Navidad es tiempo de paz, humildad y fe. A lo largo y ancho del globo, los
hogares católicos y cristianos recuerdan el nacimiento de Cristo Redentor, hijo
y encarnación de Dios.
Para muchos, lamentablemente, la fecha es excusa para el derroche y los
excesos. Ni bien finalizó la campaña de Halloween empezó para los comerciantes
la temporada navideña. Son fechas en que el márketing carcome la espiritualidad
y lleva a que compremos compulsivamente.
Esto, sin duda, ayuda a dinamizar la economía, pero las luces de colores no
deben alejarnos del mensaje de estos días.
Son fechas para glorificar la vida en todas sus formas. La naturaleza y sus
colores ocupan un lugar de honor en las casas.
En este espíritu, cómo no recordar al Poeta de la Nochebuena, Ernst Wiechert
(1887-1950). Oriundo de Alemania, legó una serie de obras literarias en las que
confluye su amor por la naturaleza y una profunda religiosidad.
"Bosques y hobres"(1936); "La vida sencilla"(1939); "Los hijos de Jeromín"
(1947) son algunas de ellas.
La literatura de Wiechert es producto de sus experiencias como soldado
durante la Primera Guerra Mundial. Por describir sus sentimientos y loar a la
paz fue encerrado en el campo de concentración de Buchenwald, donde escribió "El
bosque de los muertos", inmortal testimonio contra el autoritarismo y la
barbarie.
En su "Sermón de Navidad para los animales" escribe:
"Mis humildes amigos, quiero hablaros en esta Navidad. Por todas partes los
hombres celebran alegremente el nacimiento del Señor, pero no se acuerdan de
vosotros. Y sin embargo, vosotros los animales estuvisteis allí cuando sucedió
el milagro, cuando el amor de Dios se hizo carne y su luz eterna se derramó
sobre la tierra.
Desde la penumbra del establo las miradas de vuestros grandes ojos mansos
presenciaron el nacimiento del Niño Dios. Y desde los campos vecinos llegasteis,
junto a los pastores, para rendir el homenaje esperanzado de las criaturas al
Salvador del Mundo.
Fue en un establo, donde nació Cristo. Los hombres no tuvieron lugar para Él,
pero vosotros sí. Tuvisteis paciencia, mansedumbre y humildad para recibir al
Hijo de Dios. A pesar de ello, los hombres os han olvidado y relegado a la
sombra donde aguardáis, desde los siglos de los siglos, vuestra redención.
Solamente los santos y los niños y los de corazón puro han abierto sus brazos y
os han recibido como hermanos en el gran reino del amor de Dios.
Quiero agradeceros todo el bien que recibimos de vosotros y quiero pediros
perdón por todo el mal que os causamos. Porque me siento vuestro deudor desde el
primer día hasta la eternidad.
Qué no daría para ofreceros la paz y el consuelo que anheláis lo mismo que
nosotros. Os diría: Esperad, mis hermanos. También los hombres, en el fondo de
nuestros corazones, tenemos ansias de paz. Llegará el día en que estaremos
cansados de odiar, cansados de perseguir, cansados de matar. Llegará el día en
que despertaremos de nuestra pesadilla, en que nuestros ojos aprenderán a
miraros con cariño y nuestras manos, a trataros con ternura".
SAN BONIFACIO. El primer árbol de Navidad de la historia. La historia cuenta
que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un
árbol que representaba al Yggdrasil y en su lugar plantó un pino que evocaba el
amor de Dios. Lo adornó con manzanas y velas que simbolizaban las tentaciones y
la luz de Jesús.
SAN FRANCISCO. El primer pesebre para celebrar a Jesús. El primero de los
belenes o pesebres fue realizado, según se sabe, por el fundador de la orden
franciscana, Giovanni Bernardone, conocido como San Francisco de Asís, a
principios del siglo XIII. Lo construyó con una casita de paja y una escena
viviente.
El Comercio, 25 de diciembre de 2013
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