Al final que un curso le guste, le interese y atrape es cuestión de cómo lo enseña un maestro. Ocurre, sin embargo, que en cuestión de ciencias los profesores no saben por dónde empezar. En nuestro país el principal freno para lograr una sólida base científica en los colegios es, lamentablemente, la escasa formación que reciben los maestros. La carrera pedagógica no dedica ni el 20% del tiempo a la ciencia. Si en el Perú queremos contar con científicos, hay que empezar por revisar y modificar el currículo de quienes estudian pedagogía.
El historiador Lord Bullock nos enseña que "la ciencia es el mayor logro intelectual y cultural del hombre moderno; es un proceso abierto donde la imaginación, la hipótesis, la crítica y la controversia desempeñan un papel fundamental. Es un estudio humano, profundamente interesado en el hombre y la sociedad, que deja lugar tanto a la imaginación como a la compasión; a la observación y al análisis". ¿Cuánto de esto -nos preguntamos está en capacidad de enseñar y transmitir un profesor peruano promedio?
Es necesario comprender que la ciencia es una acción creativa humana pero que depende de fenómenos, procesos, interacciones y reglas de la naturaleza, no de la voluntad humana. Dicho de otro modo: un profesor puede dictar su clase de Literatura o Historia como le plazca pero no puede resolver asuntos ni problemas científicos de ese modo arbitrario. Sin las herramientas adecuadas estará perdido, y lo peor, se habrá perdido la oportunidad de forjar generaciones que, finalmente, abracen las diversas disciplinas científicas y tecnológicas como carrera. Y si hay algo de lo que depende una nación para competir en el concierto del mundo desarrollado, es la ciencia y sus aplicaciones prácticas; la investigación que permita identificar las potencialidades de los recursos naturales y la tecnología para aprovechar de modo más sofisticado, competitivo y eficiente esos recursos, esto sin mencionar la creación de productos necesarios en el siglo XXI, sea un nuevo programa de computación o compuestos químicos de utilidad industrial o médico.
Los maestros deben estar preparados para aprovechar la natural curiosidad científica infantil, canalizarla y reforzarla, pero el grueso de los maestros no están capacitados para ello. El profesor solo se esfuerza en llenar el supuesto vacío existente en la mente del niño o la niña sobre ciencia. Diversas investigaciones han demostrado, sin embargo, que al llegar a la escuela los niños ya tienen sus propias ideas científicas nacidas de su experiencia cotidiana y de la observación de los fenómenos naturales. Lo que corresponde al maestro es sumergirlo en el punto de vista de la comunidad científica sobre esos mismos eventos. Maestros duchos en ciencia es lo que requiere el país.
Martha Meier M. Q.
Editora central de Fin de Semana y Suplementos
El Comercio, 21 de enero de 2013
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