En las primeras líneas de la comedia "-a Catita", Manuel Ascencio Segura pone en boca de doña Rufina: "Si quieres morir, sin saber de qué, amárrate un tonto al pie". El presidente Ollanta Humala debería prestar atención a la frase porque funcionarios de su confianza -o de confianza de estos- están amarra y amarra una cantidad inverosímil de ineptos como para hundirlo y, de paso, a nuestro país.
La incompetencia es sutil y poco evidente si la comparamos con la corrupción, por ello resulta tanto o más peligrosa y devastadora que esta. Que la incompetencia del Estado sea tan nociva deriva de su profundo impacto público, pues alcanza a toda la sociedad (y para colmo se paga con el dinero de quienes la sufrimos). Una burocracia de ineptos es el mayor freno para el desarrollo de un país, y eso es lo que se está gestando, silenciosa y sostenidamente, en nuestra tierra. Cada vez priman los nombramientos entre gallos y medianoche, sin mediar concursos ni convocatorias en los que participen -en igualdad de condiciones- profesionales expertos en los temas por asumirse. Se convoca a tres o cuatro para aparentar selección y luego se nombra a dedo. Esto se está convirtiendo en una pésima costumbre en los ministerios y otras oficinas.
La factura la terminará pagando la gestión humalista, cosa que le importa nada a los ganapanes que ven al Estado como pasaporte para un mejor estatus. Ya lo decía el gran Ortega y Gasset a principios del siglo pasado: "Los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes".
Si la voluntad es seguir creciendo y lograr un desarrollo con inclusión, necesitamos expertos en lo que asumen y no burócratas de largo currículo sin especialidad en nada, y menos tontos útiles para manejar millonarios fondos sin tener experiencia siquiera en presupuesto o desorientados que requieren de consultorías hasta pedirle permiso a un pie para mover el otro. Así nos estancamos, pero esto se está dando. En salud, por ejemplo, ya padecimos al defenestrado ex ministro Alberto Tejada, médico urólogo, árbitro de fútbol y ex alcalde de San Borja (cuestionado por los vecinos), cuyo paso por el ministerio dejó varios episodios no esclarecidos del equipo de amigos ineptos que se trajo de la municipalidad. Hoy tenemos al ex presidente regional de Huancayo Vladimir Huaroc como jefe máximo de la oficina de diálogo y sostenibilidad, es decir encargado de prevenir y transformar los conflictos socioambientales, habiendo sido incapaz de resolverlos en su propia tierra. Y la lista es larga, muy larga. Los sacrificados contribuyentes no tenemos por qué solventar la incapacidad y sí exigir la excelencia. Se pasan, caray.
Martha Meier M. Q.
Editora de Fin de Semana y Suplementos
El Comercio, 09 de febrero de 2013
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