Cuando la "robolución" de Juan Velasco Alvarado se hizo de nuestro Diario,
esta columnista tenía 12 años. Cada tarde, debía llenar enormes barriles de
cartón con los libros de la monumental biblioteca de Óscar Miró Quesada de la
Guerra, Racso, a la sazón mi abuelo.
Racso no estaba dispuesto a perder sus libros y fui parte de la operación
"rescate". Los mayores sabían que las botas y los fusiles irrumpirían en la sede
del Diario en algún momento. Yo solo me concentraba en sacar, día tras día, esos
miles de libros que Racso quería donar a una universidad antes que cayeran en
manos militares.
A los "robolucionarios" debo agradecerles personalmente dos cosas: la primera
y la más grande es que Racso llegó a la venerable edad de 97 años gracias a
ellos. "Yo no me muero -repetía- hasta que nos devuelvan la imprenta" (así
llamaba al Diario y a la empresa, su centro de trabajo y el de sus hermanos
desde pequeños). Y se esforzó por vivir largo para volver al Diario entre el
aplauso de los trabajadores. Entró detrás de sus sobrinos Alejandro Miró Quesada
Garland y Aurelio Miró Quesada Sosa. Llegó a director general del Diario y murió
al cabo de algunos meses sabiendo que las cosas habían vuelto a su orden
natural, gracias al fin de la dictadura militar y a la decencia del arquitecto
Fernando Belaunde Terry.
Lo segundo que debo agradecer a los "robolucionarios" es el descubrimiento
del libro como objeto de arte. A los 12, yo ya era una voraz lectora, pero no
había recaído en que el libro podía ser una pieza de arte. Entre los tesoros que
descubrí en la inmensa biblioteca de Racso estaba, por ejemplo, la primera
edición en castellano del "Don Juan", de Byron, con portada dura de tela y el
título bordado en hilos de oro, sí de oro; también la edición en varios
volúmenes de "El Quijote", con hermosas ilustraciones a tinta; o "El libro
victrola de la ópera" -así se llamaba-, que resumía la historia de cada ópera,
con "fotos" de sus estrenos, y las letras y partituras de las arias principales.
Uno de esos días ocurrió que la tropa llegó y sacaron a empellones a mis
tíos. El que se llevó la peor parte, según nos cuentan, fue Enrique Miró Quesada
Laos, hijo de Antonio Miró Quesada de la Guerra y María Laos (asesinados a manos
de un extremista político). Enrique era hombre valiente, de respuestas como
dardos y se pechó con un militar.
Mañana 4 de mayo El Comercio celebra sus primeros 175 años de vida
institucional. Estas páginas nacieron a poco de la independencia y han recogido
los sucesos más saltantes de tres siglos distintos. Es parte de la historia del
Perú y, al mismo tiempo, el mayor compendio de la historia peruana.
Algo más debo agradecer a esa "robolución", como tantos otros de mi
generación cuyas familias fueron también expoliadas (haciendas, minas, bancos),
haber aprendido a repudiar al "comunismo". Aunque la cachacada dijo que se
trataba de un "proceso no comunista-no capitalista" (algo así como los
socialistas del siglo XXI).
¡Gracias, Velasco ladrón, porque además sabemos quiénes son tus herederos!
¿Alguien dijo Ciudadanos por el Cambio?.
El Comercio, 03 de mayo de 2014
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