El señor se llama Felipe y es abogado, también es político aunque no lo parezca. Y no lo parece porque es lúcido, culto, decente y generoso, y encima escribe bien. Acaba de terminar un revelador libro de memorias: "Páginas de viejo armario", en el que narra importantes episodios de la política de las últimas décadas: el retorno a la democracia en 1980, la estatización de la banca por el Apra, el autogolpe de 1992 de Alberto Fujimori.
Resulta refrescante este hombre sereno que pronto cumplirá 81 años y que tras dedicar su vida al servicio del país nos regala una mirada esperanzadora sobre el futuro, advirtiendo sí que la ética es el secreto. El doctor Felipe Osterling Parodi, (Lima, 1932), experimentado dirigente del PPC, se estaba haciendo extrañar demasiado. Hace algunos meses fue entrevistado por este Diario y sorprendió al manifestarse a favor del indulto para el ex presidente Alberto Fujimori. Y es que siendo presidente del Senado sufrió en carne propia el autogolpe del 5 de abril, estuvo bajo arresto domiciliario y por poco y lo deportan. "No soy hombre de rencores", le dijo al periodista Beto Ortiz el último jueves en el programa matutino "Abre los ojos", y reiteró su apoyo al indulto. En esa entrevista televisiva se habló de muchos temas, porque mucho ha sido el tiempo que Felipe ha estado alejado de la luz pública.
Tras el autogolpe de 1992 consideró que el orden democrático se había quebrado irreversiblemente, que la OEA jugó un papel deplorable brindando la opción de convocar al Congreso Constituyente Democrático, CCD, pues no se reencauzaba al país. Para él, los sucesivos períodos congresales del gobierno del ingeniero Fujimori serían solo una formalidad y no un retorno a la democracia. No participó de ese juego y dio una lección de coherencia, de paso se convirtió, sin querer, en el único político con la autoridad moral para hablar hoy de ese período. Después de todo, ¿cómo alguien que fue congresista durante el fujimorato puede llamar dictadura al régimen del que recibía un sueldo? ¿Fujimori era dictador, pero su Congreso no? Osterling lo tenía claro y por eso se alejó de todo cargo.
Autor de una monumental obra sobre su especialidad, investigador incansable del derecho y lúcido pensador, ese señor ha hecho lo que pocos por tratar de retornar a la bicameralidad y por perfeccionar la legislación peruana. Y no solo esto, en 1980, durante el segundo gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry, fue nombrado ministro de Justicia. Pequeño detalle: ese ministerio no existía pues había sido desarticulado por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, de un botazo. Osterling ha vuelto, esperemos que su ejemplar trayectoria inspire a esas entelequias que tenemos en el Congreso a trabajar por el Perú, en vez de ordeñarlo.
Martha Meier M. Q.
Editora de Fin de Semana y Suplementos
El Comercio, 19 de enero de 2013
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