Buscar paralelismos entre el cine y la literatura suena a herejía, pero no en
casos como el del genial Gabriel García Márquez (1927-2014). Su literatura está
poblada de imágenes, sonoridades y diversos elementos del lenguaje
cinematográfico. Su pasión por el cine empezó en su infancia.
Como su personaje Úrsula Iguarán, de "Cien años de soledad", Gabriel García
Márquez murió el Jueves Santo. Este genial narrador y amante confeso del cine,
partió sin darse cuenta de que su literatura contiene bastante más recursos
cinematográficos que muchas películas.
Para el maestro Armando Robles Godoy no era posible trazar un paralelo entre
cine y literatura. Lo más cercano al cine -decía- es la música con su
contrapunto, su tempo y sus matices. Y quizá tenía algo de razón si nos
referimos a una novela cualquiera, pero no a quienes como García Márquez,
Horacio Quiroga o el mismo Gustave Flaubert (para no mencionar a geniales de la
literatura norteamericana como John Dos Passos o Truman Capote), lograron con su
dominio del verbo crear libros en los que vemos, sentimos y escuchamos. Las
mariposas amarillas de "Cien años de Soledad" vuelan -literalmente- a nuestro
alrededor mientras leemos sobre el creciente amor de Meme por Mauricio
Babilonia, y con eso la cantidad de mariposas amarillas.
El olor de la guayaba
En "El olor de la guayaba" Gabo le confesó a su amigo, el inefable, Plinio
Apuleyo Mendoza, que el cine le enseñó a ver en imágenes. Le comentó también que
en todos sus libros previos a "Cien años de soledad" hay un "afán de
visualización de los personajes y las escenas, y hasta una obsesión por indicar
puntos de vista y encuadres". De "El coronel no tiene quien le escriba", afirmó
que "los personajes son como seguidos por una cámara. Y cuando vuelvo a leer el
libro, veo la cámara".
Pese a esto Gabo no fue consciente de su capacidad de crear cine en formato
de novela, con el contrapunto de sus historias, el tempo de sus frases, la
"cámara" siguiendo a los personajes -como él mismo dice-, acercando esa cámara
hasta hacerla entrar en una flor o mantenerla quieta mientras algún personaje se
aleja y sale del "encuadre"
.
A Gabo le obsesionó el cine y este era un tema recurrente en sus primeras
columnas periodísticas en diarios de Barranquilla. Ya afincado como periodista
de "El Espectador" García Márquez es, de hecho, un forjador del periodismo y la
crítica cinematográficos.
Un niño en el cine
Gabo relata que su pasión nace en su infancia, gracias a su abuelo paterno:
"el coronel Nicolás Márquez me llevaba en Aracataca a ver las películas de Tom
Mix". Fue entonces que creció su curiosidad por el séptimo arte, y exigía lo
llevaran a ver qué había detrás de la pantalla. "Mi confusión fue muy grande
cuando no vi nada más que las mismas imágenes al revés [...]. Cuando por fin
descubrí cómo era el misterio, me atormentó la idea de que el cine era un medio
de expresión más completo que la literatura, y esa certidumbre no me dejó dormir
tranquilo en mucho tiempo".
García Márquez puede haber dormido tranquilo al autoconvencerse de que el
cine era un medio más completo que la literatura. La de otros sería, porque la
de él fue cine puro.
Cine que se ve desde el primer párrafo de "El Coronel no tiene quien les
escriba": "El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de
una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso
de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta
cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con
óxido de lata".
¿O no??
El Dominical, 27 de abril de 2014
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