensa. ¿Qué se puede esperar para un animal, entonces? Yo batallo para que los humanos asuman su responsabilidad, que vean a la fauna de modo distinto, quiero que todos sepan que los animales tienen personalidades y sentimientos". Y vaya si ella lo sabrá, hace más de medio siglo investiga a los chimpancés en Gombe, Tanzania, cerca del lago Tanganica. Los conoce a fondo, les ha puesto nombres, sabe cuándo están malhumorados o quieren jugar y hasta habla algo de "chimpancé". Para la gran dama de la conservación, la clave está en reconectar el brillante cerebro humano con el corazón para entender la importancia de la compasión al tiempo de hablar de conservación ambiental. La próxima semana pisará Lima, viajará a Iquitos y dejará su huella imperecedera. Quien tenga oídos que escuche: esta mujer es profeta del mañana mejor que podemos construir. Para informarse sobre sus actividades en Lima: ver Facebook Jane en Perú.

El Comercio, 13 de noviembre de 2013

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