El sabio Santiago Erik Antúnez de Mayolo Rynning (1913-2012) deja un inmenso vacío intelectual con su partida. Quedan, sin embargo, su mensaje y una receta infalible para que el Perú sea la mayor nación latinoamericana. ¡No valen excusas ni retrasos!
Convertir al Perú en una potencia mundial es una posibilidad real. Santiago Erik Antúnez de Mayolo Rynning (1913-2012) lo sabía y, con esa certeza, se consagró a trazar los planos y a escribir la receta necesaria para que nuestro país se integrase al concierto de las naciones desarrolladas. ¿Sueño? No. ¿Demagogia? Tampoco. ¿Depende esto de una tendencia ideológica? Nada que ver. Solo basta conocer lo nuestro y ser racionales. Don Santiago no se cansaba de repetir -ante todo auditorio dispuesto a escuchar- que el Tahuantinsuyo era la primera nación de América al arribo de los españoles. Así de simple y la pregunta natural que nos hacemos es ¿por qué andamos entonces tan rezagados?
PAIS POSIBLE
La gran transformación que requerimos nada tiene que ver con ideologías, intrigas ni poderes de turno. Un Perú mejor es posible y, para ello, Antúnez de Mayolo Rynning estudió, investigó y recorrió los más diversos caminos, sintiéndolos, comprendiéndolos, interpretándolos y sacando a luz la sabiduría y las variedad de especies de las que eran depositarios sus habitantes.
Redescubrió las propiedades de varias plantas, comprendió cómo muchas antiguas costumbres alimenticias, familiares, higiénicas y de control social, así como las técnicas precolombinas agrícolas, educativas y de construcción, entre otras, podrían resolver fácilmente los problemas actuales.
Don Santiago fue generoso. Lo suyo era difundir y compartir su saber con especialistas de las más diversas ramas y generaciones. Era su manera trabajar por el engrandecimiento y fortalecimiento de la patria. Este inolvidable caballero de elegantes modales, brillante y de imponente porte nos enseñó que resolver y prevenir muchos problemas actuales -aun desastres naturales- pasaba por revalorar nuestro esplendoroso pasado y aprovechar las más modernas tecnologías para estar más seguros en un territorio de clima y suelos tan vulnerables y caprichosos como el peruano.
GENIOS DEL MAÑANA
Decentísimo, amable, de buen corazón y mente superior, una de las cosas que más lo angustiaba era la pasividad de las autoridades frente al paulatino embrutecimiento de los peruanos. Mientras, en rincones del globo prósperos y desarrollados, la inteligencia de sus pobladores crece 3 puntos cada década, aquí decrece 1 punto en igual lapso. La cosa es preocupante: cada 10 años los peruanos son 4 puntos menos inteligentes que los vecinos chilenos, por ejemplo. Esto se explica por la desnutrición, la falta de estimulación temprana y la pésima calidad educativa. La pregunta frente a esta realidad es ¿qué futuro le espera a un país cuyas generaciones son cada vez menos inteligentes? ¿Es posible frenar el embrutecimiento? Gracias a las enseñanzas de don Santiago sabemos que sí. El asunto es fácil y barato. Todo empieza en recuperar ciertas prácticas precolombinas de dieta, crianza y estimulación temprana, y aplicar los últimos descubrimientos de las neurociencias. Así formaremos genios, un país de mentes brillantes.
CIENCIA DE ANTAÑO
Investigador y conocedor del Perú, de su potencial ecológico y humano; autor de importantes tratados sobre nutrición, ciencia y tecnología de precolombina; propulsor de la leche materna como el mejor alimento para el cerebro en formación, mi queridísimo amigo Santiago sabía lo importante que es una población sana, fuerte, creativa e inteligente para el progreso de un país.
Santiago enseñó que, durante milenios, las mujeres y los hombres del antiguo Perú aprovecharon sabiamente diversos cultivos para su nutrición. Aquella casi olvidada dieta favoreció el desarrollo de una población saludable, inteligente y fértil, capaz de resolver los más variados problemas. Él nos mostró cómo los antiguos peruanos conocieron los efectos de ciertos componentes sobre las células, revelando una clara conciencia y sabiduría de los aspectos genéticos vinculados a la salud.
Mirar atrás y recuperar lo mejor con visión de futuro fue una de las enseñanzas de este abogado de profesión y geógrafo, botánico, nutricionista, historiador, antropólogo y pedagogo por mérito propio.
HIJOS SANOS
Explicaba Antúnez de Mayolo que, en épocas precolombinas, ciertas pautas promovían la concepción de hijos más sanos. Lo primero era limpiar a los jóvenes de todo aquello que intoxicara sus cuerpos o mentes. Seis meses antes de la planificada procreación, los futuros padres se alimentaban y cuidaban sus cuerpos con esmero para que lo mejor de ambos formara al nuevo ser.
La mujer subía algo de peso y almacenaba grasas saludables procedentes, por ejemplo de la anchoveta, para favorecer la formación de buenas conexiones neuronales y tejidos. A lo largo del embarazo, la práctica de beber al menos un litro y medio de chicha diaria garantizaba a la madre gran parte de las dosis necesarias de vitamina B y ácido ascórbico. La chicha, gracias a su propio proceso de fermentación, la protegía del contagio de infecciones trasmitidas por el agua.
Gracias a Antúnez de Mayolo sabemos que la observación de la naturaleza, el profundo conocimiento los ecosistemas, la experimentación y domesticación de especies nativas permitieron que se contara con alimentos que propiciaron el progreso precolombino. La ciencia moderna sigue sorprendiéndose por ese antiguo conocimiento de los requerimientos nutricionales para un óptimo rendimiento. No en vano, en 1576, el cronista jesuita Acosta escribió a Roma que los indios de Juli, en Puno, "aprendían en dos meses lo que los españoles no aprenderían en cinco".
COMER BIEN
La costumbre de comer cruda la carne de los peces, de los animales terrestres y pulpas, semillas y hojas de vegetales favoreció la asimilación de los nutrientes.
La huevera, la maca, el sacha inchi, la anchoveta, la kiwicha morada, la quinua negra -que cura hasta la tuberculosis- eran parte de la dieta precolombina y garantizaban energía, vitalidad, grasas buenas para el organismo, micronutrientes, y vencían la esterilidad, los males pulmonares, el desánimo y hasta facilitaban el parto.
En uno de sus tantos recorridos por el Perú, Antúnez de Mayolo, constató que aún hoy "en ciertas zonas de Ayacucho es costumbre que, en las últimas semanas del embarazo y en el proceso de parto, las mujeres coman olluco porque 'ayuda a que el niño resbale' al promover las contracciones".
Sirva el adiós a este ancashino inmortal para releer su obra y comprender que hacer del nuestro un país desarrollado es tarea simple. Sigamos su receta...
El Dominical, 03 de junio de 2012
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