Dos décadas atrás nuestra página de Ecología alertó sobre la depredación de
los 'wachakes'. Quizá ya sea tarde.
"Wachake" llamaban en la antigua lengua de la zona a donde crece la totora
playera trujillana. 'Wachake' puede traducirse como 'ojo de agua'. Algunos dicen
que esa palabra da su nombre al mágico Huanchaco, uno de los últimos reductos
del caballito de totora y de los hoy llamados 'balsares' donde crece ese junco
vital para su elaboración.
El uso de los caballitos ha venido decayendo al igual que el recurso vegetal
necesario para armarlo. Antes en Huanchaco se distinguía, a lo lejos y bordeando
la playa, una intensa línea verde casi de totorales, que son pequeños humedales
o balsares. Hoy en ese paraje es evidente la depredación.
La totora escasea, los totorales desaparecen y la playa protegida por ese
ecosistema se ha erosionado al punto de ser casi sumergida por el oleaje. El
declive del uso del caballito (la falta de totora es una de las causas) es el
declive de una milenaria tradición que, por centurias, fue demostración palpable
del respeto al sutil tejido equilibrio ecológico. Los totorales son vitales para
la supervivencia de diversas especies de flora y fauna costeras, particularmente
aves acuáticas y migratorias, y de paso, para la protección de la franja
costera.
Grupos de defensores de estos singulares ecosistemas han alzado su voz, desde
hace cerca de veinte años, anunciando lo que hoy ya parece irreversible. Uno de
los más activos allá por los años noventa fue la Asociación Nacional de Rescate
Ecológico y Cultural ( Anrec), conformada por los poetas Walter Curonisy y
Elvira 'Pimbola' Roca Rey M.Q., dos soñadores cuya cruzada era como arar en el
mar.
Investigación tardía
Recién a estas alturas, la Primera Fiscalía Especializada en Materia
Ambiental de Trujillo ha abierto -por otras causas- investigación preliminar
"contra los que resulten responsables" de los daños causados en los totorales de
Huanchaco. Esto como si el daño fuera reciente y repentino. Gran drama del Perú:
la ignorancia de nuestras autoridades en lo que se refiere a la historia
reciente de la depredación ecológica.
Recién ahora, cuando es posible que no quede mucho por hacer, se investiga
una presunta comisión del delito contra los recursos naturales, en la modalidad
de alteración del medio ambiente o paisaje. Es decir, de lo que ocurre desde
hace largos años y que la bien intencionada fiscal Lastenia Acuña Rebaza parece
desconocer. Su actuación resulta de la denuncia del Movimiento Huanchaquero de
Defensa del Medio Ambiente, presidido por Elfri Navarrete Narro. Veamos qué se
logra.
Es un hecho que los totorales están desapareciendo, que hay traficantes de
tierras cruzando los dedos para que eso ocurra antes que después y vender
terrenos con vista al mar. Como ya se intentó antes y seguirá intentándose.
El desorden imperante en Huanchaco y la corrupción y desidia de la
Municipalidad de Trujillo no permiten posibilidad de maniobra. Sería un sueño
lograr emprender, con apoyo del municipio, una masiva y necesaria reforestación
de totoras a lo largo de la erosionada franja costera trujillana.
RECUPERAR
Milenaria sabiduría
Corría el año 1654 cuando el curaca de Huamán (Trujillo) manifestó la
necesidad de contar con lagunas pantanosas para sembrar más 'juncos'. Así lo
refiere la doctora María Rostworowski en su libro "Recursos naturales renovables
y pesca, siglos XVI y XVII": "El cultivo consistía en diseminar las semillas
sobre el agua como si se tratara de una sementera". Eso es, justamente, a lo que
deberían abocarse las autoridades huanchaqueñas y trujillanas ante el evidente
declive de los totorales.
Rostworowski menciona, también, que los pescadores de Quilcay, cerca de
Pachacámac (Lima) sembraban en sus albuferas la "imprescindible totora". La
información de la historiadora ayuda a comprender la importancia de los
humedales para el desarrollo costero, la protección de la biodiversidad y de la
franja costera. Siglos después de que el curaca de Huamán expresara su
preocupación por la recuperación de esos ecosistemas, es necesario intentar la
recuperación de los balsares de Huanchaco y otras playas de Trujillo. Son
parajes con un inmenso potencial para el desarrollo del ecoturismo y la
conservación de flora y fauna del Pacífico.
El Comercio, 17 de junio de 2014
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